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Entré sigilosa en casa y recordé que había estado dando esquinazo a Álex durante todo el día.

Quizá no me ha oído, pensé triunfal, pero justo cuando intentaba llegar a mi cubículo sin ser vista, asomó la cabeza por la puerta de la cocina. Esa sonrisa tirante me ponía el vello de punta. Tras ella, el murmullo de la hora de cenar.

- ¿Cómo ha ido? - preguntó con tono cantarín mientras se secaba las manos con un paño.

De repente, frunció el ceño.

- Te he estado buscando todo el día en el Foro, y no ha habido forma de encontrarte.

- Lo se... - se me atragantaron las palabras – con tanto alumno nuevo apenas he podido encontrar mi aula entre la multitud. Después he estado hablando con Simone, y cuando me he querido dar cuenta era tarde.

Tras un pequeño silencio incómodo, en el que siquiera parpadeó, respondió.

- Cierto – asintió y volvió a sonreír. - El Estado necesita a todos esos nuevos alumnos para poder prosperar, los avances no se producen por arte de magia.

Me hablaba como si fuera tonta.

Esa era la razón por la que nunca llegaríamos a entendernos.

Cambié de tema, ya que ese no nos iba a llevar a nada amistoso. Intenté cambiar el gesto, parecer contenta, pero sabía de sobras que no resultaba creíble.

- Me han actualizado - dije mientras dejaba mi bolsa de lona en el suelo. - En tres meses debo estar lista para iniciar mi nuevo cargo.

- Y lo estarás – afirmó Álex con emoción contenida mientras desaparecía en la cocina.

- ¡Álex! - grité.

Durante unos instantes dudé. ¿Debía decirle lo de la conferencia? ¿Y si me decía que no? Al verla de tan buen humor pensé que no le parecería tan descabellado.

Volvió a asomarse, expectante.

Titubeé.

- El... el padre de Ío nos ha pedido que le acompañemos a la conferencia del Dr. Anderson. Se celebra mañana en el museo.

Aguanté la respiración.

Se quedó muda de golpe. Seguramente esperaba cualquier cosa menos eso.

- ¿Y cómo ha conseguido el padre de Ío una invitación? - parecía extrañada.

- Ya sabes, trabaja en muchos proyectos relacionados con la comisión de ciudadanía...

¿Por qué me lo preguntaba si ya sabía a lo que se dedicaba el padre de Ío?

- Así que supongo que lo lógico - dije remarcando lógico - es que cuenten con él para algo tan importante. Además me contratan como trabajadora, con lo que podremos recibir alguna bonificación para la comunidad.

Siguió inmóvil unos segundos más. Tras un breve análisis de la situación pareció retomar el control de nuevo.

- Supongo que no pasa nada porque asistas. Sé que es importante para ti. Así que puedes ir. Me encargaré de reprogramar tus tareas - hizo una pausa. - No creo que puedas volver a ir a algo así en mucho tiempo.

Vislumbré una leve sombra de satisfacción.

Me daba un premio de la forma más condescendiente que había visto nunca. Deja ser feliz a la chica habrá pensado, total, no va a volver a pisar nada parecido en lo que le queda de vida. Acababa de salir la verdadera Álex.

Crónicas de Ingea                             Volumen 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora