- ¿Qué es?
Ío fruncía el ceño intentando averiguar qué era el material extraño que tenía delante.
- ¿No escuchas en clase o qué? – pregunté nerviosa.
Aunque ya sabía la respuesta.
- Son rocas – expliqué – esa de ahí parece granito o algo así ¿ves las motitas?
Asintió.
- Se empleaban para construir, decorar...
Justo al lado, una sucesión de rocas desconocidas para mí que poseían colores y formas diversas.
Cogí con cuidado una de las cajitas de cristal, y vi que estaba sellada por los cuatro lados.
Deseaba poder abrirlas. Eran frías y ásperas a la vista, aunque mucho más llena de vida de lo que estaba la mayoría de gente en Ingea.
- ¡Mira esto Adia!
Me acerqué intrigada.
Estaba abriendo la pesada tapa de un enorme arcón del que, ante nuestra perplejidad, aparecieron numerosos objetos de uso cotidiano del antiguo mundo. Parecían pendientes de clasificar, sin envolver, sin etiquetas... y en bastante buen estado. Reconocí los platos y los cuencos de cerámica, prácticamente sin un rasguño, objetos de metal que se debían usar para cocinar comida, varios aparatos extraños, que a mi parecer estaban más cercanos a la tortura, pero que sabía que los hacían llamar electrodomésticos.
- ¡Vaya! - exclamé – normalmente sólo ponen reproducciones. Nunca había visto nada original.
- Tal vez los originales los guardan aquí.
Acaricié la suave cerámica con la yema de los dedos. No quería cogerla por miedo a que se me rompiera en pedazos. Parecía muy delicada.
Miré a mí alrededor por si veía alguna otra cosa de interés.
Y así fue.
En otra caja, algo familiar para mí, algo que inexplicablemente tenía en mi poder y que guardaba con celo desde el día de mi cumpleaños. Una hoja de árbol. Del mismo tamaño y forma que la que me había regalado Rhía. Estaba seca, marrón y algo descascarillada en las puntas.
¿Provendría del mismo lote? ¿Quién había tenido acceso a ese material?
Mientras daba vueltas a aquel enigma, un haz de luz cruzó la habitación y término apuntándome en la cara. No veía absolutamente nada, y lo peor... alguien nos acababa de pillar husmeando.
Ío soltó un gritito, y corrió a esconderse detrás del montón de cajas, pero ya era tarde.
Tan solo oía el latido de mi corazón.
Me quedé muy quieta, conteniendo la respiración, maquinando mil excusas que consiguieran sacarnos de ahí sin una consecuencia.
El haz de luz pasó de la una a la otra, y finalmente enfocó hacia el suelo.
Se hizo el silencio.
¿Por qué la sombra no nos decía nada?
Poco a poco, los ojos se me acostumbraron a la penumbra de nuevo, y le vi.
El calor recorrió mi cuerpo hasta llegar a mis mejillas, que se encendieron como el fuego. Noté cómo me empezaban a picar los ojos. Lágrimas de rabia asomaban justo cuando me abalancé enfurecida sobre Dreo. No sé qué pretendía arreglar de ese modo, pero fue mi primer instinto.
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Crónicas de Ingea Volumen 1
Science FictionTras ser arrasada y agotar todos los recursos naturales, el único modo de sobrevivir a las duras condiciones de vida de la superficie, ha sido desterrar la maltrecha civilización restante bajo tierra. Los habitantes de Ingea, una ciudad modélica que...