Capítulo 18: Lord Eddard

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Lyra despertó sola aquella mañana.

Cuando abrió los ojos, desnuda bajo las sábanas, y vio que Robb no estaba, aprovechó para estirarse cuan larga era sobre el colchón. Algo de brisa fresca se colaba en la tienda, acariciando su piel y haciéndola estremecer en un placentero escalofrío. Se puso en pie lentamente, preparada para las arcadas de cada mañana, pero aquel día no fueron tan intensas. Se acarició el vientre, ya ligeramente abultado y más duro que de costumbre. También sus senos habían comenzado a llenarse poco a poco y sus caderas y piernas lucían más gruesas. Por ello se puso el vestido azul que Catelyn le había regalado únicamente sobre su ropa interior de lino blanco, prescindiendo del molesto corsé.

El campamento la recibió en silencio. El sol comenzaba a asomarse, tímido, sobre las tiendas que conformaban sus tropas y la niebla todavía no había terminado de levantarse. Sin embargo apenas unos cuantos hombres, todos señores tanto grandes como pequeños, paseaban por el laberinto de tiendas. Lyra anduvo durante unos cuantos minutos hasta dar con el hombre que buscaba:

—Harrion —lo llamó en voz baja en cuanto hubo distinguido su larga melena del color del bronce pulido—. ¿Podemos dar un paseo? —jamás se habían tratado con las clásicas formas de cortesía, pues se conocían demasiado bien y sabían que no eran necesarias.

Harrion también se había dejado crecer la barba y ahora esta le cubría el rostro desde debajo de la nariz, rozándole el cuello en varias zonas. Ya nunca se recogía el cabello a menos que fuese a pelear. El hombre asintió y ambos echaron a andar.

—Hay algo que quiero hablar con Robb —comenzó ella una vez se alejaron de la poca gente que tenían cerca—. Ahora somos reyes y todo rey tiene su guardia... Me gustaría que tú fueras comandante de esa guardia. Si Robb está de acuerdo, ¿aceptarías el cargo?

El hombre se detuvo de golpe; Lyra lo miró, en silencio.

—Sería un honor, Lyra —ambos sonrieron y echaron a andar de nuevo.

—Hay otra cosa que quiero hablar contigo, y debes prometerme que no saldrá de entre nosotros —por la mirada que le dirigió su escudo juramentado, supo que aquella frase no tenía por qué haber salido de sus labios—. No sé cómo decirlo... ¿Qué sabes sobre mi tío Renly?

—¿Sin contar lo obvio? —ella asintió— Sé que está casado con Margaery Tyrell pero que tiene gustos... peculiares —el tono de Harrion era sosegado, lo cual le hizo intuir que él ya sabía por dónde iba la conversación—. Y también sé que son cosa de familia —no se sorprendió; el hombre la detuvo y le puso las manos sobre los hombros, mirándola desde su altura de gigante—. Lyra, no tenías por qué contarme esto. Sólo soy tu protector.

—Eres mi amigo, Harrion —respondió ella de inmediato, prácticamente cortándolo—, y precisamente ahora necesito un amigo.

Habían llegado al bosque sin darse cuenta. Tomaron asiento en el tronco de un árbol caído mientras Lyra se retorcía las manos, nerviosa; tenía un nudo de palabras en la boca del estómago que empujaba por salir. Harrion le pasó un brazo por los hombros, estrechándola todo lo delicadamente que su fuerza le permitía.

—No puedo amar a Robb, al menos no como me gustaría. Es increíble: es inteligente, un gran comandante y estoy segura de que será un buen rey, pero no puedo amarle, no puedo enamorarme de él como otras como Eda lo harían... —había pensado mucho en aquello. Eda y Robb harían una bonita pareja: ella lo alegraría con su eterna sonrisa llena de dulzura y él protegería su espíritu inocente a capa y espada— Y eso me mata. Le quiero, sé que le quiero como quiero a cualquiera de mis hermanos, o a Eda, o a ti, pero las noches... —se le quebró la voz— No sé cuánto tiempo podré seguir fingiendo que disfruto cuando... —no fue capaz de encontrar las palabras y dejó que las lágrimas cayesen por su rostro y hablasen por ella, incontrolables.

The Lionhearted Deer | Juego de TronosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora