17. Lena Haugen

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Me puse de pie y comencé a estirar las piernas, no sé cuánto tiempo había pasado sentada en una posición bastante incómoda. Chequé el reloj en mi muñeca y noté que se me había hecho lo suficientemente tarde como para preocuparme.

—¿A dónde vas? —cuestionó uno de mis compañeros, al ver cómo me ponía mi abrigo y comenzaba a recoger mi cosas.

—Son las ocho, perdí el sentido del tiempo y tengo que ir a buscar a Max. —dije preocupada.

Jamás me había pasado algo similar. Me sentí una mala madre, pero es que todo se había convertido en algo muy extraño para mi.

No dormía y cuando lo hacía me despertaba llorando, se que en un principio me sentí liberada de que el embarazo inesperado haya terminado; pero conforme pasaba el tiempo me sentía peor.

No podía dejar de imaginar cómo sería aquel ser humano, el cual ni siquiera tuvo tiempo de desarrollarse. No dejaba de pensar en la posibilidad de que fuera una niña y pudiera enseñarle tantas cosas del mundo.

Me sentía en una fase extraña y bastante difícil conmigo misma. No sabía con quién hablarlo e intentaba actuar como si nada hubiese pasado; pero era claro que mucho había pasado y que me estaba afectando emocionalmente.

—Por favor, quédate solo una hora más. Estamos a punto de terminar. —me pidió mi compañero.

Lo dude por un momento, la restauración de una importante pieza había sido lo único que me había distraído y sacado de mis pensamientos que hasta cierto punto llegaban a ser destructivos; pero al mismo tiempo me había distraído tanto como para olvidarme de mi hijo y eso no estaba bien.

—No puedo. —repliqué y me fui de ahí casi corriendo.

Subí al auto y las ganas de llorar regresaron, es como si esa pena me persiguiera. Además de que me sentía peor por haber olvidado a Maximilian.

Llegue al edificio y fui directo al departamento de la señora Scholl, planeaba mentalmente mis disculpas por la tardanza; tanto con la señora Scholl como con mi hijo.

—Señora Scholl, lo siento tanto. —no tardé en comenzar a pedir mis disculpas en el momento en que se abrió la puerta.

—Claro Lena, pero ¿por qué te disculpas? —cuestionó la mujer de cabellera blanca y de arrugada piel.

Sentí ternura a su respuesta, ella jamás me reclamaría o se enojaría por algo. Era la persona más tranquila que jamás haya conocido.

—Por haber llegado tan tarde, cuidar de Max por tantas horas no es tarea fácil. —mencioné un poco avergonzada.

—Lena, creí que ya habías venido por Max; él me dijo que ya estabas en tu departamento y que iba para allá. —explicó la mujer confundida.

Le resté importancia, seguramente el enano se había aburrido y conocía el escondite de la llave de repuesto.

Solo caminé hacia mi departamento, donde abrí la puerta aventando todo lo que tenía en las manos.

—Maximilian, no puedes engañar de esa manera a la señora Scholl. Además no tienes edad suficiente para estar solo en el departamento. —le reprendí mientras caminaba a su habitación.

Pero me quedé sin palabras al notar la ausencia del niño en la habitación, comencé a buscar en todas las habitaciones y me di cuenta de que no había algo que me demostrara la presencia de mi hijo.

Ni siquiera estaban sus cosas, significaba que jamás había llegado al departamento. Comencé a imaginar horribles escenas, donde el protagonista era mi hijo.

El novio de mamá » roman bürkiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora