Capítulo 27

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Tuvo que aguantarse las ganas de interrogar a Meridia respecto a Helen; no es como que le importara demasiado el tema, es decir, no era de su incumbencia y ni siquiera la conoció, pero pudo ver su espíritu y eso la hacía pensar que podía existir una cierta razón para que ella quisiera comunicarle algo.
Aunque, para ser francos, si ella quisiera decir algo, ya la hubiera buscado, al igual que la anciana del estacionamiento del hospital.
Ella confiaba en que como no había visto más a Daniel, él probablemente estaba vivo aún.
Esa tarde mientras seguía husmeando en el expediente de consultas de Helen Marrise, recibió varios mensajes de Olliver diciéndole que Thia estaba un poco mejor, pero que lamentablemente no habían podido hacer nada por su ojo.
Quedó completamente destruido, le había dicho él.
Afuera, empezó a ponerse un poco oscuro y Meridia la llevó al hospital para las prácticas del día viernes. Antes de bajarse del auto, la mujer le advirtió que no se fuera sola, que uno de los muchachos la recogería.
Se encontraba terriblemente nerviosa, para ser honesta, no quería estar allí. Deseaba con ansias ser doctora, pero la verdad era que las peores experiencias las estaba teniendo en ese lugar, específicamente en el edificio de psiquiatría; concluyó que se mantendría en el área de cuidados intensivos u otras áreas más concurridas hasta que la jornada terminara.
El doctor Kubain le había pedido ayuda para comunicarse con la señora Ramírez, pero no tenía ni una pizca de entusiasmo por ir.
Podría decirse que a estas alturas, la más mínima soledad le aterraba, incluso más después del incidente en el baño.
Aquella noche, trató de estar acompañada de Annie el mayor tiempo que pudo hasta que no pudo ignorar más el llamado de las enfermeras.
-Leda, el doctor Kubain de verdad te necesita- dijo la última que fue y entonces decidió ir con Annie.
-Esta es la especialización que menos llama mi atención, Leda- se quejó la morenita.
Cuando entraron al área de psiquiatría, la rubia sintió escalofríos. Nuevamente estaba ahí y no había podido averiguar nada sobre Daniel. Ella confiaba en que ya hubiera sido dado de alta.
-Hola, creí que no vendrías- saludó Olliver con amabilidad
-Hola, Olliver, ¿Y Thia?
-En el hospital, en la sede principal, en cuidados intensivos- explicó –Las tijeras cortaron partes importantes y como te conté, no fue posible que conservara el ojo
-Dios- expresó simplemente
-El doctor Kubain te espera arriba, veo que tienes compañía, creo que al doctor no le molestará
-Gracias, Olliver
-De nada, suerte- el enfermero desapareció por el pasillo.
El aroma del lugar era el mismo, ese ambientador con un supuesto y artificial olor a pino que se podía oler incluso en el ascensor. ¿Cómo describirlo? Era dulce y a la vez empalagoso.
-Que horrible lugar- dijo Annie mientras cruzaban el pasillo hasta la oficina del doctor psiquiatra.
Leda estaba empeñada en no quedarse sola en ningún momento porque, aunque siempre le había gustado la soledad y sus privilegios; ahora veía los peligros que esta atraía y aún más cuando se mezclaba con la oscuridad.
-Prefiero regresar- comenzó Annie pero Leda empezó a molestarla hasta hacer que accediera a quedarse.
Tocó la puerta dos veces hasta que el doctor abrió. Se veía viejo y cansado. Sostenía unos papeles en alto mientras los leía y saludó sólo con un gesto.
-Me temía que no vinieras- aceptó bajando el folder mientras los tres tomaban asiento –Y no vienes sola
-Soy Annabel Thomas, también estudio medicina, pero no hablo español como mi compañera; vengo por interés académico- estrechó su mano y Leda se sorprendió de lo educada e intelectual que Annie podía lucir cuando se lo proponía –Es un placer, Leda habla mucho sobre este tratamiento
-¿A sí?- la vio y se sintió un poco incómoda, pero sólo un poco –Será mejor que vayamos a recoger a nuestra paciente antes de que sea muy tarde- dicho y hecho fue.
Fueron por la sedada mujer y la llevaron a la oficina en una silla de ruedas.
Tanto sus tobillos como las muñecas iban atados con correas de cuero por seguridad tanto de la mujer como del personal del hospital.
-Le dimos una dosis de gambutrol para controlar los ataques epilépticos y nuevos síntomas que ha desarrollado- la acomodó en un lado de la oficina –Pasa horas del día sólo gritando y tiene una severa irritación en la garganta, fracturó su tobillo izquierdo ayer cuando tratábamos de sacarla para tomar unas radiografías; la verdad es que cada día empeora aunque sea un poco
-¿No ha habido avances o momentos en los que la vean tranquila?
-Ahora que lo mencionas, sí, un par de veces sólo se pone a llorar y susurra cosas, pero al instante se pone a gritar y lanzar cosas- le puso una inyección a la señora en la vena, administrando algún medicamento, supuso Leda –Cuando llegó no estaba tan mal, creo que ha empeorado desde que iniciamos el tratamiento; ya no pasa día que no se lastime con algo
-Eso si es desalentador
-Y que lo digas- contestó el médico a la rubia –Veamos como nos va hoy
-Bien, espero- esta vez fue Annie.
Leda estuvo apunto de decir algo, pero la mujer movió los dedos de su mano derecha.
-Despierte, señora Ramírez, quiero hablar con usted- la señora abrió los ojos y Leda vio como un manto grisáceo opacaba sus ojos; no dijo nada por miedo a ser la única que lo viera.
-Señora Ramírez, el doctor Kubain quiere hablar con usted- tradujo Leda al español y la mujer se le quedo viendo, algo inquieta.
La vio de la manera en que un león ve a un antílope pequeño y solo, la fulminó y volteó su cabeza de la misma manera en que los perros lo hacen cuando algo les parece curioso; su respiración era ruidosa y pesada por posible obstrucción debido a mucosidad.
-¿Cómo se siente esta noche de su tobillo, señora Ramírez?- preguntó el doctor y Leda continuó con su trabajo como traductora, pero ella no respondía nada, simplemente veía a Leda con odio.
-No puedo ayudarla si no me habla, señora Ramírez- susurró Leda para la mujer y ella chilló levemente –Yo sé que está ahí, pelee contra los que no dejan que se muestre y hábleme- ella apretó los puños y mostró a Leda los dientes de la manera en que hace un animal cuando quiere intimidar –No les temo- no sabía de donde sacaba la valentía para afrontar los demonios de la mujer, tal vez era porque aún no los había visto realmente -Y sé que usted tampoco.
Definitivamente era muy complicado avanzar con ella así que el doctor Kubain tomó la decisión de medicarla por un tiempo y luego intentar algo porque según decía él, estaban perdiendo el tiempo con ella.

I R R E A LDonde viven las historias. Descúbrelo ahora