8. Lena Haugen

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—Mami, no puedes ir vestida así. —murmuró el rubio sin quitarme la vista de encima, su azulada miras se paseaba por mi cuerpo de arriba a abajo.

—Cuéntame, ¿a cuántas citas has ido enano? —reí levemente.

—Dijiste que no era una cita. —se formó una sonrisa en su rostro, de esas que podrían iluminar al mundo entero.

—Supongamos que es una cita, que no es, pero supongamos que lo fuera. ¿Cuál es tu experiencia en citas? —cuestioné elevando una ceja—. Acaso tienes novia y no me habías dicho.

Me acerqué y comencé a hacerle cosquillas en su barriga, su risa era como música para mis oídos y me alegraba que las cosas estuvieran funcionando para él.

—Mami, no quería ponerte celosa, pero ahora que tú tienes novio...

—No tengo novio. —interrumpí.

—Vas a tener.

—Eso aún no lo sabemos. Enano, ven aquí. —lo tome por la cintura y lo hice sentarse en mis piernas.

—¿Qué pasa mami? —cuestionó preocupado.

—Quiero que hablemos de lo que está a punto de pasar. —sacudí con mi mano su cabello y le sonreí para relajar la platica—. Sabes que saldré con Roman, pero quiero que tengas en claro que eso no significa que vamos a ser algo y que él será tu papá. Él es tu amigo y siempre será tu amigo, eso nada lo cambiará.

—Lo entiendo mami. —puso sus manitas en mis mejillas y depositó un sonoro beso en una de estas.

Se levantó de mis piernas y se fue corriendo hacia mi closet, empezó a ver toda mi ropa como lo hacía cuando le daba la oportunidad de que eligiera mi ropa. Se estiró un poco y alcanzó un vestido rojo, tenía mucho tiempo sin usarlo.

—Este es perfecto. —me lo ofreció y no dude en cogerlo.

Me cambié por el vestido que había elegido mi hijo y puse manos a la obra en mi arreglo personal. Aunque había insistido en que Max no le diera tanta importancia a esta cita, para mí era de suma importancia; se trataba de la primera cita que tenía en seis años, ya no era la niña de veinte años.

—Te ves hermosisima. —el rubio alargó la palabra y noté que compartíamos la emoción del momento.

—Eres el mejor hijo que pude haber tenido. —mencioné besando su frente y el pequeño solo me miró orgulloso.

El timbre interrumpió el pequeño momento de madre e hijo, tuve que ir a abrir.

—Seguramente es tu niñera, prométeme que te portarás bien.

Abrí la puerta para toparme con Roman al otro lado, me sobresalté y en un momento de confusión cerré la puerta, para abrirla inmediatamente cuando me di cuenta de lo que había hecho.

—Lo siento, creí que eras la niñera. —expliqué un poco avergonzada, mi rostro estaba completamente rojo.

—No te preocupes. —respondió riendo levemente.

—¿Podemos esperar un poco? La niñera quedó en llegar... —le di un vistazo al reloj—. ¿En cinco minutos?

—Si, se me hizo un poco temprano. Pensé que podría saludar a Max antes de irnos. —se encogió de hombros.

—Claro, está en su habitación. —indiqué en dirección del cuarto del rubio y ambos nos encaminamos juntos.

—¿Podemos hablar solos? —pidió al llegar a la puerta de la habitación, Max no había tardado en aferrarse a sus piernas en un abrazo.

El novio de mamá » roman bürkiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora