En casa, a menudo las ventanas se azotaban con el vendaval, crujiendo y recrujiendo, le daban un aspecto terrorífico. Solía levantarme siempre que eso sucedía y aplacaba mis temores bebiendo una taza de leche y recorriendo las paredes con la mirada.
No me gustaban las noches como aquellas, pues siempre parecían hechas para asustarnos. Una de esas tantas veces, mi hermana me encontró y preguntó:
— ¿Por qué despierta a estas horas, pequeña?
Acto seguido, puso el agua a calentar y la flama azulada del gas, me aturdió con su sinuoso baile. Agité la cabeza y respondí:
—La lluvia está muy fuerte.
— ¿Te da miedo?
—Un poco.
Mi hermana se preparó un vaso de leche caliente y se sentó frente a mí.
—También me da terror—Suspiró—. Hace mucho no estaba en la casa y escuchaba esos ruidos—Sonreí sin ánimos de indagar en esa conversación—. ¿Qué pasa, pequeña? , te ves triste.
—Discutí con Blas y Samuel, pero me preocupa que ambos queden condicional.
—Entonces pídeles disculpas.
Negué con la cabeza, no quería pedir disculpas por algo que no sentía.
—Mmm...Entonces, creo que deberás decirles que deseas seguir siendo su amiga.
—Discutí con ellos de una manera horrible. Nunca antes me había peleado tan fuerte con ellos.
—Una cosa es que se hayan enojado y otra que no te preocupen, si quedan condicional es muy probable que les nieguen la matrícula el próximo año.
Agaché la cabeza. No esperaba que mayo fuera tan implacable.
—Sólo debes ser clara y firme, las personas nunca entienden de otra manera—Nino me guiñó un ojo y bebió un sorbo de su bebida—. Aplica mis consejos y todo saldrá bien.
Aquella lección me pareció tan simple, que dudé de su efectividad y finalmente la apliqué, sólo porque me rondó en la cabeza toda la noche.
La conversación nocturna entre las dos se extendió más de lo esperado, Nino me contó sobre su época en la universidad, sobre sus premios en debate y los amigos que había dejado atrás. Me contó sobre su primer jefe y sus primeras fiestas universitarias. Disfruté cada palabra, chiste y exhalación suspensiva que lastimosa, parecía avisarme que Nino creía que todas esas épocas habían pasado para ella. Me dejaba llevar por las historias de mi hermana, por el fuego azulado en la hornilla, por la leche calentando mis mejillas con su vapor y el pelirrojo cabello de mi hermana que se colaba entre mis pestañas cada vez que el sueño vencía.
Cuando ya estaba lista para ir a mi habitación, Nino presurosa tomó la palabra una última vez:
—Chris, quiero comprarle un regalo a mamá, ¿crees poder acompañarme?
—Claro—afirmé alegre—. A mamá le encantará si le das algo, además, está un poco triste.
—Lo sé...
A veces, no me calza en la cabeza este recuerdo, con lo que aconteció después. Hay días en que me veo pensando en todo esto como si hubiese sido un sueño y la verdad que salta a mi cabeza es que Nino y yo jamás hicimos nada, sólo nos dedicábamos a habitar la cocina en noches terroríficas. Ella era un fantasma y yo también, pero ninguna en la misma dimensión. Estábamos tristes, motivos siempre hay de sobra.
Durante muchos años, pensé que Nino sólo había querido causar daño y cuando regresó, sólo pensé que era confusa. Aunque ella en realidad, sólo quería ser una buena hija que le compra regalos a su madre y planea con una sonrisa algún detalle para alegrarle la vida a un ser querido.
Debo admitir que el día en que salimos a comprar juntas el regalo para mi madre y buscamos por todas las tiendas, riéndonos de aquellos que eran feos. Fue uno de los días más felices y agradables que he tenido, sea o no sea nítido como la realidad para mí, me gustó y mucho.
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Las cosas detrás del sol
Teen FictionChristina, Samuel y Blas han sido amigos desde la infancia, pero el otoño se acerca y ninguno se siente preparado para las ráfagas de viento que anuncian un invierno duro. El recuerdo de un horizonte soleado en el fin del mundo, es lo único que par...