Capítulo 16

7 1 0
                                    

Para las cinco de la tarde el tratamiento de la señora Ramírez no había avanzado nada y empezaban a frustrarse.
De vez en cuando le deseaba la muerte a Leda y le describía distintas maneras de asesinarla pero de ahí en fuera no habían logrado nada. En dos ocasiones estuvo frente a la buena faceta de la mujer y esta sólo lloraba por la que llamaba Tara.
Leda estuvo desde las cinco hasta las seis analizando parte del historial de la mujer y tratando de encontrar alguna pista; mientras tanto, el doctor Kubain seguía en el nivel tres con otro paciente.
En los documentos que tenían ahí decía que la mujer fue llevada al hospital psiquiátrico por dos oficiales de policía que vieron comportamientos extraños por parte de ella en lugares públicos; sin embargo, no ha venido ningún familiar por ella. La mujer había ingresado al país ilegalmente y no se tenía ningún registro de ella en empleos ni nada.
El primer lugar para buscar sería la comisaría o alguna estación de policía y preguntar por el lugar donde la habían encontrado, luego ir y tratar de sacar información de ella a algún vecino o vecina que podría reconocerla. Esperaba encontrar alguna pista para saber cuál podría ser un buen segundo lugar para buscar.
-Leda, el doctor Kubain sedará a la señora Ramírez, ¿Te molestaría ir abajo por un antipsicótico y llevárselo? Después de eso estarás libre para irte- sonrió la enfermera
-Claro, por supuesto- recordaba donde estaba la bodega con medicinas y sabía lo que se necesitaba
-Estupendo- se alejó y se metió al ascensor.
Leda caminó por el pasillo buscando las escaleras porque el elevador no estaba programado a ir hasta allá dado que era un área sólo para personal autorizado.
-¡Leda!- llamó la recepcionista y ella volteó antes de bajar
-¿Qué sucede señorita Thia?
-El teléfono, es para ti- se sorprendió mucho
-¿Es urgente? Voy por flufenazina para la señora Ramírez y...- ni la dejó terminar
-Tranquila, enviaré a alguien por el medicamento- la chica se acercó y se paró al lado del teléfono para hablar y juguetear con el típico enrollado cable de los teléfonos.
Agradeció y vio a la recepcionista pedirle la flufenazina a otra chica que estaba ahí por una práctica.
-¿Hola?
-Leda, ¡gracias al cielo!, te llamé a tu celular pero no contestabas- era Meridia
-Perdón, lo tenía en silenciador porque estaba ocupada, ¿Qué ocurre?- enrolló su dedo en el cable y lo desenrollo de nuevo
-Paso por ti en unos minutos, ¿ya estas libre?- podía oír tráfico al otro lado de la línea y supo que estaba de camino
-Sí, si, ya estoy libre, estoy terminando un...- no pudo terminar la frase porque en el hospital se oyó un horrible grito que sólo transmitía dolor.
Provenía de abajo; la bodega.
Soltó el teléfono sin colgar y no fue la única en correr a las escaleras para ver lo que ocurría.
-¡Sarah!- gritó una enfermera asustada y cuando Leda pudo colarse por la puerta vio la razón –Llevémosla arriba
-¡Traigan una camilla!- pero ya alguien se aproximaba con una
El rostro de la estudiante estaba lleno de sangre y en su ojo izquierdo había encajadas unas tijeras.
Era perturbador, pero a mismo tiempo eso era lo que los hacía actuar rápido y moverse afanados para ayudarla, ya que estaba perdiendo mucha sangre y debían ver si podían salvar el ojo o no (era mucho más probable la segunda).
En todo el escándalo, otra enfermera llevó la flufenazina al doctor Kubain y otros acompañaron a dos de los doctores para empezar cirugía en el ojo de la chica, sacar las tijeras, limpiar el espacio y tratar de acomodar y reparar los tejidos dañados.
Leda en ningún momento pudo dejar de pensar que era lo que le había sucedido, ¿había sido un accidente? Antes de que Meridia llegara, fue a la sala de seguridad en donde se veían las cámaras del hospital.
-Disculpe, ¿Hay cámaras en la bodega?- le preguntó al guardia que observaba las pantallas
-Sí- las pantallas titilaron y cambiaron hasta que en una de ellas se pudo ver la bodega –Esa
-¿Podría ver la grabación de hace cinco minutos?- el hombre asintió y movió un par de cosas para ponerla
-Aquí esta, sólo que no hay volumen- ella se acurrucó y observó con atención.
Era como ver cine mudo y a blanco y negro; vio el momento en que Sarah ingresaba a la bodega.
Todo estaba normal; ella entró tranquilamente y abrió varios cajones y puertillas para ver los nombres y poder identificar la flufenazina, pero cuando abrió uno de los de arriba, las filosas tijeras de cirugía se enterraron en su ojo izquierdo.
Sarah perdió el equilibrio y vio su expresión de terror. Algo que llamó su atención es que, aún en el piso, ella no dejaba de ver la esquina que estaba bajo la cámara y se atrevía a decir que lo que estaba ahí la asustó más  que su misma herida.
Por último, vio cuando todos empezaron a entrar y atenderla.
-Dios mío- dijo el guardia persignándose -¿Está bien?
-Está en cirugía- le avisó –Muchas gracias por su ayuda
-De nada, lo que necesite- la rubia salió y regresó a la recepción.
Se sentía realmente mal por lo que le había pasado a Sarah porque fue a ella a la que le pidieron que consiguiera el medicamento de la bodega, pensó que tal vez alguien no había acomodado bien el instrumento y por eso le había caído encima a la muchacha. No pudo evitar pensar que si eso no había sido un accidente, entonces ¿a quién trataban de lastimar? ¿A Sarah? ¿A ella?
Definitivamente esa noche no iba a conciliar el sueño. Ya se estaba viendo acostada y viendo el techo; y siendo honesta, si a la que querían lastimar era a ella, entonces no quería dormir.
-Leda, hay una mujer preguntando por ti en recepción- le dijo un enfermero, si mal no recordaba su nombre era Olliver.
Meridia había llegado; tomó su mochila y la saludó.
-El doctor Kubain dice que mañana no hay tratamiento para la señora Ramírez, como dijo, serán cuatro veces por semana entonces la dejaremos descansar jueves, sábado y domingo, yo te aviso de cualquier cambio- Olliver era un tierno morenito; de cabello cortísimo y mediana estatura
-Muchas gracias, te agradecería que me avisaras como sigue Sarah
-Tranquila, te mandaré un mensaje- dijo y Leda anotó su número en un papelito para entregárselo
-Gracias, adiós
-¡Adiós! Buenas noches- Leda caminó junto a Meridia hasta el pequeño auto rojo.
No hablaron mucho en el camino y se culpó a sí misma por ello. No era realmente muy tarde, pero no dejaba de sentir que lo que pasaba era su culpa, tenía delirios de persecución; la otra noche que entró a su cuarto y alguien reposaba sentado sobre su cama bastó con un parpadeo para que desapareciera y la vez que vio una silueta detrás de la puerta.
¿Alguien trataba de comunicarse con ella? Hacía rato que quería ir a ver a Daniel pero la verdad es que siempre pasaba algo que le complicaba las cosas y no podía.
Quería pensar que lo de Sarah había sido un accidente, necesitaba creerlo para poder sentirse bien con su persona.

I R R E A LDonde viven las historias. Descúbrelo ahora