Capítulo 18

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La oficina de Meridia estaba en el cuarto y ultimo piso; cada piso tenía una sala de espera, tres oficinas (cada una con un cuarto con historiales y documentos y un baño) y un cuarto de limpieza en donde estaba el material utilizado por los intendentes.
Meridia le explicó que cada persona que llegaba, se registraba en recepción y luego ya subía a la sala de espera a aguardar por su turno. Había varios especialistas, psicólogos de pareja, familiares, infantiles, laborales, etc. Mery se encargaba de hacer seguimiento a tratamientos de personas que estaban prácticamente curadas de alguna enfermedad mental, solo para que e mantuvieran tranquilas y asegurarse de que las cosas siguieran en orden y que no recayeran. Era bastante interesante.
Por dentro, la oficina tenía un estante enorme ocupando toda la pared izquierda, en medio, un escritorio y sillas acomodadas atrás y adelante; también había un sillón al pie de una gran ventana atrás del escritorio y a la derecha las dos puertas que conducían al baño y a un cuarto con carpetas y papeles.
Era bonita. Le gustaba como combinaban los distintos marrones de la madera y la alfombra que cubría el piso con lindas decoraciones.
En un momento, escuchó que tocaban la puerta, así que Meridia recibió a su primer paciente y Leda se encerró en el cuartillo de documentos y se puso a acomodar todo lo que estaba en las cajas por orden alfabético y luego meterlo en los cajones; tal vez se había cambiado de oficina y por eso el desorden de documentos.
Acomodaba por apellidos, primero el paterno, luego el materno y por último el o los nombres. Así, caja por caja juntó todos los apellidos paternos que iniciaban con la letra "A" y acomodó viendo las letras que seguían.
Le tomaría una eternidad acomodar tantos papeles porque había algunos que estaban un poco revueltos, aparte, cada sesión agregaban notas al folder del paciente. Era realmente un historial, cada persona tenía su carpeta en donde veían sus avances y conflictos.
Estaba sentada en el piso haciendo montoncitos; uno empezaba por "An", otro por "Ad", otro eran letras diferentes, etc.
A medida que guardaba un montoncito en un cajón, veía la hora. 8 p.m. en punto, 8:20 p.m., 8:30 p.m. y el tiempo cada vez pasaba más y más lento.
-Leda, hay un sitio de hamburguesas muy cerca de aquí y la mayoría vamos a ir a comer, ¿Quieres venir? O si quieres te la traigo, como tu prefieras- había olvidado ver la hora, lo hizo y se percató de que eran casi las diez de la noche.
-Bueno- observó las carpetas –Creo que me gustaría terminar las de la "A" y la "B" esta noche, de la "B" son poquitas y podría guardar lo que escribiste hoy- se sentía pequeñita sentada ahí en el suelo con las piernas cruzadas y rodeada de papeles
-De acuerdo, entonces iremos y te traigo una, ¿te parece?
-Sí, por favor- puso un mechón de cabello tras su oreja –Gracias, Mery
-De nada, linda, entonces aguanta aquí y te llamo para que bajes, ¿vale?- se estaba poniendo su abrigo –Y ya después nos vamos a la casa
-Sí, esta bien- accedió
-Te llamo- colgó su bolso en su hombro y Leda vio la pantalla iluminada de su celular anunciando que le quedaba cinco por ciento de carga
-Mery, creo que esto se descargará antes- le avisó
-Bueno, deja abierta esta puerta y te llamo aquí al teléfono del consultorio- propuso la rubia mujer y dicho eso acomodó su abrigo y cabello, se despidió y se fue.
Leda no tuvo problema con seguir ordenando las carpetas; ponía hojas aquí y allá dependiendo del paciente, la fecha y otros factores. Llegaba a ser hasta una terapia antistress porque ocupaba su mente.
Pasados unos minutos su estómago comenzó a crujir por el hambre y revisó de nuevo la hora; ya eran las diez pasaditas y su estómago gritaba por algo de comer. Recordó que había una maquinita de dulces en el primer piso, cerca de los elevadores y le pareció buena idea apaciguar a su estómago por un rato hasta que pudiera probar esa hamburguesa.
Meridia había hablado muy en serio cuando dijo que la mayoría quería ir a comer hamburguesas porque el lugar estaba desierto. Sólo vio a un trabajador y este ya iba de salida; de hecho, los pisos dos y tres ya estaban apagados, pero bueno, ella no tenía nada que hacer ahí.
Cuando el ascensor se abrió en la primera planta, el trabajador que iba con ella salió directo hacia la puerta y se fue. Abajo, sólo quedaba el guardia de seguridad.
-Hola- lo saludó y pensó en comprar un bocadillo para él también –Aquí tiene
-Gracias, niña
-De nada, provecho- se asomó por la puerta y vio que afuera caía una tormenta; el cielo se iluminaba con rayos y los truenos sonaban muy fuerte, por un momento creyó imaginar que una piedra chocaba con el cristal de la puerta, pero pronto se dio cuenta de que lo que caía era granizo.
-Esta tormenta no me va a dejar salir- dijo y supo que se refería al granizo; nadie quiere caminar bajo una tormenta con granizo
-¿Llueve así muy seguido?- preguntó mientras abría el paquetito de la colombina
-A veces sí, es como por temporadas pero hace rato que no caía una tormenta así en verano- el guardia era un viejito vestido con su traje azul oscuro y una gorrita -¿Eres la chica que está ayudando a la señora Meridia?
-Sí, señor- asintió con un cachete inflado a causa de la colombina de fresa
-Este granizo tal vez los detenga porque esto podría romper el cristal de un carro- no había pensado en eso y se puso un poco nerviosa
-Espero que escampe pronto o que por lo menos no caiga más granizo
-Sí, Dios quiera que nadie salga lastimado- ambos veían por la ventana
-Bueno, discúlpeme, pero debo regresar a terminar un trabajo- se retiró de la ventana
-Claro, gracias por el dulce- agradeció y le dio ternura. Los viejitos le inspiraban mucha ternura.
-No me agradezca nada- sentenció y vio en la plaquita de su traje que se llamaba Larry.
Nuevamente subió por el ascensor hasta el cuarto piso, se encerró en la oficina de Meridia y regresó a hacer lo que hacía.
Pasado un momento el teléfono timbró y Meridia le hizo saber que se tardaría, justo como lo predijo el guardia. En fin, colgó y siguió trabajando cuando de repente se fue la luz y todo quedó oscuro.
-Ay- buscó rápido su celular y colgó su mochila de regreso a su espalda. Empezó a alumbrar con el teléfono para ver por donde caminaba; abrió la puerta y salió al pasillo, caminó para buscar una escalera pero ese cinco por ciento no duró mucho y la dejó perdida en total oscuridad.
-No, no, no, no- rogó mientras daba golpecitos al aparato con la mano.
En un momento oyó una campanita al final del pasillo; un "tin" omitido por un ascensor cuando se detenía. ¡Pero no hay luz!, exclamó su conciencia y se escondió tras un murito en donde el pasillo parecía dar vuelta.
Pensó que era tonto quedarse ahí escondida, podría ser Larry porque empezó a oír pasos; pero eran pisadas fuertes, y es que, un viejito no da esas pisadas, no uno como Larry.
Su respiración estaba agitada y estaba extrañamente asustada, sus instintos le decían que por ningún motivo debía dejarse encontrar, pero también estaba esa parte ingenua que le decía que era otro simple trabajador que también iba a las escaleras. De una manera u otra no había mucho a donde ir y ella no conocía el lugar así que se armó de valor para salir y preguntarle al extraño por las escaleras.
Justo cuando se paraba para dar salir de atrás de ese muro, sintió una mano cubrir su boca y otra tomar su cintura para jalarla hacia atrás, de regreso a su escondite.

I R R E A LDonde viven las historias. Descúbrelo ahora