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No habíamos empezado la relación con buen pie.

- Cómo os cuesta el contacto humano – dijo con desdén. – En pocas semanas ni te acordarás de tu vida anterior.

- Tampoco me apetece olvidarla – respondí cortante.

Dreo me miraba curioso.

- Al menos tiene carácter – comentó a Simone.

Odiaba que hablaran de mí como si yo no estuviera.

- Soy Diana y dirijo los entrenamientos del Cero – se presentó al fin.

Simone intentó destensar un poco el ambiente.

- Diana entrenó durante varias temporadas a la Jauría, nos serán útiles sus conocimientos sobre su comportamiento y modo de combatir.

Me sorprendía. Físicamente no parecía ser la más capacitada para entrenar a un grupo de mercenarios. Era delgada aunque fuerte y sus maneras dejaban mucho que desear, se veía a leguas que era biológica. Me recordaba a Ío, incapaz de callarse nada.

Sentí una pequeña punzada de dolor al recordarla. La echaba mucho de menos.

Recorrimos con ella las instalaciones.

- Todavía estamos acondicionando el lugar – señaló – hemos priorizado las dependencias en las que realizaréis el entrenamiento y poco más.

Se detuvo y de un empujón abrió las puertas de doble hoja de acero.

No hizo falta decir nada más.

Una enorme sala completamente reconstruida, con material proveniente de Ingea, se extendía hasta donde me alcanzaba la vista. Se dividía en diferentes espacios en los que los rebeldes entrenaban diversas disciplinas. Enormes pantallas monitorizaban sus constantes, analizaban sus movimientos y corregían sus fallos, que eran repetidos hasta la saciedad. No solo empleaban el cuerpo a cuerpo, había un gran despliegue de armas que no me resultaban ni remotamente conocidas.

- Estamos terminando de perfeccionar los entrenamientos.

Tenía que alzar la voz para hacerse oír entre el ruido de la maquinaria y los gritos de los que peleaban.

- En este momento, estáis viendo las rutinas de los primeros grupos de entrenamiento, así como las de vuestros futuros instructores.

Respiré aliviada. Diana no iba a dirigir nuestro entrenamiento. Pareció leerme el pensamiento y apuntó:

- No os acomodéis. Seguiré vuestros movimientos muy de cerca y la última fase la completaréis conmigo.

Nos miró con autosuficiencia y nos hizo salir de allí.

- Esa sala será para que paséis el rato - dijo con sorna - el entrenamiento real sucede tras estas puertas.

Señaló el otro lado del pasillo.

- ¿No nos podemos saltar la parte física? – preguntó Dreo poniendo cara de agobio.

- No, si queréis sobrevivir.

Un oxidado letrero en la entrada advertía peligro, y en otro ponía en letras de imprenta, desgastadas por el tiempo, la palabra NAVE y algo más que resultaba ilegible.

- La llamamos la Nave. Os podéis imaginar de dónde viene el nombre – dijo en tono aclaratorio señalando el cartel.

Sentía un cosquilleo nervioso en el estómago.

La puerta estaba cerrada con varias vueltas de llave, y Diana se giró antes de abrirla del todo.

- Necesitábamos una sala grande, insonorizada y protegida del exterior para no molestar o asustar a los que pasen por aquí.

¿De qué hablaba? Miré a Dreo, que tampoco parecía muy convencido.

Pero nada más lejos de la realidad. Decepción absoluta al traspasar el umbral de la puerta. Tan solo era una sala vacía de un tamaño descomunal, eso sí, pero totalmente diáfana. Ni material, ni aparatos, ni armas.

- ¿Esto es todo? – preguntó Dreo.

Estaba tan sorprendido como yo.

- Es una sala de realidad virtual. – aclaró Diana - Si os fijáis, a lo largo del techo hay una serie de proyectores. A través de ellos se pueden generar escenarios y personajes con los que podréis interactuar. En ella se evaluará vuestra fuerza física y mental.

- ¿De qué tipo de escenarios estamos hablando? – pregunté con curiosidad.

Diana se encogió de hombros.

- Os pondremos al corriente cuando superéis el entrenamiento físico, que por cierto, empezaréis mañana. – remarcó tajante. – Por ahora, esto es todo.

Íbamos a empezar al día siguiente. Deseé no haber salido del apartamento.

Simone, que debió vernos la cara, quiso aclarar el motivo de tanta urgencia.

- Hemos completado vuestro grupo de entrenamiento, con lo que debéis empezar lo antes posible – dijo ajustándose las gafas.

Resoplé. La que nos esperaba.

Terminamos de ver el resto de las instalaciones: los vestuarios, una enorme pista para correr, una sala de rehabilitación, el comedor... Todo muy interesante y repleto de objetos que había visto en algunos de los libros del Foro.

El tour con Diana llegó a su fin. Nos recomendó venir con energía y exigió puntualidad. Antes de despedirse, nos dio unos paquetes con los trajes de entrenamiento. Por lo que alcancé a ver, eran unos monos azules, de una tela suave y con pinta de ser muy cómodos. También había unas zapatillas muy ligeras y algunos complementos, como guantes y un cinturón.

- No nos libramos de los uniformes – susurré a Dreo.

- Por lo menos este no pica.

Simone nos acompañó de vuelta a la salida.

- Sé que ha sido mucha información de golpe y que puede parecer precipitado, pero el tiempo no corre a nuestro favor. Faltaban dos personas en vuestro grupo de entrenamiento y justamente hoy, ambos, habéis decidido incorporaros a la vida en el Cero.

- ¿Conocemos al resto de miembros? – pregunté.

Simone se rascó la cabeza.

- A uno lo conoces seguro.

- Ya me imaginaba que me tocaría con Dreo – respondí con fingida resignación.

Simone sonrió.

- Si, estaréis juntos, pero no me refería a él. Me refería a Lucas.

Lucas. Aquello sí que era una sorpresa.

- Despertó hace un par de días. Esta mañana, finalmente, ha decidido quedarse con nosotros y combatir como un rebelde más.

Tuve que darme la vuelta rápidamente para que ninguno de los dos viera la pequeña sonrisa que aparecía en mis labios.

Crónicas de Ingea                             Volumen 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora