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Durante la noche, luego del incidente con Samuel, creo haberme despertado a lo menos dos veces asustada. No podía dejar de pensar en el árbol de serbal y en Blas. Su forma de ser, las cosas que decía, todas sus bromas, su eterna y silenciosa presencia en mi vida. Él era sobrecogedor y amable, profundo y suave. Transcurridos unos minutos, pensé que quizás, ese terror que vapuleaba mi corazón era un presentimiento, así que tomé mi celular y llamé a Blas.

— ¿Qué pasa?

Sonreí al escuchar su voz agotada y supe que podía volver a dormir.

—Marqué mal el teléfono—susurré.

—Chris, es tarde. Te quiero, duerme bien.

—Buenas noches... también...—Blas cortó la llamada.

Blas estaba bien y mis miedos eran infundados. No sabía cómo quitar de mí ser esos temores que me envolvían.

Mi celular comenzó a sonar y al ver quién era en el visor, me apresuré a contestar.

— Chris. —La voz de Samuel se escuchaba nerviosa y febril, mi corazón daba tumbos.

— ¿Qué pasa?

— ¿Blas está bien?

Sonreí aliviada tras escuchar esto.

—Acabo de preguntarle lo mismo por celular y hasta que lo llamé, dormía bien.

—Genial....

Ambos guardamos silencio unos segundos. La respiración de Samuel se escuchaba del otro lado del auricular y no sabía qué sentir. Pensé en decirle que todo estaba bien, que por favor volviéramos a ser como antes, pero cuando sentí como las palabras estallarían en mi boca, él comenzó a mantener un monólogo:

—Lo siento, no he cumplido lo que te prometí—suspiró—. Estoy enojado y no sé bien la razón, quiero dejar en claro que no es algo contigo o con Blas, sólo no me siento bien y te dije que haríamos todo lo contrario a lo que hago ahora.

Contuve la respiración. La persona que estaba al otro lado del teléfono, me gustaba. Estaba enamorada, de esa persona lo suficiente incluso como para que aquellas palabras tan sencillas, me hicieran temblar. Sabía que no eran nada más que limosnas de mejor amiga, pero con ellas sentía que podía seguir viviendo todos los días.

—Chris, ¿qué pasaría si todo volviera a ser como antes?

Pensé en ser sincera tal cual me había aconsejado Blas:

— Samuel...

—Me siento sin palabras, disculpa, Chris, no me siento bien, gracias por responder, buenas noches.

Liberé un rugido y pensé en todas las expresiones groseras que pude haberle dicho, pero que se guardaron en el momento.Me dolía su forma de ser. Siempre actuaba como si fuera a estar para él todo el tiempo.

Muchas veces imaginé que le diría mis sentimientos a Samuel, que la valentía inundaría cada trozo de mí y las palabras brotarían sin esfuerzo, pero él nunca parecía dispuesto a escuchar y fue eso lo que sentí ese día, amargándome los días que siguieron.

Las cosas detrás del solDonde viven las historias. Descúbrelo ahora