Gringotts

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En los días siguientes, a medida que se acercaba el gran momento, Ron sintió una angustia cada vez mayor. Su instinto de ajedrecista le decía que iban a hacer una jugada muy arriesgada con pocas piezas, y que lo más probable era que saliera mal. No es que temiera que a él le ocurriera algo. Es que temía que les ocurriera algo a Harry y a Hermione. Intentó reunir valor para decirle a Hermione de una maldita vez lo que sentía por ella, y que no soportaba la idea de perderla, pero no fue capaz: tal era su angustia.

El día anterior, repasaron el plan. Hermione parecía muy nerviosa: no le hacía gracia la idea de transformarse en Bellatrix (el pelo que usarían para ello lo habían cogido del jersey que Hermione había estado usando en Malfoy Manor).

—Estarás usando su propia varita, —dijo Harry, señalando hacia la varita de nogal—, así que considero que resultarás muy convincente.

Mientras la levantaba, Hermione parecía asustada como si la varita pudiera picarla o morderla.

—Odio esta cosa, —dijo en voz baja—. Realmente la odio. Se siente tan mal, no funciona bien para mí... Es como un poco de ella.

—Sin embargo, tal vez te ayude a meterte en su personalidad —dijo Ron, intentando animarla. Sabía que si la veían nerviosa o inquieta nadie se tragaría que era Bellatrix—. Piensa en todas las cosas que esa varita ha hecho.

—¡Pues ese es mi punto! —Dijo Hermione—. Esta es la varita que torturó a la madre y al padre de Neville, y ¿quién sabe a cuanta gente más? ¡Esta es la varita que mató a Sirius! Extraño mi varita, —dijo Hermione miserablemente—. Desearía que el Sr. Ollivander me hubiera hecho otra varita a mi también. (y es que esa mañana el Sr. Ollivander le había enviado una nueva varita a Luna. En ese momento ella estaba afuera en el jardín trasero, probando sus capacidades bajo el sol del atardecer. Dean, que había perdido su varita con los carroñeros, estaba mirándola un tanto melancólico).

En ese momento, la puerta de la habitación se abrió y Griphook entró. Harry se estiró para asir la empuñadura de la espada y la jaló cerca de él, pero Ron se dio cuenta de que el goblin lo había visto y que eso no le había hecho gracia.

—Estábamos revisando los detalles de último minuto, Griphook—dijo Harry, como si quisiera distraerle—. Le hemos dicho a Bill y Fleur que nos vamos mañana y que no se levanten para vernos partir.

Esa tarde, Bill les prestó otra tienda, la cual Hermione había guardado dentro de su indispensable bolsito de cuentas. Ron le había preguntado cómo era que no se lo habían quitado, y la chica le respondió que simplemente, y tras hacerle un encantamiento encogedor, lo había metido dentro de su calcetín. "Eres increíble, Hermione", le dijo con admiración.

Otro problema era cuándo dejar a Griphook sin la espada, puesto que esos días no habían podido reunirse en secreto para decidirlo porque el goblin, que muy probablemente se lo olía, no dejaba de vigilarles. Hermione, además, estaba en desacuerdo, y a Ron sólo se le ocurría que tendrían que salir corriendo.

La noche anterior, Ron daba vueltas y vueltas sobre el sofá, intentando dormirse, pensando en todo aquello. Tuvo dos visiones momentáneas de Hermione retorciéndose de dolor bajo la maldición Cruciatus, y de una asquerosa serpiente enroscándose en torno a Harry. En ninguno de los dos casos había podido hacer nada por ellos... Pero esta vez sí. Iba a emprender aquella peligrosa tarea con las dos personas que más le importaban en el mundo, aparte de su familia. Y si alguien le ponía la mano encima a Hermione o a Harry, iba a ver lo que era la cólera de un Weasley cuando ponían la mano encima a las personas a las que amaba. Como no podía dormir, se levantó y se dirigió a la cocina. Para su sorpresa, Bill estaba también allí.

-¿Qué pasa, Ronnie, no puedes dormir?

-No. Es que pronto vamos a emprender una tarea peligrosísima...

Ron Weasley y las reliquias de la muerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora