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La violencia es como una bomba puesta en alguna de las habitaciones de tu hogar. Los ocupantes de la casa en que se ha hospedado la violencia no notan que está allí, hasta que se han desintegrado todas las caricias y suplido por dolorosas palabras. Eso pasó en nuestra familia y todavía cargamos con los recuerdos que desmembraron lo bueno y golpearon nuestros cuerpos contra las paredes. Cada día nos levantamos con un poco de ese recuerdo e intentamos sonreír uniendo los escombros de los abrazos que no fueron agredidos.

Resultó ser que el hermoso rostro de mi hermana fue destrozado por su esposo. El cual intentó quemarla viva, para después suicidarse.

Toda la familia se sintió más tranquila al saber que a Fernandito nunca le pasó nada, pues su padre no pudo retirarlo aquella tarde en el jardín. Creo que a Nino eso igual la tranquilizó al recuperarse.

Los primeros días no me dejaron ir a verla, pues ella tuvo muchas intervenciones. Mi madre me dijo que las quemaduras no fueron tan graves como se pronosticaban, ya que ella había escapado y era más fuerte de lo esperado.

Todos en la ciudad creían que era casi como un milagro y mucha gente trajo donaciones a Nino y Fernandito para que enfrentaran la recuperación lo mejor posible. Al ver los regalos y los buenos deseos que le dedicaban a ambos, me alegré mucho y esperaba con ansias que mi hermana estuviera en condiciones para ver todo lo que la gente la quería.

También me puse a pensar en lo que haría para ella, cuando pudiera ir a verla. Deseaba llenar a mi hermana de momentos que la hicieran sentir alegre y la idea me mantuvo entretenida horas enteras.

— ¿Qué crees debería hacer? —le pregunté a Samuel un día en su taller.

—Decirle que la quieres estaría bien—Y luego sonrió—, pero si no sabes cómo, pues hazle algo con tus propias manos.

— ¿Cómo qué?—pregunté esperando que me diera una idea.

—Quizás, deberías darle un regalo por el día de las madres—Me aconsejó mi amigo— y también aprovecha y comienza a pensar en el discurso que debes hacer para el acto.

Suspiré la idea del acto no me motivaba en lo más mínimo.

—Creo que ahí improvisaré.

— ¿Tú mamá irá?

—No lo sé, está un poco ocupada con Nino y no creo que tenga tiempo.

—Mmm...Sabes, si quieres yo me encargo de terminar la decoración para el día de las madres y así tú puedes ir al hospital o a ver algo para tu hermana.

—Gracias—acepté alegre.

Cogí mis cosas y mientras hacía abandono de la casa, pregunté algo que me venía rondando la cabeza hace días, pero que no había tenido tiempo de analizar:

—Samuel, ¿has visto a Blas?

Mi amigo negó con la cabeza y ahí fue que los dos notamos que otro árbol se estaba deshojando ante nuestros ojos.

— ¿Te ha llamado su abuela?, ¿o has hablado con él? —inquirí preocupada.

—No, en realidad hace días que no hablamos, ¿no te fue a visitar?

Negué con la cabeza, todos me habían ido a visitar. Hasta Mariela y sus amigas pasaron a saludar a la casa. Eso me dejó mareada, pues tuve que replantearme mis afectos a esas personas. Parte de crecer es descubrir que muchas personas son buenas, enterarme que Mariela y sus amigas lo eran me dejó con gusto amargo y luego con una sonrisa en la cara.

El que Blas no hubiera ido me preocupaba.

—Bien, entonces—Me froté el brazo—. Creo que tendré que ir a buscarlo.

Las cosas detrás del solDonde viven las historias. Descúbrelo ahora