Capitulo 11

1.5K 115 16
                                    

Terry estaba con una galleta de polvorín en la mano, mirando juguetonamente a Candy, que aún permanecía al lado de Tom. Ella miraba a Terry de una manera bastante extraña.

—¿Qué haces aquí?— Pregunto ella disimulando su enfado.

—Vine a saludarte, y como tu amigo Tom venía pasando por aquí, le pedí que me ayudará y mírame aquí estoy, comiendo una rica galleta— Contestó sonriendo y mordiendo la galleta.

Albert solo miraba divertido la escena, pensando en lo que ellos hacían armando un gran alboroto sobre algo que se podía resolver de una manera bastante sencilla. ¿Pero qué se iba a hacer?

Así era el amor entre dos personas jóvenes.

—Bien ¿para qué me quieres?— Preguntó irritada.

—Mmm para verte y saludarte— Contestó sonriendo.

—Terry yo...— intentó decir pero alguien la interrumpió.

—Candy vamos, habla con él— le dijo Tom.

—Si Candy, los dejáremos solos— contestó Albert alegre.

Candy y Terry se quedaron completamente solos, debido a que los demás chicos se fueron. Ella no podía mirar directo a la cara del joven, mientras que él si lo hacia.

—Candy yo... Perdóname por lo del otro día, fui un estúpido al decirte todo eso—Dijo rompiendo el silencio.

—Lo siento, pero ahora tengo a alguien a mi lado.—respondió aunque por dentro se moría por ganas de decirle que lo perdonaba y que lo volverían a intentar.

—Dios mio Candy, ¿me estas hablando de Neil?—Preguntó demasiado molesto— Él no te quiere, solo...— Alcanzó a decir.

—No digas nada, por favor, él no me ha hecho sufrir...—Trató de defenderlo.

—¿Ah no?.... ¿Y todo lo que te hizo en la infancia? ¿Las humillaciones y malos tratos en su casa al lado de su hermana Eliza?—contestó él poniendo sus nudillos blancos por la fuerza con la que apretaba sus puños.

—Ha cambiado— Dijo en un susurro.

—No Candy... Él no cambiará, sigue siendo el mismo Neil de siempre— añadió mas tranquilo.

—Si así lo crees adelante, porque te digo una cosa yo no sigo siendo la misma Candy... Cambié por ti—afirmó dándose la vuelta y corriendo a su recámara, cerrando la puerta tras de sí.

Terry se quedó pasmado escuchando los ecos que resonaban en su mente y oídos «Cambie por ti» había dicho... La hizo sufrir de verdad entonces, jamás se lo perdonaría, pero no se iba a dar por vencido, la recuperaría.

Las semanas pasaron rápidamente y Candy había pensado que Terry ya se había marchado de Chicago. Pero lo que no sabía era que sus ideas eran erróneas, él estaba planeando otro encuentro con ella, que quizá iba a resultar más efectivo.

Ese día Candy fue a trabajar y la rutina fue casi la misma de las anteriores respecto a su trabajo. Tomó la temperatura de los pacientes, vendó a varios heridos e hizo operaciones de urgencia para salvar la vida de unos chicos que sufrieron un accidente.

Entre toda la dura jornada, Candy dejó de pensar un momento y recordó a su vieja amiga, Flamy Halminton que se ofreció voluntaria meses antes para ir a la guerra. Candy pensó por un momento que si ella estuviera con Flamy no hubiera sufrido todo lo que sufrió por Terry Grandchester. Pero algo la sacó de sus pensamientos. Un golpe en la puerta anunciaba que la buscaban.

Le ordenaron se dirigiera a la oficina del doctor Whitman. Ya estando ahí el director del hospital les informo que iban a ser enviadas cinco enfermeras y cinco médicos de ese hospital al frente, ya que la guerra estaba siendo cada vez más intensa y se necesitaban manos para salvar vidas. El doctor dijo que los ahí reunidos irían por voluntad, por lo que tenían una semana para pensar su decisión.

Candy no sabía que hacer: el ir a la guerra significaba mucho, pero estando ahí significaba más. Lo bueno era que tenía una semana para pensarlo y decidirlo aunque quizá su decisión fuera afirmativa.

Después de aquella noticia, llego a la mansión con pensamientos demasiado delicados en la cabeza. Albert le informó que tenía una cena muy importante donde ella debía que estar presente, así que por distraerse un poco, aceptó la invitación.

Era una hermosa fiesta de disfraces, donde Candy fue al lado de su príncipe de la Colina ya que Albert acompañaba a la joven a todos lados y viceversa. Pero algo extraño sucedió, en aquella ocasión, el rubio desapareció de un momento a otro y alguien la jaló de la mano, ignorando la identidad de dicho secuestrador creía haber visto esa silueta anteriormente.

Aquel chico la jalaba con mucha fuerza y ella con todos los intentos por zafarse, no lo logró. Él la condujo hasta un jardín donde en medio había una mesa con velas y una persona sentada con aspecto hermoso y familiar para la chica.

Terry era aquel joven que estaba sentado, con una expresión tranquila y feliz. Candy no supó que decir pero esa vez no lo trató con frialdad. Así que se sentó frente a él, tratando de ocultar su rostro en la luz de las velas. Ellos dos comieron en silencio, pero no era un silencio incómodo sino todo lo contrario. Terry tomó la palabra.

—Candy, en esta cena quiero decirte que no pienso discutir contigo... Sé que me porte como un patán, pero mis razones fueron de orgullo y nadamas que eso. Pensé que diciéndote todo eso serías feliz y encontrarías a un buen hombre. Pero me equivoque y quisiera sinceramente regresar el tiempo para no dejarte ir, y mantenerte siempre a mi lado. Por lo que está noche te regalo ésto— Dijo con voz tranquila y extendiendo una caja negra a Candy, era un collar de esmeralda con unos pendientes a juego— Candy es tuyo ahora, mira si no quieres hablar lo entiendo pero... Partó en una semana, si me perdonas de corazón y quieres que lo volvamos a intentar, que sea por ti, dentro de tres días te esperó en el lago Michigan, si no vas entenderé que te he perdido para siempre y no te volveré a molestar, lo juro por mi vida... Pero si vas doy por entendido que lo intentaremos y ahora sin equivocaciones y malos entendidos, lo prometo. Pero te digo algo... Te amo y siempre lo haré, mi pequeña Tarzan pecosa— fueron sus palabras, después de eso se alejó manejando por él mismo su silla de ruedas.

Amor sin alas [Editando] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora