Te has dormido, no llegas al entrenamiento.
Me incorporé sobresaltada y desorientada. Me quedé inmóvil hasta que conseguí organizar las imágenes que bombardeaban mi cabeza. La decepción y la desolación me invadieron al recordar que seguíamos atrapados en la maldita Nave.
Se me encogió al estómago al ver a Dreo. Seguía recostado en el árbol y hacía muy mala cara. Daniel y Jon, que debían llevar rato en pie, miraban atentos el mapa.
- Buenos días Adia – bromeó Daniel.
- ¿He dormido mucho rato?
Me eché agua en la cara.
- No – dijo Jon quitándole importancia – lo suficiente para que estos dos vuelvan a estar en marcha.
Vi que el mapa había variado. Dos de las llaves habían desaparecido, con lo que, tan solo, quedaban dos.
- No sabemos quién tiene la otra – murmuró Jon. - Tras el enfrentamiento, los dos equipos han decidido tomar caminos opuestos.
- Deberíamos reunirnos con los nuestros – señalé – tarde o temprano vamos a tener que pelear con la otra División.
- Estoy con Adia... – dijo Dreo desde el suelo – nuestro equipo está tocado, necesitamos refuerzos.
Pensé en Lucas. ¿Qué debían estar haciendo? ¿Habrían sido capaces de superar su prueba?
Ayudé a Dreo a levantarse y lo cargué en uno de mis hombros. Podía caminar, pero la herida del brazo le había debilitado. Jon y Daniel encabezaron la expedición.
En esta ocasión, vi a Jon agacharse en varias ocasiones para recoger plantas y hierbas, que no reconocía, pero que seguro iba a emplear para algo útil.
Sin darnos cuenta, la selva había vuelto a cerrarse a nuestro alrededor y, por algún motivo que desconocíamos, el ruido ambiental se había elevado notablemente: crujidos, gruñidos, cantos de pájaros... nos envolvían haciéndonos sentir diminutos.
El revoloteo de los pájaros sobre nuestras cabezas era constante. Lo curioso era que no tenían plumas, detalle que les hacía parecer ratas con alas. Jon nos señaló en silencio una cola que se arrastraba entre los matojos. Parecía una serpiente, con la diferencia que a esta le sobraban tres cabezas que no hacían más que enredarse entre ellas. Nos horrorizó comprobar que no había un solo animal sano. Me pregunté si debían ser un reflejo de lo que quedaba en la superficie.
La segunda llave no parecía estar tan lejos como la anterior, esperábamos encontrarla en menos de una hora, aun así, me preocupaba que oscureciera antes de llegar a nuestro siguiente destino. En poco rato nos quedaríamos sumidos en la más completa oscuridad.
Dreo se mantuvo en silencio todo el camino, no sabía si estaba intentando mantener las pocas fuerzas que le quedaban, o si no le apetecía hablar conmigo.
Jon nos intentó animar.
- ¡Estamos llegando! – exclamó optimista.
- ¿Por dónde van los chicos? – pregunté.
- Es difícil saberlo, lo más probable es que lleguemos antes que ellos.
Dreo finalmente dio señales de vida.
- Quiero que tengas la llave – dijo de repente.
Se detuvo y sacó la pequeña pieza plateada. Me la tendió con la mano, haciendo el gesto de que la cogiera.
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Crónicas de Ingea Volumen 1
Science FictionTras ser arrasada y agotar todos los recursos naturales, el único modo de sobrevivir a las duras condiciones de vida de la superficie, ha sido desterrar la maltrecha civilización restante bajo tierra. Los habitantes de Ingea, una ciudad modélica que...