Capítulo 2

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Tras dos escalas, una en Florida en el Aeropuerto Internacional de Fort Lauderdale-Hollywood y otra en el Aeropuerto Internacional de Tacoma-Seattle, llegó al Aeropuerto Internacional de Juneau, Alaska.

Sin duda el cambio sería drástico, es decir, desde Latinoamérica hasta Alaska. Leda empezaba a preguntarse si lo que hacía estaba bien. Ella no negaba que le encantaba el clima frío pero probablemente sería extremo para ella y no solo eso, era extremista también en el verano.

Antes de aceptar su ingreso en el programa de intercambios, leyó todo lo que encontró en Internet sobre Alaska, en especial Juneau: su capital. Leyó todo sobre su clima, celebraciones, un poco de historia, cultura y otras cosas que ella creyó relevantes.

Estando en Latinoamérica se sentía muy emocionada, pero ahora estaba muy intimidada por el cambio. La gente alrededor ya no hablaba en español sino inglés.

Reclamó su equipaje y se dirigió a la fila para las revisiones antes de poder salir.

Afuera de la sala en que se reclamaban las maletas, muchas personas parecían esperar familiares. Algunos abrazaban a otros cariñosamente.

Leda trataba de recordar el e-mail que le había enviado la mujer que la recibiría, en donde venía una foto, su número de celular y otros datos sobre ella. Se llama Meridia.

Pasó entre las personas, golpeando torpemente con su maleta a un par. Empujó a otros por error pero pudo salir de la multitud. Fue cuando sacó su teléfono del bolsillo para ver la foto de la mujer y poder reconocerla, cuando pudo divisar a alguien que sostenía un letrero con su nombre escrito en él. Guardó el celular y avanzó hacia ella.

-Hola, tu debes ser Leda- saludó ella en inglés y a partir de entonces sólo pudo hablar en español cuando llamaba a sus padres -¿Cómo estuvo tu vuelo?

-Estuvo bien, gracias- respondió cordialmente

-Te ayudo con esto- Meridia arrastró una de las maletas y Leda la siguió hasta que llegaron a una Chevrolet grand vitara modelo 2003 de color plateada.

Subieron las maletas al baúl del carro y posteriormente entraron en los puestos de adelante. Leda abrochó su cinturón de seguridad y vio a Meridia hacer lo mismo.

Hacía mucho frío y estaba bastante oscuro. Leda creyó que vería nevar, pero en ese momento tan solo estaba frío el clima.

-¿Leíste mi e-mail?- preguntó sin quitar la vista del frente

-Por supuesto que sí, su nombre es Meridia, ¿no es cierto?- inquirió

-Así es, puedes llamarme Mery o Meridia, no me digas señora porque estarás un año en mi casa y quiero lograr una relación amena- sonrió y Leda creyó que tenía razón

-Cuéntame de ti, ¿A qué se dedican tus padres?

-Bueno, mi mamá se llama Illie, ella es ama de casa y mi papá se llama Benedicto, pero le decimos Ben, él es contador; vivimos en un apartamento y no sé que mas decirte- rio con cierto nerviosismo

-Mmm- pensó un segundo –Me llamo Meridia Lanski, tengo un hijo llamado Jack que tiene veintitrés años de edad y tengo otros tres hijos que no son de sangre, ellos se llaman Connor, Griffin y Nicholas; soy psicóloga y mi casa está en las afueras de Juneau- la miró cuando un semáforo se puso en luz roja –Así que ¿futura doctora?

-Bueno, eso espero

-¿Qué especialización te gustaría tomar al terminar tu carrera?- volvió a arrancar el auto

-No lo sé exactamente, mi favorita siempre ha sido psiquiatría, siempre me ha ido muy bien comunicándome con personas que ven el mundo de forma diferente, pero por otro lado está la cirugía plástica que también me parece fascinante- se sorprendió con la facilidad con que podía expresarse con ella

-Lo entiendo, bueno aún tienes tiempo para decidir

-Supongo- dijo desganada

-¿Tienes algún pasatiempos o algo que te encante hacer?

-Bueno, me encanta el teatro- admitió

-¡Wow! Jamás lo habría imaginado siquiera- sonaba sorprendida -Una doctora amante del teatro, que novedad

-Oye, hay algo que me gustaría preguntarte- se sintió insegura de repente

-Adelante- giró el volante

-Bueno, leí que algunas personas piden una pequeña cuota por el Internet, servicios, comida y ese tipo de cosas, quería saber cuánto será el pago que te dé- hizo la pregunta tímidamente

-Tranquila, no te preocupes por eso, no voy a cobrarte nada de eso- se sintió un poco menos insegura –Como soy psicóloga, entenderás que tengo bastantes documentos, historiales y muchos papeles y hace poco mi asistente se mudó y por lo tanto renunció, así que me gustaría que tomaras ese puesto, pero solo dos días en la semana, ¿puede ser lunes y viernes? Necesito ayuda para organizar todo eso, si te parece

-Claro, si, suena de maravilla- la idea no era maravillosa, pero era mucho mejor que muchas otras cosas

-Estupendo, en serio te lo agradezco- Meridia sacaba bastantes temas de conversación.

Era una mujer adulta con el cabello corto de color rubio platinado, vestía una falda de tubo negra y una linda blusa. Era una mujer que ella podía considerar encajaba en el rango de "atractiva". Meridia tenía mucha facilidad para hablar y sabía qué preguntarle para que ella hablara.

De repente, se detuvieron frente a una casa de color claro con un techo triangular, del cual, sobresalían algunas ventanas hacia los lados. Era muy bonita.

-Llegamos- anunció Meridia mientras salía de la camioneta y descargaba las maletas en el suelo.

Cruzaron un pequeño jardín frontal con pasto hasta llegar a la puerta; Meridia abrió y continuó arrastrando la maleta hasta el final de un largo pasillo, en donde se hallaba una escalera.

Por dentro, la casa parecía una antigüedad; el piso de madera crujía un poco y era ese único pasillo el que conectaba cuatro habitaciones que se hallaban en el lado derecho y como si Meridia leyera sus pensamientos comenzó a indicar qué era cada una: la primera la sala, la segunda el comedor, la tercera la cocina y la última el baño.

Había varios objetos religiosos; cruces, figuras del Sagrado Corazón, de la Virgen, entre otras. Supo entonces que eran religiosos, específicamente católicos.

-Pongamos las maletas aquí- Mery señaló un espacio entre las escaleras y una pared; entonces Leda obedeció.

-Tu casa es muy bella- opinó quitándose una gruesa chaqueta y poniéndola sobre una de las maletas

-Gracias, que amable, son como las once de la noche, ¿quieres cenar algo?- la mujer caminó hacia la cocina y la chica la siguió.

La cocina no era muy amplia, pero tenía lo necesario. Ella invitó a Leda a sentarse sobre un banquito mientras calentaba algo de comer y cuando estuvo listo fueron al comedor, un comedor como con seis sillas lo cual era raro porque Meridia vivía sola con su hijo.

Leda la ayudó a llevar los platos y se percató de que estaban sirviendo comida para seis personas.

-Permíteme un momento- salió del comedor y ella quedó allí sentada, sola -¡Jack!- oyó que ella llamó y arriba se oyeron múltiples pasos. ¿Cuántos Jacks eran? –La cena está lista- Meridia regresó y se sentó junto a ella –Me gustaría que conocieras a mi hijo y que te familiarices un poco con sus amigos porque están aquí mas o menos el setenta por ciento del día

-Esta bien- no tenía opción.

I R R E A LDonde viven las historias. Descúbrelo ahora