Capítulo 22 (Eda): Narel Nieve

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El barco estaba a punto de zarpar. Los marineros, todos hombres de la isla de Harlaw, se movían de un lado a otro por la cubierta del barco absortos en sus quehaceres. Nadie parecía reparar en la alta y delgada figura encapuchada que se sentaba en un rincón sobre una caja de húmeda madera.

Eda tenía aún la carta de Lyra en las manos y la releía una y otra vez. "Los Siete Reinos saben de su inteligencia y apelamos a ella para invitarle a unirse a nuestra causa. Con los hombres y los barcos de la Isla de Harlaw, marcharemos por mar hacia Desembarco del Rey para levantar a Joffrey Lannister del Trono de Hierro, pues no posee la sangre de Robert...". No había terminado de leer la carta cuando escuchó el ruido de varios pares de botas acercándose a ella con fuerza y a gran velocidad. Alzó los ojos justo a tiempo de ver dos jubones grises decorados con sendos krakens dorados antes de que algo le cubriese la cabeza.

Gritó y pataleó, intentando deshacerse del repentino agarre de varios pares de manos en sus brazos, pero fue imposible. Escuchaba voces que no podía entender a causa de sus propios gritos. No entendía que ninguno de los hombres del barco, los hombres de su padre, acudiese en su ayuda.

La arrastraron por la cubierta hasta que sintió que el suelo desaparecía bajo sus pies. Siguió intentando soltarse, gritando y lanzando patadas y puñetazos, hasta que algo la golpeó con fuerza en la cabeza y perdió el conocimiento.

* * *

Despertó con el olor a sal y humedad metido en la nariz.

Sacudió la cabeza antes de abrir los ojos, intentando alejar así el intenso dolor que le ocupaba la nuca. Cuando al fin los abrió pudo ver que estaba prisionera. Seguía llevando el vestido sencillo con el que había llegado a Harlaw, pero este estaba cubierto de mugre y polvo y sus pies encadenados al suelo. Junto a ella había una pequeña bandeja con pan húmedo y blando y una jarra de vino oscuro.

—Por fin te despiertas —el repentino sonido de una voz conocida la sobresaltó.

Miró hacia los barrotes que la separaban de Theon Greyjoy. El muchacho tenía de nuevo en los labios aquella sonrisa burlona que tan nerviosa la ponía y se había afeitado la barba, descubriéndose el mentón.

—Mi padre sabrá que no he salido de Harlaw —intentó sonar despreocupada, pero se quebró al final de la frase. Theon rió, dando vueltas a la que parecía ser la llave de la celda.

—Pero sí que has salido de Harlaw, prima. Bienvenida a Pyke.

—La reina enviará a alguien para que os corte a todos la cabeza —aquella vez sonó más firme y fulminó a Greyjoy con la mirada.

—Tu reina no tiene poder aquí —el muchacho rió de nuevo y se alejó.

Eda intentó ponerse en pie, pero las cadenas que la sujetaban al suelo eran más cortas de lo que creía y cayó sobre sus rodillas, clavándose las pequeñas piedras que cubrían su celda. Sintió que las lágrimas acudían a calentarle los ojos, pero se las secó con la manga y se arrastró hacia un rincón, donde se acurrucó escondiendo el rostro entre las rodillas ensangrentadas.

«Lyra se dará cuenta de que no he regresado a Aguasdulces», se decía a sí misma una y otra vez. «Lyra vendrá a por mí». Seguía repitiendo aquellas palabras en su fuero interno cuando dos hombres se pararon frente a su celda. Alzó la cabeza y clavó en ellos sus ojos castaños, chispeantes de furia. Los dos, bastante más mayores que ella, lucían en sus jubones un blasón que mostraba los dos tiburones sobre campo azul y negro de los Killjoy. Eda recordaba haberlos visto alguna vez en Diez Torres.

—Mi Señora... —el tono de voz del más pequeño de los dos era burlón, como la sonrisa de Theon Greyjoy— El rey Balon Greyjoy desea veros.

The Lionhearted Deer | Juego de TronosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora