- ¡Querida Ío!
Su padre la recibió como si hiciera días que no la veía. La acompañó galante hacia el círculo de hombres de impecable esmoquin que reían y hablaban en voz muy alta. Las mujeres quedaban en un discreto segundo plano.
- Por fin te puedo presentar a mis compañeros de la comisión.
- ¿Ya la quieres meter en política Gregor? – rio un hombre gordo y de sonrojadas mejillas mientras saludaba delicadamente a Ío.
Ío soltó una risa encantadora y complaciente en su justa medida, y enseguida se puso a charlar divertida con uno de los presentes. Estaba como pez en el agua mientras yo luchaba por aparentar normalidad. Para mí era el momento más temido de la noche.
- También nos acompaña su encantadora amiga Adia.
Noté cómo se me incendiaban las mejillas cuando todos se giraron a mirarme.
- Es una de las muchachas más inteligentes que conozco – asintió poniéndose serio.
- Encantados Adia – saludaron efusivos.
Intenté sonreír y parecer distendida, pero no se me daba muy bien. Miré de reojo la papada del señor gordo. En los Niveles inferiores no existía nadie con semejante volumen corporal.
El grupo entero me observaba con curiosidad, era evidente que no les sonaba mi cara. Aun así no hicieron ningún comentario al respecto.
A los pocos minutos, la conversación se había reanudado entre risas y bromas, principalmente sobre temas que yo no terminaba de entender, lo cual me permitió desconectar brevemente. Cada tanto, iba echando vistazos disimulados a la sala, buscando entre los asistentes al Dr. Anderson. No me apetecía hablar con él, pero quería verle, observarle, conocer cómo era en sociedad.
Una mano se posó en mi hombro trayéndome de vuelta a la realidad. Pensé que sería Ío, así que me giré con cara de agobio. Cuál fue mi sorpresa al descubrir que era uno de ellos, el chico más joven del grupo.
Entré en pánico al ver que se estaba dirigiendo a mí para iniciar una conversación. Pensé en salir corriendo, pero no me respondían ni las piernas.
- ¿En qué te has especializado?
Sonaba demasiado pomposo para estar rozando la veintena. No se andaba con rodeos y miraba fijamente a los ojos, lo cual me hacía sentir incómoda. El traje trataba de añadirle algunos años de más, pero a mí no me engañaba, no era más que un niño de buena familia. Un breve vistazo me había bastado para calarlo.
Respiré y decidí ponerme a su altura. No es más que un crio, me repetí, como Dreo. Alcé la vista y le vi el rostro. Ojos grises, facciones angulosas y elegantes, y pelo castaño oscuro hacia atrás.
Lo peor ya ha pasado Adia, no es para tanto.
- Estoy interesada en historia del antiguo mundo – respondí finalmente.
Solté el aire disimuladamente.
- Vaya – parecía sorprendido - apuntas alto. No es una comisión fácil, trabaja muy poca gente en ella. ¿Qué te hace pensar que eres apta para un trabajo así?
Me sonrojé.
Él tomó un sorbo de un líquido oscuro que debía ser licor. Desde donde estaba podía notar el olor fuerte y dulzón.
- Estoy trabajando muy duro para mantener la nota de mi expediente – contesté sincera – quiero ganarme el puesto por méritos propios – sonreí.
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Crónicas de Ingea Volumen 1
Ciencia FicciónTras ser arrasada y agotar todos los recursos naturales, el único modo de sobrevivir a las duras condiciones de vida de la superficie, ha sido desterrar la maltrecha civilización restante bajo tierra. Los habitantes de Ingea, una ciudad modélica que...