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Pateé una piedrita y la lancé lejos de la pura rabia, para luego liberar un bufido y caminar a casa.

— ¡Samuel es un tonto! —grité.

—Está celoso—comentó Blas haciendo que mi corazón se sintiera prisionero.

—¿Lo crees?

—No me hagas repetirlo, Chris. —Se quejó Blas, guardando las manos en los bolsillos.

—Bueno—aprobé agachando la cabeza y guardando silencio.

—Ya deberías decirle, ambos se gustan, me está cansando ser quien trate con los dos.

Esbocé una sonrisa y di saltitos de alegría por el lugar.

—¿Crees que debería?—Me sentía como en un cuento, pero las desconfianzas volvieron cuando recordé a Mariela—. Quizás, tengo que esperar un tiempo más.

— ¡¿Para qué?! —Inquirió Blas tan enojado, que había subido el tono de su voz—. Si a él le gustas y ti  te gusta, ¿qué necesitas comprobar? —Negó con la cabeza—. A veces, no los entiendo.

—No entiendes porque no eres como yo—Le saqué la lengua a Blas y elevé el mentón—. Necesito otra señal, algo que me compruebe lo que dices.

Tenía miedo y pronto vomitaría mi almuerzo, pues se me habían juntado las emociones de haber pensado que Blas había desaparecido otra vez y que Samuel, tal vez sí estaba enamorado de mí. Creo nunca reparé en que mi infantilidad rayaba en la crueldad.

— ¿Y si sólo me ve como su amiga?

Blas negó con la cabeza.

— Ya para. —Blas me dio un empujoncito con el hombro y comenzó a reír.

—No muestres pan ante los pobres.

Sonreí. Me alteraba la idea de ser correspondida e imaginaba miles de formas de expresar lo que sentía. Debía responder a las preguntas ¿Cómo?, ¿cuándo?, y ¿dónde? Me imaginé en muchas situaciones, de camino al colegio, en su casa, en el pasillo del segundo piso, en mi casa e incluso, un sábado por la mañana, mientras mirábamos las nubes. Todas mis imaginaciones rayaban en cursis escenas imposibles de llevar a cabo, pues las frases escogidas estaban muy lejanas a las que usaba en el cotidiano. La verdad, es que no sabía qué decir, cuándo decirlo y mucho menos cómo, pero lo que si tenía claro era que frases románticas no me servirían más que para alimentar mi imaginación.

En la realidad, el amor es distinto, es rápido y sin precauciones. Sabía que si me demoraba mucho podía volver a perder, pero algo en mí me hacía flotar a casa. Estaba tan contenta que al llegar y mientras dejaba mis cosas desperdigadas por el salón, fui incapaz de notar que algo malo había sucedido.

 Estaba tan contenta que al llegar y mientras dejaba mis cosas desperdigadas por el salón, fui incapaz de notar que algo malo había sucedido

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Las cosas detrás del solDonde viven las historias. Descúbrelo ahora