Las palabras que pronunció Samuel cuando tenía doce años, me dejaron pensativa y tras largo tiempo meditándolo, decidí que debía ser una persona más extrovertida.
Es asombroso notar cómo una frase o una persona nos puede llegar a impresionar tanto, sé que para mí Samuel, Blas y mi hermana tienen ese rango, al igual como para Samuel lo tenemos probablemente sus dos amigos, sus padres y Mariela, pero si debo decir que hay personas que nos marcan de modo positivo y negativo, no puedo olvidar jamás en la forma en que el padre de Blas y el recuerdo de su madre, lo afectaban de una manera explosiva.
—Bien alumnos, se acerca mayo, y como todos sabrán, es momento de indicar los materiales para el regalo del día de las madres.
Samuel y yo intercambiamos miradas de terror, tras escuchar aquella frase. No esperábamos que la profesora de artes comenzara tan pronto con los preparativos. Estábamos a dos semanas de la fecha señalada y por ende había iniciado la peor época del año.
—¿Puedo excusarme de hacer el regalo? —preguntó Blas indolente.
Así era todos los años y cada vez que se asomaba esa pregunta, la profesora respondía con una negativa.
—Es una nota, Blas.
No entendía la fascinación de esa mujer, por restregarnos en la cara que Blas no tenía mamá.
Arrimé los ojos y aparté mi bolígrafo enojada. Ya no quería seguir escuchando, era probable que Blas, como todos los años se levantaría, de su asiento y saldría de la sala sin mirar a nadie, al menos, eso pensé en ese instante, pero esta vez fue diferente, para asombro mío y de Samuel.
—Está bien—asintió Blas con una sonrisa— ¿Los mejores trabajos se exhibirán o tendrán doble calificación?
—Todavía no lo tengo claro, pero sospecho darás tu mejor esfuerzo.
Blas asintió con la cabeza sonriente e intercambió miradas con nosotros, en busca de nuestra aprobación. Samuel le sonrió y lo empujó en signo de conformidad, yo sólo lo miré desde mi asiento y asentí con la cabeza orgullosa.
Me tranquilicé al verlo feliz. Como presidenta de curso debía armar el acto de homenaje para el día de las madres y no creía ser capaz de soportar ver los ojos tristes de Blas. Es que mi amigo solía ser extrovertido y risueño la gran parte del año. En general, si lo veías en una época diferente, pensarías que era un chico normal con una vida normal, pero en otoño todo cambiaba. Partía como una hoja bajando por los árboles. Sus sonrisas se hacían tenues, luego esporádicas y un día te lo encontrabas totalmente marchito y no lograbas precisar el instante, en que había caído la primera de todas las multicolores frondas.
En el segundo recreo y de manera excepcional, me senté en el patio a contemplar como Blas jugaba al fútbol con mis demás compañeros. Samuel permaneció a mi lado, pues él no tenía tanto talento para esas cosas y lo agradecía, porque me agradaba disfrutar de su compañía mientras dibujaba.
—¿Puedes creerlo? —Le pregunté sin parar de mirar estupefacta a Blas, quien no paraba de reír y celebrar un gol que había puesto.
Blas estaba exhausto, pero animoso.
—Creo que prefiero no confiarme —murmuró Samuel concentrado en su dibujo.
Intenté ver lo que dibujaba, pero él se alejó a toda velocidad y cubrió su boceto.
—No está listo todavía. —Samuel parecía un gato arisco cuando se trataba de su arte.
Le saqué la lengua y arreglé mi cabello.
—Igual lo veré tarde o temprano.
—Pienso que todavía nos queda mucho tiempo del mes, para confiarnos —repuso él volviendo al tema.
ESTÁS LEYENDO
Las cosas detrás del sol
Novela JuvenilChristina, Samuel y Blas han sido amigos desde la infancia, pero el otoño se acerca y ninguno se siente preparado para las ráfagas de viento que anuncian un invierno duro. El recuerdo de un horizonte soleado en el fin del mundo, es lo único que par...