Esas fueron aquellas últimas palabras del hombre...
—Acaben con ellos o sino ellos acabarán con ustedes.
El hombre desapareció entre neblina y polvo. Las luces de lugar de nuevo cobraron su brillo y virtud. El anciano no sólo advirtió a los reyes de Aslan sino también a los de Astan.
—¡Debemos huir!. Antes de su regreso—dijo Kaya con nervios mientras veía el pasillo por donde los reyes de Narnia se habían alejado.
—Pero nosotros no somos malos de seguro lo entenderán—trató Alison de tranquilizar a los demás.
—Alison—la llamó Dylan quien se había levantado de su sueño, al igual que Kaya, en cuanto el hombre apareció—. Nuestra vida está en juego. Ellos saben empuñar una espada, tensar un arco, son guerreros, son reyes, nos matarían sin dudarlo.
La muchacha vio el surgir del miedo en los ojos de su hermano, tenía razón. Acabarían con ellos y ni tiempo les daría de gritar. Alison asintió.
Fue demasiado tarde cuando Thomas y los demás comenzaron a correr, pues estaban acercándose los Reyes de Antaño. Kaya miró con temor las sombras de los reyes proyectadas con la luz del fuego en las paredes del lugar.
Peter fue el primero en salir a la vista de los demás.
—¡Ahí están!—señaló Peter al grupo—. ¡Hay que atraparlos!.
Dylan tomó de la mano a su hermana y jaló de ella para comenzar correr.
Al parecer los hombres de Caspian no habían percibido la persecución de los reyes, ya que no interfirieron.
Recorrieron todo el camino de vuelta con los reyes pisándoles los talones, Thomas guiaba al grupo con una antorcha en mano al igual que Kaya quién iba hasta atrás del grupo.
Los cuatro reyes de Narnia parecían querer controlar la situación, menos Lucy, quien corría con lentitud, lo hacía a propósito para no tener que ver morir a los cuarto nuevos chicos. No creía que fuesen como la profecía lo dictaba.
Los pasillos cada vez se hicieron más estrechos para ellos, Alison corría tan rápido como podía, pero el sonido del chocar del acero de las armaduras de los reyes la desconcertaba.
Tanto Edmund como Peter y Caspian ya habían desenvainado las espadas y corrían cual leones tras su presa. NO LOS DEJARÍAN ESCAPAR.
—¡CUIDADO!—gritó Kaya.
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¡RAS! Una flecha se clavó en la columna de madera a unos centímetros de los ojos de Dylan.
Los ojos de Dylan contemplaron la muerte por un instante. Pero no dejó que la impresión lo dejara vencer, así que continuó corriendo.
