La carta

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Julia se despertó con Rubén en la misma cama, rápidamente se levantó por miedo a que alguien entrara y la viera. Sintió un dolor muy fuerte en la barriga y se asustó. Fue el baño y se miró las braguitas pero estaban limpias. Se llenó la bañera de agua caliente y se relajó. Julia estaba total y perdidamente enamorada de Nacho, se sentía atraída hacía él desde el mismo momento en que lo vio. Su sonrisa, su pelo rubio, su voz, su forma de hablar, sus ojos, sus labios... Julia lo había estado persiguiendo durante un año sin que él se diera cuenta. Un año entero tras un hombre al que no conocía pero se moría por conocer. Su madre de pequeña le había contado mil veces cómo había conocido a su padre, al amor de su vida, sintiendo como una especie de interruptor en la cabeza, que al ver a esa persona, se enciende. Ella estaba segura que cuando vio a Nacho, ese interruptor se encendió. El entró en aquella joyería en la que ella estaba mirando su anillo de compromiso, y fue verlo y click, todo su mundo cambió. Ella observó a Nacho, este miraba las pulseras y compró una, se la dio a la dependienta y le dijo que grabara la palabra María y detrás una fecha. Julia en un primer momento pensó que sería su novia, su mujer o algo por el estilo y sintió como la tristeza la invadía, era tan extraño. La dependienta le dijo que lo tendría en una semana y él abatido le dijo que no había prisa. Nacho salió y Julia le siguió, así supo donde trabajaba, y así Julia todos los días iba al bar de enfrente a esperarlo. Había días que lo veía, había días que él no aparecía. Convencida de que Nacho era el amor de su vida, había dejado a su prometido, y se había quedado sola.

Nacho se había levantado muy pronto y había salido a pasear. Le dolía la nariz y la cara aunque por suerte no tenía más que una pequeña rojez e hinchazón donde Diego le había propinado aquel puñetazo que tanto merecía. Llegó hasta el embarcadero y se sentó. Metió los pies en el agua, estaba fría. Se sentía peor que nunca y no podía hacer nada para cambiarlo. La había perdido para siempre y en el fondo aunque le dolía a mares, sabía que era lo mejor para ella. Recordó su cara cuando María lo pilló en la cama con Julia y Rubén. Maldita sea, pensó. Soy un imbécil, un hijo de puta, un cabrón, no merezco nada de esa niña. ¿Que iba a hacer ahora con su vida? Julia le atraía, era sexy, guapa, y el sexo con ella era espectacular y más cuando Rubén se unía a ellos, pero... a su lado se sentía vacío, la había querido pero ahora después de saber lo de las pastillas y de ver como había hablado a su María, las cosas que le había contado solo para hacerle daño, solo para conseguirle, no sabía si podía quererla. Respiró hondo. Joder, se dijo, Julia me quiere tanto como yo quiero a María. Y pensó eso porque en el fondo él hubiera sido capaz de hacer lo mismo si eso hiciera que María y él pudieran estar juntos.

Pablo no había dormido muy bien. Había vuelto a tener pesadillas. Solo María conseguía que esas pesadillas desaparecieran, había probado medicación, hipnosis, acupuntura y remedios naturales pero nada. Nada le había ayudado. Tenía 35 años, estaba soltero y dependía de una niña, que ya no era tan niña, para conseguir dormir bien al menos una vez a la semana y así recuperar todas esas horas de sueño que perdía. Desde que se había ido a vivir solo, se había acostumbrado a dormir fatal durante la semana, descansar a penas 3-4 horas y mal, levantándose sudando y con malestar, ponerse a trabajar cansado y acabar el día agotado, pero todo valía la pena porque el viernes por la noche María dormía con él. Daba igual los planes que María tuviera, si salía con los amigos o si se quedaba en casa, porque a la hora de dormir ella iba a casa de Pablo y él dormía por horas. Si María se despertaba antes que él, ella se quedaba en la cama leyendo. El fin de semana que María no había podido ir Pablo lo lamentaba pero sabía que no podía decirle nada. Sabía que María se había perdido muchas cosas por él y sabía que María no volvería a Almería con Adrián si él se quedaba aquí. Tenía que hacer algo.

María se levantó en una cama sola. Intentó recordar cosas de la noche anterior pero la cabeza le retumbaba, al parecer había bebido demasiado y luego cuando Diego, Dani, Adrián y ella se metieron en la habitación cuando ya todos dormían, ellos habían fumado hierba y follado como locos. A María le dolía todo, desde la cabeza hasta la punta de los dedos de los pies. Esos tres hombres la iban a matar. María recordó cuando había visto a Nacho correrse en la boca de Julia y sintió náuseas, corrió al baño y vomitó. Se enjuagó la boca, se lavó la cara y se miró al espejo. Estaba hecha un desastre. Se desnudó y se metió en la ducha. Metió la cabeza bajo el grifo y cerró los ojos. ¿Que iba a hacer ahora? Desde que conoció a esos tres hombres su vida había cambiado, su forma de ver las cosas. Sentía que era posible ser feliz plenamente. Sentía que podía tener lo que ella quería. Poco a poco los tres se le habían metido muy adentro, a pesar de todo lo que había pasado, habían venido y estaban aquí por ella. La deseaban tanto como ella los deseaba a ellos y parecían sinceros cuando decían que ella era especial. Suspiró. Para ella, ellos también eran especiales.

En la cama de María - Trilogía María parte 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora