13

32 10 1
                                    


Tras aquella visita decidí pasar desapercibida y dedicarme a la comunidad, a aprender mis nuevas tareas y a pasar más tiempo con Álex.

Los días se hacían largos y las semanas monótonas. Memorizaba expedientes, me familiarizaba con el papeleo semanal, descubría cómo gestionar los alimentos de la comunidad y me reunía con los Guías de mis compañeros. Me desbordaba tanta información. Álex me recriminaba constantemente que la mayoría de esas tareas deberían resultarme familiares, pero como no había mostrado ningún interés por ellas, ahora me las tenía que aprender de golpe.

En el Foro apenas había vuelto a hablar con Dreo desde nuestro encuentro en el árbol. Ni siquiera nos habíamos vuelto a pelear. Tan solo nos mirábamos de lejos, como si algo horrible nos separara y no nos permitiera cruzar una sola palabra. Creo que incluso echaba de menos sus tonterías.

Simone también me estaba ayudando con el cargo de Orientadora, pero no habíamos vuelto a hablar de nada relacionado con la fiesta o con la conversación en las escaleras. Ni siquiera le había contado lo de los dos tipos del Estado que habían venido a interrogarme. Supuse que si no lo mencionaba era como si nunca hubiera ocurrido.

Ío por su parte se había enfadado, y mucho, por los nuevos controles entre Niveles. No por la privación de libertad que suponía, sino porque ella misma había tenido que tramitar su pase para poder venir al Foro cada día.

Así que tras otro día de clases, apuntes y estudio, esperaba apoyada en la marquesina el biobús de mi distrito. Por suerte, la espera se volvió un poco más entretenida de lo habitual al escuchar, de refilón, la conversación que estaban manteniendo dos chicas sentadas apenas a un metro y medio de mí.

- Menuda locura de noche - oí que susurraba una de ellas.

Me acerqué un poco más ya que no me lo estaban poniendo fácil. Hablaban en un murmullo inaudible.

La chica prosiguió:

- Irrumpió en la comunidad un grupo de agentes de la Jauría. Estaban buscando a una chica del Nivel 3 que se había colado sin permiso. Como nuestro edificio está en la frontera entre niveles, seguramente pensaron que se podía haber refugiado en alguna de las comunidades. Pusieron el edificio patas arriba.

En ese momento me estremecí.

La Jauría era el cuerpo de seguridad del Estado. Por fortuna no les había visto nunca en acción, pero su nombre lo decía todo. Solo aparecían cuando ocurría algo terriblemente grave. Sabía que eran muy violentos y que no dudaban en intervenir cortando de raíz el problema. Ni siquiera sabíamos dónde se entrenaban o quiénes eran. Seguramente los fabricaban para ese cometido.

- ¿Y qué hicisteis?

- Colaborar – respondió tajante. - Es lo que hay que hacer en esos casos.

Sonaba hasta orgullosa.

Me mordí la lengua. Menudas tonterías. Un grupo de gente que no conoces de nada entra en tu casa, la registra y la destroza, y lo único que se te ocurre hacer es defenderlos.

- ¿Y encontraron a la chica?

- Sí, en el tejado.

Se quedó callada unos segundos y miró a los lados. Se detuvo al verme y me escudriñó desconfiada, pero me vio tan enfrascada en mi pequeño panel portátil que decidió continuar.

- Cuando fueron a cogerla se tiró al vacío.

Se me abrieron los ojos como platos, casi tanto o más que a la otra chica.

Crónicas de Ingea                             Volumen 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora