No es real, es un sueño... una pesadilla... ¿Por qué no me despierto?
Mis peores temores se estaban haciendo realidad por momentos.
¿Dónde me encontraba?
No reconocía el paisaje y el agua que rodaba por mi cara, no facilitaba la tarea. Palpé el suelo. Estaba tocando tierra húmeda, y lo que se movía a mí alrededor, al compás de la lluvia, eran enormes hojas de plantas. Llevaba puesto el mono de entrenamiento y el brazalete luminoso, solo que en esta ocasión, las luces parpadeaban como locas, cosa que no era habitual.
Me incorporé despacio.
Me dolía la cabeza, pero no parecía haberme golpeado con nada. Recordé el ron y tuve que contener una arcada.
Era como si, simplemente, me hubieran acostado en mitad de una selva tropical. Por unos instantes, centré mi atención en los estímulos y olores nuevos que me rodeaban, y no pude evitar sonreír. Era la primera vez que estaba bajo la lluvia. Cerré los ojos y disfruté de aquella sensación. Era agua dulce, llenándolo todo de vida.
La sensación de bienestar duró poco, me encontraba en ese lugar por alguna razón.
Aparté el pelo, que se me pegaba a la cara, y entrecerré los ojos intentando ver algo a través de la espesura.
Empezaba a cargarme de adrenalina.
Avancé unos pasos a través de los árboles, alcé la vista hacia el cielo gris y observé cómo las gotas de lluvia caían con aplomo. Agarré con las manos el tronco nudoso y lleno de hiedra de un árbol cercano, y empecé a trepar. Comprobaba pies y manos a cada movimiento, intentando no resbalar, ya que el tronco estaba mojado y lleno de verdín. Me tenía que ir secando la cara con la manga, ya que el agua caía como una espesa cortina incluso debajo de la espesa copa.
Por fin alcancé las primeras ramas. Eran bastante gruesas, así que me atreví a apoyar los pies y avanzar lentamente.
Me senté y me agarré a las ramas superiores.
No llegaba a vislumbrar hasta dónde se extendía aquel paraje, una niebla estratégicamente colocada, evitaba ver más allá de un kilómetro a la redonda.
Miré hacia abajo. Analicé lentamente la zona en la que había despertado y los alrededores. Giré sobre mi misma para no perder detalle del perímetro, y una tenue luz intermitente, entre la maleza, llamó mi atención. Era imperceptible.
- Te tengo – murmuré.
Bajé deslizándome a toda prisa por el tronco. Me arañé las manos con una especie de zarzas que lo envolvían, pero ignoré el escozor.
Me lancé hacia la espesura como un animal rastreando a su presa, y me detuve en seco al llegar a la zona en la que había visto el diminuto destello.
Estaba con los cinco sentidos activados cuando alguien me agarró fuertemente del brazo.
Me di la vuelta con rapidez, con el puño en el aire, y dispuesta a golpear repetidamente. Justo cuando pensaba descargar toda mi rabia, una mano detuvo el golpe y pude ver de quién se trataba.
- ¡Dreo! – exclamé separándome de golpe.
Tenía cara de circunstancias.
- Casi me das una buena.
Me soltó el puño poco a poco.
- ¿Quién se acerca por la espalda de esa forma? – pregunté recomponiéndome.
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Crónicas de Ingea Volumen 1
Science-FictionTras ser arrasada y agotar todos los recursos naturales, el único modo de sobrevivir a las duras condiciones de vida de la superficie, ha sido desterrar la maltrecha civilización restante bajo tierra. Los habitantes de Ingea, una ciudad modélica que...