24. Lena Haugen

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Había pasado toda la noche en vela, después de que Roman no llegara a dormir, me atormentaba pensar e imaginar miles de escenarios donde Roman hacía cosas que no me agradaban.

Eventualmente el cansancio había hecho de las suyas, no pude soportar más el sueño y terminé rindiéndome ante Morfeo. Después de todo, estar despierta no haría que él regresara antes. Cansada, entristecida y vencida terminé durmiendo.

—¿Mami? —sentí unas manitas moviéndome de un lado a otro.

Desperté y vi cómo lloraba el pequeño rubio desconsoladamente. No pude evitar levantarme al instante.

—¿Que pasa enano? —respondí mientras tallaba mis ojos esperando así despejarme un poco.

—Hice un desastre. —lo escuché en medio de su llanto, estaba desconsolado.

Él salió corriendo de la habitación, me puse de pie y fui hasta la cocina, donde pude ver que había un completo desastre. Incluido un montón de cristales en el piso, además de algunas gotas de sangre.

Fui en busca del pequeño para asegurarme de que estuviera bien, realmente no me importaba el desastre que había hecho sino que estuviera bien.

Lo encontré recostado en su cama y al acercarme a asegurarme de que estuviera bien, pude notar que tenía una abierta en su mano derecha y esta no dejaba de sangrar.

Fui en busca de mi celular, donde pude ver y escuchar el mensaje de Roman, no pude reclamar nada puesto que esto era mucho más importante que la ausencia de mi pareja esa noche. Consideré llamarlo, pero tenía que actuar con rapidez, ya en el hospital le informaría lo sucedido.

Tomé las llaves del auto y con el pequeño salimos de la casa, para nuestra suerte Roman venía llegando.

—¿Que ha pasado? —cuestionó acercándose y tomando en brazos a Maximilian.

—Lo siento, lo siento mucho. Sé que no debía subirme al mueble, pero sabía que no había dormido mami y yo tenía hambre, pero no quería despertarla.. —sollozó el pequeño rubio tratando de dar una explicación.

Me sentí culpable, el niño notaba como todo me afectaba y de cierta manera terminaba afectándole a él.

—No es tu culpa, enano. —dije temblorosa, ver la sangre que salía de la herida me provocaba mucha preocupación.

Subimos al auto de Roman y él manejó hasta el hospital más cercano, ya se estaba convirtiendo en una visita habitual.

Entramos a urgencias, donde rápidamente le dieron atención médica al niño, hicieron un par de puntadas en su diminuta mano.

—Que valiente eres, rubio. —mencionó el moreno para animar al pequeño, quien aún tenía los ojos llorosos.

—¿En serio lo crees papi? —preguntó Max y sentí un escalofrío.

Roman asintió y depósito varios besos en su cabeza, en ese momento supe que no había sido un error elegir al futbolista y tomar la decisión de estar a su lado para compartir nuestra vida.

De regreso pasamos a alguna juguetería, porque aunque sé que lo material no es lo más importante, sentí la necesidad de recompensar a Maximilian por lo que había pasado; aunque no quisiera me sentía responsable de su accidente.

—Tengo sueño. —bostezó Max al entrar al departamento.

Roman y yo compartimos una mirada, para terminar asintiendo y acompañando al pequeño hasta su habitación en el segundo piso del departamento.

Después de recostarlo, el teléfono de la casa se hizo sonar, así que salí de ahí para responderlo.

—¿Hola? —levanté el teléfono luego de tomar un gran respiro, había sido una mañana de locos.

—¿Lena? —escuché una voz femenina al otro lado, pero realmente no reconocía la voz.

—Si, ¿quien es?, ¿a caso te conozco? —pregunté un poco confundida por esa extraña llamada.

—No, no me conoces, pero yo a ti si. ¿Está Roman? —respondió la mujer.

En ese momento me sentí insegura, ¿a que se refería con que ella si me conocía y yo no? Ademas de que por qué estaba buscando al moreno.

—Está ocupado, no puede responder la llamada, tengo que colgar. —me apresuré a decir.

—Espera, solo puedes decirle que llamó Erika, que necesito hablar de la noche de ayer. —pidió la mujer y en ese momento sentí que todo el aire se iba de mis pulmones.

No fui capaz de darle una respuesta, simplemente colgué el teléfono. Me detuve unos minutos a pensar en distintas posibilidades donde esa mujer entrara y coincidiera con lo que Roman me había dicho, pero todo estaba siendo tan hirientemente sospechoso.

Las cosas no estaban como a ninguno de los dos le gustaría, pero eso no justificaban la acción de que Roman buscará en otra parte lo que sentía que le faltaba en casa. ¿Por qué ante la inconformidad no lo expresaba?, así yo hubiera tenido la oportunidad de tratar de mejorar las cosas.

Me estremecí al recordar cómo yo le había pedido que se quedara y me hiciera suya como en mucho tiempo no lo había hecho, pero se había negado bajo el argumento de que podía poner en riesgo al bebé. Ahora todo tenía más sentido, porque él tiene a otra.

Subí las escaleras con mi cabeza hecha un nido de dudas. Todavía había una parte de mi que creía que esto había sido una broma de mal gusto, la profesión de Roman siempre podría provocar este tipo de situaciones, pero está vez se sentía real.

Entré a nuestra habitación y ahí estaba él recibiéndome con una sonrisa y un beso en la frente.

—¿cómo estás? —cuestionó interesado.

¿Que podía responder? Me sentía más tranquila de saber que Max estaría bien, pero ahora lo que me preocupaba no era la salud de mi hijo, sino la estabilidad de mi relación con Roman.

—¿Donde estuviste anoche? —cuestioné alejándome del jugador, quería saber si mantendría la versión que había dado en el mensaje de voz que había dejado en mi celular.

—Te expliqué por un mensaje de voz, bebí de más y mejor me quede en casa de alguno de mis compañeros. —sostuvo esa versión y sentí una inmensa desilusión.

Me sentí estúpida, no podía dejar de imaginar cómo había sido la infidelidad de Roman. ¿Como era Erika? Seguramente una mujer opuesta a mi, porque sino no tendría que salir a buscar en otra parte algo que tiene en casa.

Me hizo cuestionarme si esto solo se trataba de sexo, porque si solo era sexo estaba arriesgando la estabilidad familiar que habíamos logrado, se arriesgaba a que la forma en que Max lo veía cambiara y se arriesgaba a vivir alejado del niño que venía en camino.

—¿Quien es Erika? —fue mi último intento de buscar la inocencia en el moreno.

Su mandíbula se tensó, se mantuvo petrificado, su rostro empalideció y se mantuvo en silencio. Me miró por un par de segundos, pero no pudo mantener la mirada por mucho tiempo más. Era culpable.

—Mañana mismo hago maletas, Maximilian y yo regresamos a mi departamento. Por un tiempo me gustaría no saber nada de ti, creo que necesito eso y espero que lo respetes. Cuando esté lista te llamaré y así podrás estar al pendiente del embarazo, no te alejaré de tu hijo. —solté con tranquilidad, jamás imaginé que podría tomarlo de esta manera.

—¿Es eso lo que quieres? —se acercó un poco, pero no hizo contacto físico.

—No. —solté un bufido—. Lo que quiero es perdonarte y mantenerme a tu lado; bajo la promesa de que no volverá a pasar nada porque me amas. Pero no estoy segura de que así sea; así que prefiero darte tu libertad a seguir sintiendo tus besos que saben amargos, el viento en donde en algún momento existió calor y que tu mirada simplemente se cae ante mi.

El novio de mamá » roman bürkiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora