(Seis años antes)
Mi despertador empezó a sonar. Decidí ignorarlo, pero este seguía pitando y parecía que no iba a parar nunca.
Tú ganas, despertador.
Me incorporé y posé mi mano sobre mi mesita de noche en busca del maldito despertador, pero se apagó antes de que pudiera encontrarlo.
—Buenos días —dijo mi hermano—. ¿Tan difícil es apagar el despertador?
—Hola, Ian —respondí ignorando su comentario.
Él bostezó y se volvió a tumbar en su cama. Yo me puse unos calcetines y bajé las escaleras hasta la cocina.
Al llegar allí, me sorprendió ver a mi madre untando mantequilla en dos tostadas.
—Buenos días, Amanda —Mi madre dejó las dos tostadas encima de la mesa—. Os he hecho el desayuno.
—Muchas gracias, mamá —dije abrazándola—. Le diré a Ian que las hiciste tú.
Mi madre cogió su abrigo y su bolso.
—Si no salgo ya, llegaré tarde. Nos vemos en unas horas —dijo antes de cerrar la puerta.
—¡Adiós! —Aunque ella ya no pudo oír mi voz cuando lo dije.
Me senté en mi silla y comí un trozo de mi tostada. Ian bajó las escaleras y se sentó encima de la mesa.
—Bájate de ahí, puedes romperla —le advertí.
Él se encogió de hombros y miró hacia la encimera.
—Oh, gracias por hacerme el desayuno, Amanda —agradeció mi hermano acercándose a coger su tostada—. ¿Es por lo del despertador? No fue para tanto.
—No, las ha hecho mamá —respondí.
—Ah...
Nuestro padre bajó corriendo las escaleras y se acercó a la cocina mientras se colocaba bien la chaqueta.
—¿Habéis terminado ya? —preguntó él buscando algo en sus bolsillos.
Ian llevó su plato al fregadero y se lavó las manos.
—Yo ya he terminado, solo tengo que ponerme los zapatos —respondió mi hermano.
—¿Y tú, Amanda?
—Sí, voy a por mi mochila —respondí saliendo a buscarla.
—Hoy no puedo llevaros a clase, como mucho os dejo en la parada del autobús. Tendréis que volver también en autobús, pero yo sé que vosotros os podréis manejar bien allí —dijo mi padre sin darle a penas importancia.
—Ya estoy listo —dijo mi hermano volviendo a la cocina. ¿Vamos al coche?
(...)
Las clases se me hicieron eternas, hasta que sonó el timbre, indicando que era hora de irse. Recogí mis cosas y salí de clase, esperando a que Ian saliese.
Salimos del colegio y ambos quedamos en silencio, así todo el camino hasta la parada de autobús.
Una vez allí, nos sentamos a esperar.
—¿Qué tal el día? —preguntó mi hermano mirando al suelo.
—Bien —me limité a decir.
Pasaron quince minutos y el autobús no venía.
—Creo que no va a llegar —dijo Ian frunciendo el ceño.
—Eso parece —respondí obvia.
—No importa, iremos andando —dijo él.
No encontraba ningún tema de conversación que pudiera romper la tensión que se había formado en el ambiente.
Andábamos a paso normal, siguiendo el camino que solía seguir el autobús, pero Ian parecía bastante preocupado.
—Te veo extraño —dije sin rodeos.
Continuábamos andando.
—¿Es por algo que yo haya hecho? —insistí.
Me observó unos segundos y luego dijo:
—¿Nunca te has sentido... rara?
Eso depende de lo que signifique "raro" para ti.
—¿A qué te refieres? —pregunté curiosa.
—No sé explicarlo —concluyó.
Iba a decir algo, pero él me interrumpió:
—Oye, ¿no te parece que nos están siguiendo?
Miré a mi alrededor, y pude notar realmente esa sensación.
Observé a mi hermano preocupada, indicando que sí.
El silencio se apoderó de la calle, y me di cuenta de que no había nadie, excepto, claro, quien sea que nos estuviese siguiendo.
Más silencio, más tensión. Miré a Ian y él tenía una expresión preocupada, pero no asustada.
Por un momento parecía que la calle realmente estaba vacía, pero el silencio fue roto.
Un hombre salió de repente y de un movimiento rápido disparó hacia nosotros.
Tenía que detenerla, la bala venía a toda velocidad y no sabía cómo pararla. Antes de que llegara a nosotros concentré toda mi energía en mi mano y en la bala, puse la mano y me fijé en la bala, transmití mi energía a ella. Y justo antes de que Ian, que con unos reflejos que no había visto nunca se pusiera delante de mí...
La bala se paró. Se quedó suspendida en el aire. Ian al lado mía, seguía protegiéndome como un escudo. Me miró un momento, observó la bala en el aire y susurró:
—Tú también...
Y de repente, como si de un acto reflejo se tratara, Ian cogió mi mano, la giró y con la energía aún concentrada en esta, paré otra bala en el aire. La primera bala estaba en el suelo, porque al retirar mi mano había caído. Bajé el brazo y la segunda bala cayó también al suelo.
El hombre que disparó la primera bala gritó:
—¡SUPERDOTADOS! QUE NO ESCAPEN.
Ian, que aun me sujetaba el brazo, tiró de mi y salimos corriendo. Los hombres nos seguían persiguiendo. Paré una bala más.
—PRIMERO CORRE TODO LO QUE PUEDAS, Y LUEGO PARALAS TÚ —gritó Ian.
Me soltó del brazo y yo corrí todo lo que pude para alejarme de allí.
Me fijé en cómo Ian paraba las balas. Él tenía en la mano un palo y las iba desviando solo con ese palo.
—¡YA! —gritó— ¡CAMBIO!
Y en ese momento supe lo que tenía que hacer. Usé mi brazo como si fuera un escudo y fui parando todas las balas mientras Ian corría y corría.
Me alcanzó, y siguió corriendo detrás de mí.
Cuando volvió a gritar, fue como si me sacudieran el cerebro. No me había dado ninguna bala, pero era como si... como si no me quedara más energía. Caí al suelo y noté cómo todo empezaba a verse más borroso. Lo último que oí fue a mi hermano gritar, solo que no me enteré de lo que dijo.
Oí pasos aproximándose, pero perdí la consciencia antes de saber quién se acercaba.
Todo era negro...
Todo era borroso...
(14/7/2016) 19:03 || (14/7/2016) 21:42

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Mentes Poderosas
Bilim KurguEsta es la historia de una chica normal llamada Amanda. Excepto por el hecho de que Amanda no es una chica normal. Amanda ya estaba acostumbrada a su vida en la cárcel separada de su familia y su hermano gemelo, Ian. Pero... una vez fuera, cuando t...