Seamos sinceros

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Adrián había estado con muchas mujeres. Tantas que había perdido la cuenta. Tantas que no lograba ni acordarse de ellas. Estaba seguro que si alguna vez se cruzaba con alguna posiblemente ni la recordaría. Mujeres que había compartido con Diego o Dani o con alguna otra mujer. Mujeres que para él solo habían sido un objeto, un instante de refugio, un desahogo. Hacía 7 años que su mujer había muerto, pero él la seguía amando. Su mujer se había ido demasiado pronto, se había ido sin despedirse y ya no iba a volver. Adrián igual que María necesitó huir y igual que María encontró a Dani. Dani y Diego tenían una forma peculiar de disfrutar de las mujeres y él que siempre había diferenciado el sexo del amor, vio en esa forma de vida una vía de escape, pero se prometió que jamás disfrutaría de una mujer sola, ya que para él eso sería hacer el amor y no follar. Pero desde que María entró en su vida no había parado de pensar en hacer el amor con ella, en tenerla para él solo aunque solo fuese una vez, en disfrutarla sin prisa, sin nadie alrededor, en poder mirarla tranquilamente mientras se corría, en hacerla disfrutar... y eso le daba miedo.

María se bebió el cóctel mientras Adrián le enseñaba todo el barco. Desde la cocina, hasta la habitación y arriba el timón y delante el solarium. Era increíble y María estaba como hipnotizada con todo aquello. Y es que María adoraba el mar.

- ¿En que piensas? - María se había quedado absorta mirando el mar.

- En Pablo, él siempre me llevaba a la playa de la Barceloneta cuando me veía agobiada.

- Echar de menos a alguien es el sentimiento mas puro que existe, más que el amor. ¿Lo sabías?- María se quedó callada - Cuando amas a alguien te condicionas, eres capaz de cambiar por esa persona, dejas de ser tu mismo, y aunque el amor es maravilloso a la vez es destructivo. En cambio la añoranza es todo positivo. Cuando echamos de menos a alguien volvemos a ser nosotros mismos y trabajamos para ser mejores para que esa persona que no está, o que está lejos esté orgulloso de nosotros - A María le pareció la explicación más sincera y verdadera que había escuchado en la vida.

- Nunca había pensado en ello, pero tienes razón - Adrián que se había puesto nostálgico de repente se puso a sonreír y le tendió la mano a María.

- Ven, vamos te enseñaré a conducir a Cupido - Cogió su mano y los dos caminaron hasta la parte de arriba del barco.

Adrián condujo hasta salir del puerto y entonces le dijo a María que probara, él se puso detrás de ella y le cogió las manos y se las guió.

- Ahora tu sola - María le miró asustada.

- No, ¿y si me choco?- Adrián soltó una gran carcajada.

- No veo con que... - María miró alrededor y se puso a reír. Estaban en medio de la nada, sería imposible chocar con nada.- Ahora vengo.

- No por dios, no me dejes sola.

- Tranquila María será un momento.

Adrián bajó y María tomó aire. Estaba siendo un día maravilloso. Estaba a punto de atardecer y ella estaba en primera fila, en el sitio de los privilegiados y ese momento, el momento en el que el sol se ha ido pero todavía es lo suficientemente de día como para ver, era sin duda el mejor momento del día, en el que ella se sentía extrañamente más a gusto. Adrián volvió, paró el motor y con una botella de champagne en la mano le indicó a María que la siguiera y se fueron a la parte delantera del barco y sobre unos colchones se sentaron mirando hacía la puesta de sol. Adrián le dio una copa a María y la llenó de champagne y los dos brindaron.

- Por un nuevo comienzo - Dijo él.

- Por un nuevo comienzo - Dijo ella.

Se quedaron callados un rato observando como el sol se iba escondiendo.

En la cama de María - Trilogía María parte 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora