Liz.
Dejar atrás el miedo y las inseguridades, todos aquellos temores que habitan en nuestro interior, no es tarea fácil. Desde diciembre, mes en que de una u otra forma las cosas volvieron a retomar su curso, no he hecho más que esforzarme para dejar todo atrás, para vivir únicamente el presente y disfrutar de todas las maravillas que la vida tiene preparadas para mí. En otras palabras, cerrar el libro que contenía todo aquello que alguna vez me causo dolor, comenzando una nueva historia, donde la felicidad y la alegría llenen sus hojas.
Ethan ha sido muy paciente y atento en este tiempo. Me acompañó a cada consulta médica, me llamaba a diario y casi con la misma frecuencia me visitaba. Hemos visto películas juntos, compartido caminatas y estadías en la playa. Innumerables cenas, compras para las niñas y no faltó oportunidad en que no tenga un detallito, ya sean flores, bombones o alguna cosita que traiga con amor para mí.
Poco a poco la confianza volvía a resurgir entre ambos y creo que esto de no ser nada pero serlo a la vez, nos permitía vivir todo aquello que en la primera etapa de nuestra relación por ir muy rápido no pudimos. Hablar por largas horas de algo que no fueran problemas y poco a poco dejar ir esa sombra de inseguridad que me perseguía.
Santi había dado fecha de parto para aproximadamente la segunda quincena de abril. Ya estábamos a principios de marzo, mi panza enorme que apenas si me dejaba caminar y con todo prácticamente listo.
A pesar de que pensaba negarme ante los pedidos de Ethan de instalarse aquí en casa el mes próximo, para estar al pendiente en un cien por ciento de mí, no pude hacerlo. Es que ver su cara de felicidad, sus ansías y nervios, cosa que compartía conmigo, por ese momento tan importante que representaba el parto, hacía que algo dentro de mí se activara, una especie de ternura que me impedía hacerlo sufrir o alejarlo de nosotras.
Estaba en casa junto a él cocinando. Verlo era una delicia y más que comida, me provocaba comerlo a él. Es que está claro que tampoco he podido resistirme a compartir algo más que risitas y abrazos, supone una tentación demasiado poderosa como para no caer en ella y mi cuerpo revolucionado, lo agradece.
Me acercaba sigilosa por su espalda para llevar a cabo mi plan de devorarlo, más mi teléfono sonando arruino mis planes. Con pucheros de niña me dirigí a atender, sin más remedio al ver que era Alex quien llamaba.
─ ¡Hermanito! ¿Cómo estás?
─ Bien, ¿Cómo estás tú? ¿Estás sola?
Su pregunta me pareció de lo más extraña, quizás era que quería pasar por aquí.
─Ethan está aquí también. ¿Quieres venir con mi enana?
─No es eso, en realidad debo darles una noticia. ¿Podrías poner altavoz?
Si antes me había parecido extraño su actuar, ahora lo era aún más. Me acerqué a la cocina, explicándole brevemente a Ethan que mi hermano debía comunicarnos algo.
─Supongo que aún recuerdan a Naiara y a John ─dijo hablando suavemente, como si sopesara y midiera cada palabra que fuera a decir ─. Ella al parecer se escapó del psiquiátrico donde estaba internada y volvió a juntarse con John. Realmente no sé a ciencia cierta qué fue lo que paso, pero él ya no está en este mundo.
Un pequeño gemido escapó de mi garganta. ¿Muerto? ¿Estaba muerto?
Sentí que los colores abandonaban mi rostro y eso que lo peor estaba por venir.
─ ¿Realmente está muerto? -preguntó Ethan, preso del asombro.
─Sí, lo está. Al parecer estaba demasiado drogado y una sobredosis fue lo que causó su fallecimiento, gracias a eso es que Naiara sigue viva. Ella se encontraba embarazada, unos cuatro meses estiman los médicos y lo perdió a causa de una golpiza que él le propino.
El asombro y horror me invadieron. Realmente pensé que había superado su adicción, que quería volver a ser el de antes, a mejorar como persona, pero no. Perder un hijo era algo que no quería ni imaginar, lo lamentaba muchísimo por ella, porque si bien me causo mucho daño al igual que él, fuera a propósito o no, eran seres humanos, personas como yo que merecían lo mejor que la vida les quisiera dar. Recordé que cuando se apareció en la clínica iba golpeada, no era de extrañar que esto sucediera, pero no por eso me hacía feliz.
-Lamento haber llamado para comunicarles esto, pero me pareció necesario que estuvieran enterados.
Ambos asentimos y fue Ethan quien contestó con su voz como un graznido.
-¿Qué sucederá con ella? -Preguntó.
Estábamos impactados y es que semejante noticia afecta a cualquiera.
-Está en el hospital por el momento, pero seguramente sea cuestión de tiempo que la internen en un psiquiátrico. No está nada bien.
Un suspiro escapo de mi, los brazos de Ethan me rodearon y sus labios rozaron mi cabello en un tierno beso.
-¿Te encuentras bien? -preguntó una vez finalizada la llamada.
-Si, lo estoy. Sólo que no me imaginaba algo así. Perdió a su bebe por una golpiza ¿qué tan cruel se puede ser para hacer eso?
Su agarre sobre mi se hizo más fuerte y su mano sobre la mía, acompañaba las caricias que le brindaba a mi panza.
-No sé que pasaría en ese momento por su cabeza mi amor, pero aunque es algo triste y chocante, piensa en lo que hubiera sido de ese bebe con una familia así. A veces las cosas que acontecen son las mejores que podrían suceder, aunque escapen a nuestro entendimiento.
Asentí, dándole toda la razón. Lo que había sucedido con ellos era triste y cruel, pero de no acontecer así ¿qué futuro podría tener un niño con su papá drogadicto y su mamá avalando la situación?
Suspire y me perdí en los brazos de Ethan, quien me beso con ternura, me acarició y arrullo cual niña pequeña, impidiendo que mi mente se perdiera en pensamientos poco agradables sobre la situación.
No asistiría al velorio, pero si por una cuestión de respeto llamé a los papás de John. Llamadas perdidas de mis papás inundaban mi celular, pero eran gente con la cual no quería contactar. Personas como ellos debían ser erradicadas de mi vida.
-¿Sera que mis niñas tienen hambre? -dijo besando mis labios, distrayéndome por completo.
-Tus niñas no sé -susurré contra su boca -, pero la mamá si. Hambre de comerte a vos.
Una pícara sonrisa apareció en su rostro.
-¿Eso se puede considerar un antojo? -asentí, mordiendo mi labio inferior -Entonces habrá que complacer.
Allí mismo, en la cocina, me desvistió y me hizo el amor hasta que mis piernas ya no me soportaron. Sus brazos eran mi refugio, mi fuente de placer, el lugar donde encontraba consuelo, amor y paz.
Un segundo a su lado me hacía olvidar del mundo a mi alrededor.
Esa noche me permití dormir entre sus brazos, ambos estábamos conmocionados por lo que había sucedido, sin embargo, lo tomamos como un tema claudicado y no lo volvimos a mencionar.
...
La noche antes de mi cumpleaños Ethan tenía una comida empresarial a la cual no podía faltar. Si era sincera lo que en verdad deseaba era quedarme en casa, tranquila y con él junto a mi. Pero, tenía la idea de que algo tramaba así que lo acompañaría para averiguar que era, y, porque cualquier excusa era buena para estar a su lado.
Mi espalda me causaba varios dolores, mis pies hinchados y con mi panza enorme que parecía un balón.
El otoño ya se había instalado, pero no por eso iría menos elegante. Había elegido un vestido en color azul, entallado a mi cuerpo que apenas llegaba a la altura de mis rodillas, con zapatos bajos para que mis pies pudieran resistir. Mi cabello suelto, con algunas ondas sobre las puntas, un maquillaje delicado y un abrigo completaban mi look para esa noche.
Todavía no tenía claro donde seria la cena, pensaba que en Montevideo, más esa no fue la ruta que Ethan eligió, sino que se desvió a la zona costera.
No me molesté en indagar nuestro destino, sabía que si traía algo entre manos, como suponía, no diría ni una sola palabra.
-Mi amor -sonreí ante el término cariñoso que usaba, de un tiempo a acá, para dirigirse a mi -necesito saber si confías en mi.
Lo miré extrañada.
-¿A qué viene esa pregunta?
-No te pongas nerviosa, sólo quiero saber si confías en mi -asentí para dar mi respuesta -. Entonces no tendrás problema en que te vende los ojos hasta llegar a nuestro destino.
-¿porqué me vendarías los ojos para ir a una cena con tus empleados?
-¡Oh vamos no te hagas la ingenua! Me conoces, te conozco y sabes bien que eso fue una excusa. Ahora si me permites procederé a tapar esos hermosos ojos.
Una cinta ancha, suave al tacto, cubrió mis ojos. El roce de sus largos dedos contra mi piel, algo tan sencillo como eso, desestabilizó mi respiración y provocó que mi corazón latiera desbocado.
Sabía que tramaba algo, él tiene razón en eso, pero ¿qué sería? ¿Una fiesta sorpresa por mi cumpleaños? ¿Algo para las niñas?
Miles de preguntas de ese tipo rondaban mi mente durante el trayecto, que afortunadamente duró unos pocos minutos más.
Al descender del auto la brisa marina me envolvió, tirite un poco pero en cuanto sentí su presencia detrás mío, todo se disipo y mi cuerpo solo se concentró en percibirlo a él, su olor, su calor.
Sus manos comenzaron a quitar la venda de mis ojos.
-¡Te amo Liz! Eres la mujer que quiero para el resto de mi vida.
Un chillido de asombro y emoción se me escapó. No podía creer lo que mis ojos veían.
Un camino de pétalos de rosa estaba frente a mis pies, con una hilera de velas encendidas a cada lado, mostrándome por donde ir para llegar a una bella tienda, con una mesita, rodeada de cojines rojos y negros.
La mano de Ethan sobre mi espalda me instaba a avanzar, y así lo hice hasta llegar allí.
Me ayudo a sentarme y luego se ubico frente a mi. No me salían las palabras, tenía miles de emociones recorriéndome, y pensar en nuestra primera cena romántica fue inevitable.
-Ethan...no sé que decir. Estoy anonadada. ¡Esto es hermoso!
Su rostro se iluminó, como si adquiriera un brillo especial. Mi corazón golpeteaba, acelerado, contra mi pecho y por dentro sentía como si algo se resquebrajara. No eran más que las defensas que me había ido creando, cayendo una a una, dejando a la vista ese amor tan fuerte que sentía por él.
-Por ahora, no debes decir nada. Sólo disfruta este momento que preparé para los dos.
Y así lo hicimos, en compañía de una suave música que amenizaba la velada.
Cenamos, nos dedicamos miradas que decían mucho sin la necesidad de expresarlo en palabras. Sus manos rozaban y jugaban con las mías, provocando que mi cuerpo estuviera en completa alerta, esperando el próximo toque, la próxima caricia.
Se puso de pie y extendió su mano hacia mi.
-¿Me concedes ésta pieza?
Asentí como tonta y no solo acepté su mano, sino que me pegue a su cuerpo para bailar una bella y lenta canción.
Susurraba la letra en mi oído, acariciaba mi espalda, mi cabello y yo sentía un tumulto de emociones crecer dentro de mi.
-Me gustaría decirte todo eso que hace un tiempo vengo callando -su voz era como una caricia para mi alma y mi corazón -. Ya no me importa si no deseas escucharlo, necesito hacerlo.
Posé mis ojos en los suyos y sin necesidad de palabras le expresé que ansiaba oírlo y estaba dispuesta a eso.
-No tienes idea cuanto te amo, ni todo lo que generas en mi interior. Amo cada faceta tuya, tus sonrisas, tus enojos, cada manía y cada gesto -su mano acariciaba mi rostro y por dentro me sentía derretir cual mantequilla al fuego -. Cada segundo que comparto a tu lado hace que agradezca y valore cada situación que atravesé, porque eso me trajo hasta ti.
-Ethan...
-No por favor, permíteme terminar -asentí, sin más remedio. Su cara de agobio al interrumpirlo así me lo pedía -. Eres la mujer con la que quiero compartir el resto de mis años, quiero un futuro a tu lado, formar una familia unida. Estoy dispuesto a dedicar mi vida entera para amarte, para hacerte feliz y regalarte una sonrisa cada mañana.
El llanto sabía llegaría en cualquier momento. Me ponía la piel de gallina cada una de sus palabras, me conmovía y me hacia desear cada una de las cosas que me ofrecía.
-En estos meses a tu lado, siento que nos hemos afianzado más y sé que podemos lograrlo. Déjame amarte, déjame ser todo cuanto necesitas.
Por mi mente pasaban miles y miles de cosas, cada momento vivido, los buenos y los que no lo fueron tanto. El miedo y la inseguridad estaban ahí, esperando por mi. Pero, hacia ya tiempo que había decidido no dejar me dominaran más y pasar una vida junto a quien amo valdría la pena cualquier riesgo que pudiera tomar. Después de todo aquello que tanto me hizo sufrir me convirtió en una persona más fuerte y con ganas de luchar.
En menos de un segundo Ethan se encontraba hincado en el suelo, sosteniendo un anillo hermoso y delicado, con la forma de esa flor que tanto había significado para ambos.
-Así como con ésta misma flor te pedí que fueras mi novia, y como también con ella te pedí perdón, hoy te pido con la mano en el corazón, que me concedas el honor y el privilegio de ser mi esposa, la madre de mis hijos y la culpable de mi felicidad. ¿Aceptas?
Muchos dicen que el amor todo lo perdona, yo no creo que perdone todo, y olvidar mucho menos. Pero, tengo la certeza de que vivir una vida a su lado, un minuto, un día o el tiempo que dure, será mi mayor felicidad me pienso arriesgar.
-¡Si! Acepto. Quiero todo eso que me ofreces y más, mientras sea a tu lado.
Sus brazos me envolvieron, sus labios se apoderaron de los míos y las lagrimas bañaron tanto su rostro como el mío.
Y así es como decidimos comenzar un nuevo camino, una nueva vida, que supondría muchos retos, pero que afrontaríamos juntos.Mis hermosas vengadoras al fin aparecí...espero que éste, el ultimo capítulo, sea de su total agrado. No lo negaré, me costo mucho escribirlo e incluso lloré porque no deseaba despedirme de ellos, pero es hora de realmente decirles adiós.
Pronto subiré el epílogo...
Gracias infinitas a cada una de ustedes por leerme, por dedicar un tiempito para ésta historia y por sus comentarios y votos.
Besos y abrazos por montón...
Feliz semana, las quiero !
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Mi Dulce Venganza #PGP2016
RomanceLiz, una joven de 26 años, con un hermano y una sobrina que adora, que son su luz. Con metas en la vida y ganas de crecer, pero con una relación un tanto tormentosa y una familia que le dará la espalda en el peor momento. Cuando todo parece oscuro...