La reina parecía exasperada y Lyra tuvo que morderse la lengua para no maldecirla sobre todos los infiernos y todos los dioses.
—Joff tendrá que llevar esas cicatrices el resto de su vida —Cersei hervía de rabia.
—Cierto —dijo Robert Baratheon mirando a su hijo mayor—. Y quizá le enseñen una buena lección. Ned, encárgate de que tu hija reciba un buen castigo. Yo haré lo propio con el mío.
—Desde luego, Alteza —asintió Ned; sólo le había faltado un suspiro para terminar de evidenciar su alivio.
Robert hizo ademán de marcharse, pero la reina no había terminado.
—¿Y qué hay de la loba huargo? —le gritó—. ¿Qué pasa con la fiera que ha herido a nuestro hijo? —«la loba no tiene la culpa de que mi hermano sea un imbécil» hubiese deseado gritarle Lyra como respuesta.
—Me había olvidado de la condenada loba —dijo el rey con el ceño fruncido después de detenerse y darse media vuelta.
El hombre de los Stark que había traído a Sansa intervino de inmediato:
—No hemos encontrado ni rastro de la loba, Alteza.
Lyra recordó entonces a Viento Gris, que seguía enredado entre sus faldas. El corazón se le encogió y dirigió una mirada rápida a Robb, que miraba también a su lobo con la preocupación coloreando sus facciones.
—¿No? Vaya, hombre —pese a sus palabras, su padre no parecía especialmente decepcionado.
—¡Cien dragones de oro para el hombre que me traiga su piel! —dijo la reina alzando la voz.
—¡Madre! —repitió Lyra— El lobo hizo lo que debía: defenderse. Yo también me defendería si alguien me atacase, como hizo Joff con la loba de Arya —Lyra casi pudo sentir la mirada agradecida de los Stark en su rostro pero mantuvo los ojos fijos en su madre, cuyo rostro comenzaba a deformarse con la furia.
—Un pellejo muy caro, ¿no crees? —intercedió Robert, lanzando a Lyra una mirada furibunda—. A mí no me metas en esto, mujer. Si quieres pieles, págatelas con oro Lannister.
—No te imaginaba tan tacaño —respondió la reina mirándolo con frialdad—. El rey con el
que creía haberme casado habría tendido una piel de lobo sobre mi lecho antes del ocaso.
—No se pueden hacer milagros, sin animal no hay piel que valga. —Robert tenía el rostro
congestionado de rabia.
—Pero hay dos lobos —dijo Cersei; el corazón de Lyra se detuvo cuando los ojos verdes de su madre, triunfantes sobre su rostro ahora sereno, se posaron en ella—, y al menos uno de ellos ha de pagar por lo que ha sucedido a Joffrey. Lyra, hija, ¿cuál de ellos crees que debería ser?
—Como quieras, mujer. Lyra, que se encargue ser Ilyn.
La exclamación ahogada de Sansa fue interrumpida por la voz de su padre antes incluso de que Lyra pudiera replicar:
—¡No lo dirás en serio, Robert!
—Basta ya, Ned, tema zanjado —el rey no estaba de humor para más discusiones—. Los lobos huargo son fieras salvajes. Tarde o temprano habría atacado a tu hija, como la otra loba hizo con el mío. Regálale un perro, será mejor para ella.
Al ver los rostros tanto de Robb como de Sansa, Lyra decidió que sería mejor para todos que ella interviniera:
—¡Padre! —se dirigió por primera vez a él— Ni Viento Gris ni Dama han atacado a nadie. Ellos no tienen por qué morir —sus faldas se agitaron cuando el lobo de Robb se movió entre ellas.
—Malditas seáis las dos —Robert miró a su hija y a su esposa, pero a ninguna a los ojos; Lyra deseó encontrar su mirada con la suya, pero eso no sucedió—. Un lobo debe morir por la loba de la niña. Haced lo que queráis para elegir cuál.
Dicho esto, el rey se tambaleó fuera de la estancia ante la atónita mirada de Ned Stark, que parecía no poder creer lo que estaba sucediendo. Sansa había enterrado el rostro entre las manos y sólo lo alzaba para mirar a Lyra, suplicante; Robb había convertido su expresión en una máscara de hielo y Arya se había dejado caer entre sus brazos, como un muñeco sin vida. Cersei alzó una ceja.
—Hija —la llamó, burlona—. Es tu decisión.
Lyra quiso abofetearla aunque fuera su madre. Sentía la presión de todas las miradas fijas en ella, pero sabía lo que tenía que hacer. Sin embargo no sabía cómo decirlo y ahí estaba el problema. Tragó salvia violentamente.
—Si uno ha de morir —enfatizó, mirando a su madre con toda la furia de la que era capaz; su mentón se cuadró todavía más—, no creo que ese sea Viento Gris —Sansa repitió su exclamación ahogada, esta vez un poco más audible—. Pero no quiero que sea ser Ilyn quien le quite la vida, madre. La loba merece algo mejor que un carnicero.
—Yo lo haré, Alteza —la voz de Eddard reverberó en la sala, rompiendo el silencio que había quedado al callarse Lyra—. Jory, llévate a las niñas a sus aposentos y tráeme mi espada Hielo. Si hay que hacerlo, lo haré yo.
—¿Tú, Stark? —preguntó Cersei, la desconfianza impregnada en su voz—. ¿Qué es, un truco? ¿Por qué vas a hacer semejante cosa?
Todos lo miraban y Lyra lo admiró por su entereza.
—La loba es del norte. No merece que acabe con ella un carnicero —citó a la princesa, dirigiéndole una mirada que ella no supo cómo interpretar.
Imitó a su rey y salió del salón sin esperar una respuesta. Sansa cayó de rodillas con un grito y Lyra quiso ir a abrazarla, pero supo que ella la iba a rechazar. Robb soltó a Arya, que salió corriendo, y se agachó a consolar a su hermana. De modo que Lyra lanzó una última mirada de odio tanto a su madre como a su hermano, tan intensa que hubiese derretido toda Invernalia, y se marchó con Viento Gris, que la siguió como si entendiese qué estaba sucediendo. Y, de hecho, Lyra creyó que sí lo entendía.
NdA: Hey! Quiero agradecer a todos los que leen el fic por continuar leyéndolo (aunque sea en la sombra) y, sobre todo, a Manzana_amargada por votar y comentar, porque cosas así animan muchísimo a seguir escribiendo.
Nada, sólo me queda deciros que los siguientes capítulos ya aceleran un poco más la trama principal y que estoy disfrutando muchísimo escribiéndolos. Un beso a todos.
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The Lionhearted Deer | Juego de Tronos
FanficReyes contra reinas. A la muerte del rey Robert Baratheon, Robb Stark no tarda en autoproclamarse Rey en el Norte, apoyado por la casa Baratheon gracias a su matrimonio con Lyra Baratheon, melliza del rey Joffrey. En las Islas del Hierro, tambi...