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Samuel deseaba hacer un recuerdo para cada una de las madres de nuestra clase, para ello necesitaba treinta y cinco hojas de árbol. Buscaría las más hermosas que pudiese tener y para asegurarse de poseer una buena cantidad de opciones, recogería todas las que pudiese acumular. De este modo, fue como a las cinco estábamos Blas, Samuel y yo recogiendo todas las hojas caídas del serbal.

Una sensación de satisfacción me inundó cuando comenzaron a rastrillar y recoger cada hoja para llevárselas en una bolsa. Ambos se veían muy animados. Pensé por un segundo que Samuel tenía razón y nuestra amistad podría con mayo y me puse feliz.

- ¡Chris! -gritó Blas jugando con las hojas-. Ven aquí o te iré a buscar.

Raudo, se acercó a mí envuelto con una bolsa y rugiendo, yo comencé a correr y sin darme cuenta me encontré riendo. Ambos vimos con cierto recelo que Samuel no se incorporaba en nuestros juegos, él sólo recogía hojas y nos miraba como si se estuviera apagando. Blas y yo intercambiamos algunas miradas y sonreímos determinados a unirlo a nuestro juego. Organizamos una emboscada, logrando que cayera entre las hojas. Todo el miedo disminuyó cuando comenzamos a reír a carcajadas, pero una vez estábamos todos sentados, Samuel tomó la palabra con una gravedad desconcertante:

- ¿Ya estás bien, Blas?

-Un poco mejor-dijo jugando con las hojas-. Sólo fue algo momentáneo. -Liberó una dulce sonrisa y se encogió de hombros.

-Si haces algo estúpido Chris se pondrá triste, no hagas nada o no te lo perdonaré.

Y pude entender que sólo estaba retomando la conversación del otro día.

- ¿Ponerla triste yo? -Blas arqueó la ceja- ¿Qué es lo que haces tú todo el tiempo?

-Es imposible hablar contigo, ¿cierto?

No supe qué hacer cuando ambos empezaron a hablar de esa manera. Ninguno de los dos ya sonreía y las hojas de nuevo no eran agradables.

-Tú eres el que nunca quiere escuchar-Blas se levantó del suelo-. Eres incapaz de decir o siquiera admitir lo que sientes, aunque todo el tiempo dices que el arte te sirve para eso, eres un cobarde.

- ¡¿Cobarde?! -Samuel se levantó y de pronto ambos lucieron como dos árboles más-. Tú eres el que siempre se desaparece, tú eres el que no quiere ayuda y finge que está bien-Samuel comenzó a llorar- ¡Cuando todos sabemos que no es así! ¡Para de mentir, Blas! ¡Yo no soy el que está mintiendo!

-No estoy para seguir escuchando esto.

La rubia cabeza de Blas comenzó a negar todo lo escuchado, y cogiendo su morral se empezó a distanciar.

- ¡Pídele disculpas a Chris! -vociferó Samuel-. Quieras o no a ella le importas, Blas.

-Siento haberte preocupado, Chris-Luego, éste intercambió miradas con Samuel y dijo agresivo-. Ahora, tú también pídele disculpas.

Me levanté enfurecida y comencé a alejarme. No iba escuchar una conversación en la que yo sólo estaba presente como una parte de su pelea.

-¡Lo siento, por haberme enojado!-gritó firme Samuel-. No es tu culpa, yo sólo no quería que nuestra amistad se terminara, pero-suspiró-...Creo que ya pasó y quizás, fue mi culpa, pero no quería quedarme solo. Quizás, es lo que necesitamos.

Tras escuchar esto me apagué, Samuel siempre lograba romper mi corazón, incluso cuando creía ya no tener ni un pedazo en pie. Dudé qué quería decir. No entendía bien mis propias emociones.

Ambos estaban mintiendo sobre haberse reconciliado. Me parecía ofensivo que vinieran a mi casa actuando como amigos, siendo que desde hace mucho no lo éramos.

-Siento haber querido alejarme de ustedes-expuse firme y cerrando mis puños enterré mis uñas en las palmas-. Siento mucho haberme reído cuando estaba sin ninguno-Fue ahí que lo comprendí, estaba lastimada, enojada, enfurecida y asustada de mí misma y de nosotros. Ladeé la mirada y aguanté el nerviosismo-. El otro día cuando me fui, en gran medida es porque no me molesta tanto estar sola como pensé, ustedes sólo quieren estar conmigo cuando se asustan, no es mi intención seguir así-Puse mi mirada en ambos y hablé con firmeza-. Blas, me da miedo que en esta época cambias, hasta el punto en que no te encuentro y Samuel-elevé la mirada y liberé un suspiro-... Si Mariela no te quiere, deberías asumirlo de una buena vez y dejar de venir por nosotros cuando ella no está contigo, tú no la quieres, ella no te quiere, ¿es tan difícil decirlo?-Negué con la cabeza-. No me entiendo bien en este último tiempo, me cuesta explicar lo que siento. ¡Quizás, ya me acostumbré a que me dejen olvidada y no sé cómo decirles mis sentimientos! Avísenme cuando se hayan reconciliado de verdad, luego ahí veré si deseo reconciliarme con ustedes, siento querer estar sola y disfrutarlo, pero no creo estar bien y estar sola es lo que necesito.

Me adentré en mi casa y me encerré en la habitación.

Un cúmulo de sentimientos encontrados, estaban en mi cuerpo y era incapaz de reconocer alguno. ¿Realmente estaba enojada con ambos? Me lo preguntaba, pues no creía que la sensación de amargura que emanaba mi cuerpo, fuera por culpa de alguno de ellos. A veces, creo que estaba confundida y sólo eso, pero ¿por qué?

Me sentía sola, y tenía miedo de quedarme sola. Ambos parecían listos para alejarse y yo quería alejarme. Lo necesitaba, porque mi casa y mi cabeza se estaban rompiendo y no quería que nadie viera de que por primera vez, era yo la que no estaba lista para resistir al otoño.

Las cosas detrás del solDonde viven las historias. Descúbrelo ahora