No hay dos sin tres

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El beso entre ellos dos fue largo. Dani tocó todas las partes del cuerpo de María mientras la besaba. La cogió en volandas y la llevó hasta su habitación sin dejar de tocar sus labios. En la habitación la tumbó sobre la cama y cuando María iba a tomar las riendas Dani le dijo que se dejara hacer, ella obedeció. La lamió, la besó, la tocó y penetró en mil posturas y de mil formas. Ella gemía y él le decía que gritara más. Por Qué le gustaba oírla gritar.

— Grita María, déjame oír lo mucho que te gusta — Ella gritaba de placer mientras Dani la embestía sin pudor.

Diego, ya llevaba un rato durmiendo, se despertó por los gritos de María y automáticamente se le puso dura. Se acordó de la chica de ojos azules que había traído Dani y fue en busca de los gemidos cada vez oía más nítidos. Sabía que ella no estaba para ser compartida, era una niña solo, pero quería ir a echar un vistazo. La puerta de la habitación estaba abierta y vio cómo en ese momento Dani lamía todo el sexo de María y ella se retorcía de placer. Totalmente desnudo los contemplaba. Dani sabía que Diego estaba ahí, pero no quiso decírselo a María. Cuando María ya se había corrido 4 veces según la cuenta de Dani este paró y colocándose a su lado le habló.

— ¿Sigues pensando lo mismo? — María que aún no había recobrado el aliento le mostró una sonrisa a Dani y este se sintió extraño, jamás después del sexo se había sentido así.

— Si — Le cambió la cara y de pronto María soltó una gran carcajada — Es broma, vaya cara se te ha quedado. Ha sido increíble, tengo que admitir que tenías razón.—

Diego se había quedado a verlo todo, pero antes de que María pudiera verlo se fue, se metió en la ducha y se bañó con agua fría.

Dani y María se quedaron tumbados en la cama, juntos, un buen rato. Él la miraba y le contaba cada lunar de su cuerpo, que eran muchos, y ella se dejaba hacer.

— Eres preciosa, ¿lo sabías? — María que aunque se lo decían mucho nunca lograba acostumbrarse y se sonrojó. A pesar de lo que acababa de pasar se sentía a gusto, sin complejos, sin pudores, sin vergüenzas.

— Eso dicen. ¿Cuantos años tienes? — Preguntó curiosa.

— 10 más que tu.—

— ¿Como sabes la edad que tengo?—

— Me lo has dicho antes — María sonrió. Le gustaba ese chico, su forma de ser, de hablar, su cuerpo, como la tomaba. Se sentía bien a su lado a pesar de conocerlo de hacía solo un día.

Más tarde se levantaron de la cama y fueron a la cocina a beber algo y charlaron un rato más hasta que Dani acalorado le propuso darse un baño en la piscina.

— No tengo bikini — Dani se rió.

— No te hace falta — María le miró y levantó una ceja — Solo estoy yo, y ya te he visto desnuda.—

— ¿Y Diego?—

— ¿Acaso te avergüenzas de tu cuerpo? Aquí no usamos bañador — María se lo pensó y finalmente accedió. Tenía razón. ¿Qué más daba ya?

Era una piscina en forma de ocho con una isleta central por un lado llena de piedra y una pequeña cascada y por la otra una pequeña tarima con barra incluida para poder beber y bañarse al mismo tiempo. Era de agua salada y por un lateral simulaba la playa. Era muy grande. Y con una zona muy muy honda. Más que una piscina parecía un lago. Estaba rodeada de césped y árboles y tenían toda la intimidad del mundo. Se tiró de cabeza tras tirarse él, Dani sintió un latigazo en su polla cuando la vio lanzarse. Sus pechos pequeños, su pelo alborotado, sus piernas perfectas... todo de ella le gustaba.

María se sintió libre y tremendamente feliz. Se olvidó por un momento de todo y solo sentía el agua en su piel. Buceo, nadó y se tumbó boca arriba flotando en el agua. Dani la observaba.

En la cama de María - Trilogía María parte 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora