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Tal cual lo predije mamá no pudo ir al acto en su honor, porque Nino tuvo algunas complicaciones y prefirió quedarse haciéndole compañía, ambas tenían muchas cosas que resolver. Me pareció bien que hubiesen comenzado a solucionarlas.

Mientras ellas hacían eso, todas las otras madres, disfrutaban de cada uno de los detalles preparados por nosotros. Incluyendo a la abuela de Blas, la cual fue por primera vez invitada a un evento como ese. Estaba emocionadísima.

— ¿Puedes creerlo?—Me dijo Blas con una sonrisa en la cara—. Siempre creí que estás cosas no le gustaban.

Ambos vimos a su abuela hablando con las otras madres y exhibiendo el regalo que le habíamos hecho a cada una. Creo que al final, la gran ganadora de ese día fue la abuela de Blas y no la maestra de arte, aunque ella nos felicitó de manera especial por los bellos regalos que habíamos hecho y dijo que hablaría con el inspector por lo de las sanciones.

Es que el regalo que Samuel había diseñado, era precioso. En cada hoja habíamos modelado un pequeño paisaje, en el que había una madre con su hijo jugando en un parque y se había asegurado de que todos fueran diferentes, unos en columpios, otros en balancines, jugando a la ronda y lo que su loca imaginación le permitiera hacer.

Me sentía un poco triste, pues mi hermana y mi madre, estaban todavía en el hospital y no había podido ver nada de eso, pero me causaba felicidad el hecho de que papá y Fernandito, me hubieran acompañado grabando todo, para que tanto mi mamá como mi hermana lo vieran después.

En cuanto a mi discurso, pues la elección del tema se me hizo más simple de lo que pensé y hablé sobre la violencia contra la mujer. Todavía me sentía algo inestable por lo que había pasado con mi hermana, pero con ayuda, tuve la valentía para poder enunciar las palabras que quería.

Cuando terminé el discurso, busqué a mis dos amigos con la intención de seguir compartiendo con ellos, pero lo único que vi fue a Samuel, hablando con su madre y la familia de Mariela. No sabía el motivo, pero todavía me descomponía verlos juntos. Mi corazón se oprimía, aunque sabía era una historia que pronto estaba a punto de morir, porque por primera vez en mi vida quería apagar todo sentimiento por Samuel para siempre.

Se sentía doloroso, pero creí que era el momento adecuado.

Blas también se puso a ayudar y cuando notó la razón por la que estaba tan apagada, reprochó mi conducta con un duro comentario:

—Si vas a seguir mirando, pues entonces tienes un problema.

—Sabes, creo que Samuel siempre estará con chicas como Mariela. Supongo no es malo, ella no es tan terrible como creía.

—Eso no es cierto. —Le defendió Blas tajante y con el ceño fruncido.

—Mira como habla con ella. Creo que hasta se ven lindos.

Blas negó con la cabeza, liberó un resoplido, que asumo fue de exasperación y tomando de mí mano me llevó al patio y dijo mirándome con seriedad:

—Samuel y ella no volverán, para de una vez, Chris. Todo el tiempo vives observando en silencio como la vida pasa a tu lado, no puedes seguir así. Crece y haz lo que quieres, dile que te gusta y termina con esto. Estoy harto de ver que ninguno haga nada más que quejarse.

—Tú también me gustas.

El polen del pasto húmedo flotaba en el aire frío armonizando la verdad. No me costó decirlo, no dudé ni un poco para mi asombro. Al contrario de lo que me pasaba a menudo con Samuel, pero Blas tampoco dudó en destrozarme:

—Nos besamos, el año pasado.

Silencio.

Latidos y lágrimas.

Las cosas detrás del solDonde viven las historias. Descúbrelo ahora