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Los pasillos del Foro estaban abarrotados de chicos y chicas que iban y venían de sus respectivas aulas. Mejor, así pasaría inadvertida entre la multitud. Llevaba media mañana evitando a Álex y no me apetecía verla.

Intenté llegar a mi pequeña taquilla, pero no hacía más que recibir golpes por todos lados, y por cada paso que daba, la multitud me hacía retroceder dos. Cientos de chicos y chicas, todos vestidos con las mismas ropas de fibra que nos proporcionaba el Estado, lucíamos como un mar color parduzco.

Cuando por fin logré llegar hasta la taquilla, oí mi nombre.

Me giré al reconocer la voz de mi mejor amiga, Ío, que venía sonriente hacia mí abriéndose paso entre empujones.

- ¡Cada año está más lleno de gente! – gritó haciéndose oír entre el murmullo.

Tenía razón. El Estado últimamente no se andaba con tonterías. La ciudad estaba a pleno rendimiento, se necesitaba más mano de obra en el Nivel 2 que nunca, o al menos, eso nos vendía el Estado a todas horas a través de numerosos mensajes oficiales.

Consiguió llegar hasta su taquilla después de llevarse por delante un grupo de alumnos de primer año.

Sonreí por lo bajo. Con lo dulce que parecía a simple vista y lo bruta que podía llegar a ser.

Llevaba un bonito vestido color frambuesa conseguido a saber dónde. Los chicos de primero la miraban anonadados. No debían haber visto ese color en su vida. Ni a una chica vestida así. Su tez morena resaltaba y se veía llena de salud. Se apartó uno de los mechones rubios de la cara con un gesto de desesperación, y me hizo la gran pregunta.

- ¿Dónde has estado toda la mañana? Te he buscado en clase, en el comedor, en los pasillos... empezaba a pensar que no habías venido.

- Sabes que eso nunca ha ocurrido - sonreí tristemente.

No estaba bien visto saltarse las clases.

- Peores cosas estaré viendo y oyendo estos días – murmuró. - Por cierto, Álex también te estaba buscando, y desde hacía rato. Su cara daba miedo.

Gruñí con desgana y añadí:

- Es su cara habitual.

Ío asintió dándome la razón.

- He intentado pasar de largo, pero me ha agarrado del brazo – dijo con dolor señalándose una zona concreta. - Hasta que no le he dado una respuesta no me ha soltado.

- ¿Y qué le has dicho? – pregunté temerosa.

- Que yo también te estaba buscando. De hecho era la verdad.

Me apoyé en la taquilla notando con alivio el frío metal a través de la ropa y que contrastaba con el ambiente.

- Estoy muy agobiada con las clases. Casi no tengo tiempo para nada – dije agotada.

Nunca me había sentido tan mal en todos los sentidos, pero Ío no parecía estar por la labor de compadecerme.

- ¿Y quién tiene tiempo? - hizo ese gesto con las manos que me daba tanta rabia y que hacía que pareciese que sólo importaban sus problemas en este mundo. - No hacen más que ponernos tareas para casa ¡Tengo mil cosas que hacer! Damos una y otra vez el mismo temario, y aun así nos piden trabajos y exposiciones absurdas cada semana. Estoy harta de esta ciudad y de este Nivel - dijo bajando la voz de golpe. - Ya nos pasamos el día entero aquí, no quiero llevarme el Foro a casa.

Crónicas de Ingea                             Volumen 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora