Al día siguiente, fui la primera en llegar a la sala de entrenamiento. Le había pedido a Dreo que no viniera a buscarme, iba a empezar la jornada un poco antes que los demás. Por primera vez en mucho tiempo me sentía motivada por algo.
Era tan temprano que aún estaba todo a oscuras. Palpé los interruptores y los encendí todos a la vez. Alguno acertaría.
Poco a poco, las luces dejaron de parpadear y bajé al primer departamento. Quería calentar antes de iniciar el siguiente.
Apenas un par de minutos después de activar la cinta de correr, distinguí a Lucas, con cara de sueño, entrando por la puerta. Se frotó los ojos, me miró sorprendido, y sonrió.
- Pensaba que sería el primero.
- Pensaste mal – le devolví la sonrisa mientras mantenía la velocidad de la carrera – duermo poco – confesé.
Llevaba días pensando qué le iba a decir cuando tuviéramos algún momento a solas, y justo en ese instante, no me salían una sola palabra. Todo lo que se me ocurría sonaba estúpido y sin sentido.
- ¿Qué tal te estás adaptando? – preguntó.
- Creo que bien – respondí aliviada por no tener que iniciar la conversación. - El Cero no está mal, aunque todavía no me siento parte de este lugar. En realidad tampoco me siento parte de Ingea. Es una sensación un poco extraña.
- Supongo que ahora no somos ni de aquí, ni de allí – dijo con tristeza. - Por lo que pude oír en el hospital, las cosas han cambiado mucho en la ciudad.
Parecía que tenía información de primera mano y reduje a marcha.
- ¿Sabes si las comunidades siguen existiendo? – solté del tirón.
- Sí, pero las vigilan con lupa. Han instalado sistemas de vigilancia en edificios y calles. No se fían de nadie. Han frenado un poco todo el tema de las restricciones en la ventilación. Les interesa más saber dónde han ido los Hijos del Estado que no encuentran... suponen un problema a largo plazo.
Por lo menos no era tan terrible como me esperaba.
- ¿Te gustaría saber si tu comunidad ha sobrevivido?
Asentí. No quise decir nada más porque no quería romper a llorar delante de él.
Lucas puso cara de circunstancia.
También se le veía afectado. Todos estábamos preocupados por nuestras comunidades, pero a él nadie le había preguntado si echaba de menos a su familia.
- Ojala pudiera volver a Ingea y comprobar que siguen vivos. Te juro que cuando volvamos, les buscaremos.
Sonaba sincero y se lo agradecía de veras, pero no quería seguir hablando del tema. Dolía demasiado.
- Y tú... ¿Qué tal te estás adaptando al Cero?
- No está mal, por primera vez en mucho tiempo no tengo que depender de nadie, ya no me siento presionado en ningún aspecto. Han decidido acogerme y tratarme como a uno más, sin distinciones. Y aunque te pueda parecer algo difícil de entender, así lo he aceptado y así lo prefiero.
En parte me sorprendía oír eso. Siempre había pensado que los biológicos eran libres de hacer y escoger lo que les apetecía en todo momento, pero por lo visto, todos teníamos una figura a quien rendir cuentas de un modo u otro.
- ¿Crees que tu tío te estará buscando?
- Puede ser, pero no porque me eche de menos – bromeó.- Seguramente se volvió loco cuando se enteró que me había escapado.
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Crónicas de Ingea Volumen 1
Science FictionTras ser arrasada y agotar todos los recursos naturales, el único modo de sobrevivir a las duras condiciones de vida de la superficie, ha sido desterrar la maltrecha civilización restante bajo tierra. Los habitantes de Ingea, una ciudad modélica que...