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El pasillo tras el mural y junto a la ventana del segundo piso, siempre estaba vacío. Cuando estaba triste su silencio me permitía pensar con tranquilidad e imaginar por largas horas, todas las formas posibles en que mi vida correría. Eran como pequeñas fotografías que avanzaban por mi mente como una película muda, donde las acciones eran gestos y sonrisas afables bajo un sol veraniego. Ideas así de alegres no se tienen todos los días en la vida y ahora que, me encuentro en la época de cometer errores, sé que esas ideas se aferraron a mi corazón como el recuerdo de un caleidoscopio que quiero volver a observar.

Aquel lugar en el segundo piso era mi favorito, pues siempre cabía además la posibilidad loca de que Samuel llegara. Él al igual que yo, era de los pocos alumnos que nunca temía subir ahí.

—Te encontré—Samuel se sentó a mi lado y sonreí—. ¿Por qué estás escondida?

—No me sentía muy bien, quería descansar.

—¿Te sientes mal?, ¿necesitas algo? —preguntó levantándose como si fuese un resorte—. Si quieres voy y te traigo algo de la inspectoría, creo que no tienen calmantes, pero tienen hierbas y...

Negué con la cabeza y reí. Samuel parecía creer que tenía alguna clase de dolor o algo así, pues se veía un tanto urgido como nervioso.

Golpeteé el piso con la mano.

—Siéntate—le ordené tranquilizándolo.

Samuel se sentó y suspiró, creo que aliviado. Me causó más gracia y comencé a reír a carcajadas.

—Eres un tonto, ¿realmente ibas a ir? —Estaba algo impresionada de haber descubierto ese pedazo de mi amigo que nunca antes había visto.

—Sólo quería ser amable—Se frotó su nuca y rio—, pero agradezco que no me estés pidiendo, ya sabes...cosas.

—¿Qué cosas? —pregunté alargando su tortura.

Torció el labio y esquivó mi mirada.

—Ya sabes, esas cosas...

—Me haces reír. Ya me siento bien, gracias —añadí secándome los últimos residuos de la pena causada por Pilar.

—Sólo quise ser amable...Un buen amigo.

—Tú siempre eres amable.

La presencia de Samuel me tranquilizaba. Realmente quería que se enamorara de mí, aunque no tenía ni la más mínima idea de cómo lo haría.

Los estrepitosos pasos de alguien, cortaron el silencio que reinaba en el pasillo del segundo piso, y luego avanzaron torrencialmente hasta el rincón.

— ¿Qué hacen aquí?, los estaba buscando.

—Vine a buscar a Chris, porque no se sentía bien.

Blas se sentó entre ambos y nos abrazó.

—Me tenían preocupado, creí que ya no querían juntarse conmigo.

—Claro que no quiero—Lo apartó Samuel con una sonrisa burlona de lado a lado—. Chris me paga para que sea tu amigo.

—Lo siento, teníamos que decirte tarde o temprano —declaré negando con la cabeza.

Los tres reímos, y miramos como los demás jugaban abajo. Mariela estaba con sus amigas sentadas en una banca. Pronto comenzaría a llover, pero nadie parecía notarlo y por un minuto o dos, quise que si llovía mojara a Mariela, pero luego se me olvidó porque la mente es frágil. Era feliz con mis dos amigos y entre bromas no había tiempo de pensar en esas cosas.

— ¿Creen que seamos amigos siempre?—preguntó, para mi pesar Samuel.

—Espero que sí —afirmó Blas.

Las cosas detrás del solDonde viven las historias. Descúbrelo ahora