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A la mañana siguiente del horrible termino de Mariela con Samuel, los tres nos encaminamos-tal cual las viejas épocas-al colegio.

Blas y Samuel jugaban con las pozas de las primeras lluvias que se habían producido en el asfalto. En eso, un poco de agua saltó, y aunque intenté esquivarla no pude. Contemplé mi falda manchada y grité frunciendo el ceño:

- ¡Blas, para de chapotear en las pozas!

-Lo siento, Chris-se excusó él y señaló a Samuel, el cual reía sin parar. Estaba empapado al igual que Blas-. Quería lanzarle agua a ese maldito.

Me crucé de brazos y evité tiritar de frío.

-Bien, si quieren peleen entre ustedes, pero no ensucien mi ropa -dije intentando sonar seria.

-Lo siento-susurró risueño Samuel y comenzó a lanzar agua en contra de mi otro amigo.

No pude evitar alegrarme de verlos jugar a mí alrededor. Tenía la sensación de que más pronto de lo pensado, Samuel se olvidaría de Mariela. Me puse tan contenta con la idea que anudé mi bufanda naranja con fuerza y comencé a jugar también.

Era como volver a las viejas épocas en que sólo el viento y las sonrisas reinaban entre nosotros y se sentía agradable.

Al llegar al colegio estábamos empapados y la inspectora nos retó a los tres, para luego enviarnos en busca de uniformes de repuesto en el ropero comunitario. No podíamos parar de reír, a pesar de la seriedad de la pobre mujer. Me sentí culpable de hacerla enojar, pero estaba demasiado contenta.

-Dichosos esos uniformes, ya quisiera ser uno para estar junto a esos dos -murmuró Pilar Sánchez, mientras veía babosa a mis amigos.

Entorné mis ojos, ella me sacaba de mis casillas y tras notar que mordía su lápiz rosado y sonreía de una manera coqueta, no podía sentirme más que enojada. Odiaba los obscenos comentarios de las chicas cuando se referían a mis dos amigos. Sabía que a Pilar Sánchez le gustaba Blas, aunque más de alguna vez la vi dirigiéndole miradas a Samuel. Mariela y ella eran las mejores amigas y siempre eran raras y groseras al estar con chicas, pero al ver a un chico, se volvían muy amables y tiernas. Me enfermaba esa actitud, creo porque les resultaba bastante bien y a los perdedores, como es lógico, siempre les desagrada quien se reclama victorioso.

Lo que más me enojaba es que ninguno de mis amigos parecía notarlo, pues estos secretos parecían ser, de los que una chica tenía que llevarse a la tumba, quisiera o no quisiera.

-Te envidio, Chris -pronunció de pronto.

Siempre venían los halagos en algún minuto. Me concentré en mis estudios, pues lo que venía después me ponía de malas.

-No entiendo cómo es que lograste que esos dos te quieran como su amiga, después de todo, tú no tienes mucho de nada. Ellos te deben ver como un chico más, quizás...No lo sé, puede que sea eso.

Suponía mi rostro se había puesto rojo en su totalidad, así que me levanté de mi asiento y salí al baño. Esa chica me exasperaba tanto, además, era obvio que lo hacía con intención, pues penosamente Pilar Sánchez y Mariela Arroyo, ambas sabían mi secreto y lo usaban todo el tiempo en mi contra.

Cerré el baño con seguro y me senté en la repisa de los lavamanos frente al espejo. Sólo en ese momento, pude ver que estaba triste. Necesitaba pensar; omitir todas las palabras hirientes de Pilar.

Me arrepentía de haber sido su amiga en básica alguna vez y me arrepentía más, al pensar que esas dos habían sido mis mejores amigas. Darle ese rango a Pilar y Mariela, había sido demasiado. Era ponerlas al mismo nivel de Blas y Samuel, pero debo decir que nuestras amistades eran muy diferentes, al igual que mi personalidad.

En la escuela básica yo era muy tímida y tanto Mariela como Pilar, eran chicas mucho más llamativas. Ellas siempre me arreglaban, para que me viera como ellas y creo que lo agradecía, pero tenían la costumbre de criticar mis formas con mohines de desprecio. La juventud huele las diferencias y creo que ellas en cada gesto las ilustraban mejor que yo a esa edad.

La verdad, es que no sé siquiera el motivo de porque fuimos amigas, pero este lazo-no muy fuerte-terminó de quebrarse a los doce, cuando les conté de quien estaba enamorada. Ambas decidieron que me ayudarían, pero resultó ser un revoltijo horrible, donde ellas concebían la ayuda como una extraña chica obsesionada.

Las dos consiguieron el celular de Samuel, y lo llenaron de mensajes románticos de una chica anónima. Les pedí que pararan, pero continuaron asediándolo en los pasillos con bromitas y juegos, rogándole por ayuda en clases, lanzándole notitas y preguntándole cosas sobre cómo era su tipo de chica ideal.

Samuel es amable, pero no por esto tiene paciencia de acero. Así que tras varios días de insistencias se puso irascible. También se enojó conmigo, pues esas dos eran mis amigas y me hacía mágicamente parte del grupito de acosadoras.

Finalmente enunciaron, aquella frase que no quería escuchar:

-Sam, tenemos una amiga a la que le gustas, ¿ella tendría posibilidades contigo?

Él nos miró con seriedad y musitó, las palabras que me rompieron el corazón:

-No, a mí me gustan las chicas que dicen las cosas de frente, no las que usan a sus amigas para conseguir algo.

Luego se apartó de nosotras, y me sentí fatal. No tenía la intención que mis amigas se entrometieran, sólo quería que me dieran consejos, no que hicieran todo por mí, de la manera menos cercana a mi forma de ser.

Luego de aquel incidente, fingí durante dos días estar enferma del estómago para poder ausentarme de clases. Mis dos amigas me sonrieron con amabilidad al regresar al colegio, pero esta actitud, se detuvo cuando comentaron los últimos acontecimientos:

-Admitámoslo, tampoco tenías oportunidad.

Me puse a llorar de inmediato y cuando le conté a Blas, lo que ellas pensaban de mí, él sólo me consoló manifestando una sola frase:

-Ellas no son tus amigas.

Fue así como decidí que debía tener nuevas amistades.

Las cosas detrás del solDonde viven las historias. Descúbrelo ahora