Me encontraba sentada en un rincón del destartalado biobús camino del museo. Apenas viajaba nadie a esa hora. Todo el mundo estaba en el Foro o en sus puestos de trabajo. Había conseguido incluir mi colaboración como parte de mi formación en el Foro, por lo que una de las tardes, en lugar de ir a clase, pasaría esas horas montando, etiquetando y ordenando maquetas.
Estaba un poco nerviosa. No sabía si Lucas iba a estar allí.
¿Me enseñaría él mis tareas?
Recordé lo bien que olía y sus modales exquisitos. Apenas me estaba imaginando la escena del reencuentro y lo que iba a decir, cuando el biobús pegó un frenazo y con un brusco movimiento abrió las puertas metálicas.
Era mi parada.
Vi los ojos semivacíos del conductor mirándome por el retrovisor. Bajé la cabeza y descendí deprisa.
Tomé aire y subí las escaleras en las que, semanas atrás, había estado sentada con mi bonito vestido verde. Todo estaba en calma, las visitas escolares se hacían por la mañana, y muy poca gente venía por gusto.
Me quedé plantada en el vestíbulo, y antes de que pudiera dirigirme al mostrador de información, una mujer uniformada ya me estaba recibiendo con un escueto saludo.
La observé detenidamente y me recordó a Álex.
- Tú debes ser Adia - sonaba casi metálica.
Asentí con la cabeza.
- Voy a enseñarte la sala donde trabajarás y el material que hay que montar.
- Oh – titubeé - de acuerdo... ¿Está Lucas por aquí?
Se detuvo y se giró sonriente pero con gesto de mal humor.
- Supongo que te referirás al señor Anderson – rectifico con aspereza.
- Sí, claro – dije poniéndome roja – disculpa.
- Se encuentra ocupado en su despacho. Como comprenderás no es su tarea supervisarte.
Se debía estar preguntando por qué me tomaba esas confianzas.
Me llevó hasta una de las salas auxiliares que se empleaba para exposiciones temporales. Era más pequeña que el resto, aunque a mí me pareció enorme.
Cajas y más cajas con cientos de piezas apiladas por orden, esperando ser abiertas.
Las miré en silencio. Me pareció mucho trabajo para mi sola, pero tampoco me podía quejar.
- Estas son las piezas.
Señaló vagamente las cajas.
- Parece mucho trabajo, pero verás que viene más o menos montado y sólo hay que ensamblarlas.
De no ser porque sabía que su capacidad empática era la misma que la de un tornillo, hubiera pensado que me había leído la mente.
- Gracias, no me has dicho tu nombre.
Me miró con cara de fastidio pero aun así me contestó con un escueto:
- Lila.
- Gracias Lila.
Sin añadir nada más, se dio la vuelta y se marchó sin despedirse.
Me quedé sola en la sala. Un cosquilleo nervioso me recorrió el cuerpo. Era casi como si estuviera haciendo algo malo, aunque esta vez contaba con permiso.
Una voz a mis espaldas me sobresaltó.
- No te lo tomes como algo personal, es así con todo el mundo.
Me giré y vi a Lucas.
Me pregunté cuánto rato llevaría ahí mirándome.
- No pasa nada. Se parece a mi antigua Orientadora, nada que no pueda manejar.
Puso cara de comprensión.
- Estos años no han debido ser fáciles.
- No lo han sido para nadie.
Sonreí tímidamente.
- Por suerte ahora te tienen a ti.
Se acercó con esa sonrisa encantadora y retrocedí instintivamente. Me molestaba sentirme vulnerable. Como me había quedado un poco bloqueada, disimulé dirigiéndome a la primera de las cajas apiladas. Saqué de ella varias bases, y encontré las indicaciones para iniciar su montaje.
- Adia, si tienes cualquier duda, estaré en mi despacho. No tengas miedo en consultarme.
- Gracias. Si estás ocupado, siempre puedo llamar a Lila – respondí con ironía.
- Te gusta el riesgo – bromeó.
Se quedó pensativo unos instantes antes de irse.
- Por cierto... ¿te llegó el dron con el paquete?
Asentí.
- Te lo agradezco, aunque no creo que aquí sea necesario.
- Tal vez, pero puede que en breve tengas que usarlo en los exteriores. Sobre todo en el Nivel 2. Así que te aconsejo que lo empieces a llevar desde hoy. Es por tu bien.
Había querido hacer una recomendación pero había sonado más bien como una orden.
- De acuerdo, tomo nota.
Me bastó un rápido vistazo antes de que se diera la vuelta para darme cuenta de que él lo llevaba puesto.
Incluso allí dentro.
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Crónicas de Ingea Volumen 1
Science-FictionTras ser arrasada y agotar todos los recursos naturales, el único modo de sobrevivir a las duras condiciones de vida de la superficie, ha sido desterrar la maltrecha civilización restante bajo tierra. Los habitantes de Ingea, una ciudad modélica que...