Ethan.
La besé intentando acallar sus palabras, que sabía eran producto de la desconfianza y el temor. Claro que me amaba tanto como yo a ella, sólo estaba lastimada y no quería entregarse otra vez. La conocía lo suficiente como para tener esa certeza.
No la culpaba e incluso la entendía, pero ya no soportaba no tenerla a mi lado como yo ansiaba. Poder besarla, recorrerla entera si eso deseaba, hacerla mía hasta el cansancio y perderme en su cuerpo entregándole mi amor. Extrañaba tenerla a mi lado, así fuera solamente conversando, compartir con ella cada instante del embarazo y por tonto todos esos derechos o mejor dicho privilegios, los había perdido.
Pero los pensaba recuperar.
Y hoy verla así, tan hermosa me hizo tomar la decisión de avanzar. Quizás estaba jugando sucio, era consciente que sus hormonas la hacían estar más sensible y que ver el cuarto de las nenas la había dejado más expuesta, pero utilizaría cada recurso que estuviera a mi alcance para que vuelva a mi y sepa cuanto la amo.
Su boca se pegaba a la mía, respondía a cada rocé, a cada leve contacto de mis labios sobre los de ella y me hacía enloquecer.
Mis manos se posaron en su redondeada cintura y poco a poco la fui adentrando en su habitación. Sus manos ahora recorrían mi cabello, acariciaba la piel de mi cuello con sus uñas haciéndome temblar.
Apresé su labio inferior entre mis dientes, con la delicadeza suficiente como para que la volviera loca sin causarle dolor.
Recorrí su mandíbula y su cuello con húmedos besos, deleitándome con el aroma de su piel, con su suavidad y sobre todo con esos pequeños gemidos que escapaban de su boca, demostrándome que quería esto tanto como yo.
Comencé a recorrer su cuerpo, como había hecho en tantas otras ocasiones, tocando los sitios exactos que sabía la debilitaban, la excitaban... Y aunque moría de ganas, aún no le quitaba ni una sola prenda. No deseaba ahuyentarla, deseaba disfrutarla después de tanta ausencia de su cuerpo entre mis brazos.
-¡Esto tiene que parar! -gimió contra mi piel, con la respiración acelerada y su cabeza echada hacia atrás, dándome completo acceso a su cuello.
-Dime una razón valida para detenerme -murmuré, bajando el cierre de su vestido.
-No pienso servirte de sustituta cuando tus amiguitas sexuales no están disponibles -gruño.
Una sonora carcajada escapó de mi, haciéndola temblar al sentir sobre su piel la vibración que mi risa produjo.
-Mi amor tú jamás ocuparas el lugar de sustituta ni nada que se le parezca -dije, al tiempo que deslizaba muy despacio su vestido hasta dejarlo a sus pies -. Intenté olvidarte con otros cuerpos, error garrafal que cometí, más eso fue imposible. Te llevo grabada en todo mi ser, nadie se equipara a ti, nadie me hace perder la cabeza como tú y nadie hace latir tan fuerte a mi corazón como lo haces tú.
Comencé a quitarle sus sandalias, besando sus delicados pies, sus torneadas piernas, su abultado vientre, el valle de sus senos, hasta volver a apropiarme de su exquisita boca.
Sus manos comenzaron a desvestirme y me dejé hacer. La camisa, los pantalones e incluso mis ajustados bóxer quedaron fuera de mi cuerpo. Y sentirla nuevamente junto a mi cuerpo, sin impedimento alguno, era saborear la gloria.
-Debes decirle eso a absolutamente a todas las mujeres con las que te acuestas -dijo acariciando mi erección, de arriba abajo, con sus ojos cerrados debido al placer que invadía todo su ser -. Pero yo no soy como ellas, no necesito mentiras para acostarme contigo. Es más, esto -dijo señalando con su índice el espacio que había entre los dos -sucede por culpa del embarazo y mis necesidades como mujer. ¡No te amo!
Quite sus manos de mi entrepierna, provocaba estragos en mi y si continuaba no podría esperar ni un segundo más sin estar dentro de ella.
La llevé hasta su cama, entre besos y mordiscos. Quite su ropa interior y me dedique a devorar el banquete que su cuerpo era para mi.
Mientras mis dedos se hundían en su húmedo interior, mi lengua rozaba, delineaba y lamía sus pezones sonrosados. Habían crecido desde la última vez que los tuve para mi, al igual que su interior estaba más apretado.
Sus manos se aferraban a mis cabellos, gruñía, gemía y suspiraba. Mi pulgar acarició su clítoris, estimulándola aún más, mis dedos a una velocidad vertiginosa se perdían en su interior, logrando que se retorciera entre mis brazos y los primeros vestigios de un orgasmo se hicieran presentes.
Su espalda se arqueó, su cuerpo se tensó y besándome brutalmente explotó en un orgasmo demoledor.
Retiré mi mano de su interior, volví a besar cada parte de su cuerpo hasta llegar a su centro, y allí me deleite y embriagué con su sabor. Lamí sus pliegues, succione su botoncito de placer, mi lengua la invadió y cuando el segundo orgasmo se presentó, me aferré a sus caderas para mantenerla allí, en esa posición. Bebiéndome cada gota de placer que derramó, sintiendo sus roncos gemidos y siendo testigo de su descontrol.
-De tu boca podrán salir miles de palabras, pero tu cuerpo te traiciona, tu cuerpo no miente. Sé que me amas, no te niegues más y deja que ese sentimiento fluya.
Me observaba por debajo de sus pestañas, con su rostro sonrosado reflejando lo extasiada que se sentía.
Me coloque sobre ella hasta que nuestros rostros quedaron enfrentados, acaricié sus delicados rasgos, haciendo un esfuerzo sobrehumano para no hundirme en ella de una vez.
-Te voy a amar hasta el último día en que viva -susurré contra sus labios.
Me recosté en la cama, dejándola a ella encima de mi. La posición perfecta para admirarla, acariciarla y dejar que me lleve al cielo una y otra vez.
Bese sus senos, su cuello y cuando la sentí lista de nuevo me introduje en ella. Me perdí en su interior, lentamente, provocando que un quedo gemido escapara de ambos. Estaba tan apretada que si no me controlaba acabaría de una vez.
El ritmo aceleró, nuestras voces que salían sin control inundaron la habitación, el sudor baño nuestros cuerpos mientras llevábamos a cabo la bella tarea de hacer el amor.
-Soy completamente tuyo Liz, en cuerpo y alma. Puedes hacer de mi lo que tu quieras, no hay una sola parte mía que no te pertenezca.
Arremetí en ella sin piedad, me aferré a sus caderas, a sus senos en su perfecto movimiento de vaivén frente a mi, los chupé y mordí. Y cuando ninguno de los dos podía resistir más, me aferré a sus cabellos, atrayéndola más a mi, y la besé con locura, con pasión y amor, dejándonos arrastrar por esa combustión que explotó en nuestro interior.
-¡Te amo! -sollozó -¡Te amo Ethan!
...
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Mi Dulce Venganza #PGP2016
RomanceLiz, una joven de 26 años, con un hermano y una sobrina que adora, que son su luz. Con metas en la vida y ganas de crecer, pero con una relación un tanto tormentosa y una familia que le dará la espalda en el peor momento. Cuando todo parece oscuro...