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Hacer los preparativos para la ceremonia en honor al día de las madres, se fijó en nuestra rutina los días que siguieron. Samuel, Blas y yo, dedicábamos horas enteras a mirar papelerías y aparadores en busca de cosas que nos gustaran.

Sentía que era como volver al tiempo en que los tres recorríamos las calles para mirar el amanecer, escuchábamos música en la habitación de Samuel o jugábamos al fútbol. Y me agradaba, me hacía feliz hasta la ansiedad. Tenía claro que algún día todo terminaría y no estaba lista.

Samuel con arduo trabajo intentaba reincorporarse a nuestras viejas rutinas, pero la presencia de Mariela se había transformado otra vez, en una trinchera importante para acceder a él. Fue en uno de esos días de paseo que, tanto Blas como yo, sentimos de nuevo el abandono.

- ¡Chris!

Me giré sobre mi eje y grité apartándome, tras ver que Samuel y Blas se acercaban a toda velocidad en un carrito.

- ¿Qué están haciendo? No deben jugar con eso-Los reté-. Nos podrían sacar de la tienda.

Samuel me entregó una flor.

-Creo que esta me gusta como recuerdo.

-No seas tan grave, Chris. -Blas me sonrió y negué con la cabeza, retomando mi camino.

-Apresuren, aún debemos comprar servilletas, tenedores y platos.

- Y los materiales para el trabajo de arte -continuó Blas.

El celular de Samuel comenzó a sonar, interrumpiendo nuestra conversación. Era la tercera o cuarta vez en el día y siempre la dueña de la interrupción era Mariela.

- ¿Hola? Sí, estoy comprando las cosas-entornó los ojos y levantándose de su asiento, dio un salto y salió del carro.

-Imbécil. -Le criticó Blas.

En aquel momento sentí que si había alguien que odiara más a Mariela, que mi persona, pues ese debía ser mi amigo.

Cuando regresó Samuel nos miraba con rostro apenado.

-¿Te vas? -inquirí.

Samuel agachó la cabeza y se desordenó el cabello.

-Volveré pronto.

-Sí-espetó Blas burlón-, vuelve cuando hayas terminado con ella de verdad o al menos, conseguido amor propio, por favor.

Lo normal, es que Samuel hubiese aceptado el arrebato de Blas, pero como en aquellos días ya nada era predecible, éste continuó la conversación con algo aún más desagradable:

-¿Celoso?

-Idiota-dijo Blas demostrando que se podía estirar más la situación, a lo que Samuel respondió con una sonrisa:

-Celoso.

Yo sólo interrumpí, cuando vi a Blas precipitarse contra Samuel con los puños cerrados y la mirada crispada.

-¡Paren!

Ambos suavizaron sus semblantes tras escucharme, pero sólo Blas atinó a decir el punto final:

-Si no regresas. Busca algo con que pedir perdón.

Samuel arqueó la ceja, y negando con la cabeza lo vi salir del local. Mi enojo pensó en desatarse contra Blas, pero él me había protegido de un llanto inclemente con cada una de sus palabras.

-No tienes que defender a nadie.

-No te defiendo, en realidad sólo lo digo porque detesto como se está comportando-afirmó Blas apoyándose en el carro y dándole una patadita al freno de la rueda derecha.

Cuando terminamos de hacer las compras, sucedió lo que ambos sospechábamos, Samuel no regresó y nos fuimos solos de regreso a casa. Me sentía triste y la lluvia sólo me servía de excusa, para que una que otra lágrima se escapara de mis ojos sin tener que ocultarla.

- ¿Por qué simplemente no le dices la verdad? -Me preguntó Blas quitándome mis bolsas, para comenzar a cargarlas él.

Lo miré impresionada, no esperaba que fuera tan directo, aclaré la voz y cerré los puños.

-No estoy enamorada de Samuel.

Blas se reía de mí a carcajadas.

-Ya para-ordené ofuscada.

-Chris, la verdad te hará libre. -Me comentó mi amigo con tranquilidad y se me hizo contagiosa. Me alegraba que no pensara que lo había traicionado al enamorarme de Samuel.

-No creo que Samuel me vea de esa forma-argumenté intentando aplacar mi nerviosismo.

-Puede ser, pero no pierdes nada con ser honesta. Después de todo, esos sentimientos son de verdad ¿no?

El camino había terminado y mi amigo depositó las bolsas en la acera de la entrada.

-Si fuera honesta-Froté mi brazo-, él podría dejar de verme como una amiga.

Blas seguía esbozando una sonrisa burlona. Era exasperante y cuando en aquel entonces, lo más importante que cobijaba mi corazón, eran mis emociones primerizas del amor no correspondido, él lograba sacarme de quicio con sus caras.

-Eso es mentira, decir la verdad no te quitará un amigo.

-Samuel es complicado.

-Tú eres complicada. -Me señaló mientras comenzaba a retroceder y retomaba su camino.

- ¡¿Y si me dice que no me quiere de esa forma?!

-Entonces nada-añadió Blas encogiéndose de brazos-, pero serás libre.

La idea de acabar con esa situación me asustaba. No tenía oportunidad en comparación a Mariela, pero ya estaba harta de que él omitiera mis emociones. Pensé que tal vez, Blas tenía razón.

- ¡No seas cobarde! ¡Es fácil! Sólo es decir la verdad-repuso Blas animándome y yo negué con la cabeza, mi cuerpo ya había comenzado a temblar.

-No lo sé, Blas.

Mi amigo se acercó nuevamente, veloz, radiante y me dio un abrazo del que fui incapaz de huir. Porque su mejilla estaba tan cerca que era imposible no cerrar los ojos y la tibieza que despedía su cuerpo era perfecta para días tan fríos.

-Me gustas mucho, Chris-murmuró.

Luego, se alejó volviendo a su camino.

- ¡¿Ves que es fácil?! -gritó despidiéndose con la mano entre sonrisas y para ese entonces, no supe qué debía sentir.

Las cosas detrás del solDonde viven las historias. Descúbrelo ahora