Capítulo 9.2.

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—¿Cómo que está embarazada?—dijo en un jadeo Mary, cuando me alcanzó en la caminata rápida en un miércoles por la mañana.
—Sí, creo que no se cuidó.
—¿En serio?—dijo sorprendida—. ¿Apoco? Si no me dices créeme que no me entero.
—Gracias—dije molesta.
—Ya, qué va.
—Hoy la voy a llevar al ginecólogo. Ha estado vomitando, teniendo mareos y no sé cuántas cosas más. Créeme, ya hasta me está dando miedo de que sí esté embarazada—suspiré.
Mary me ignoró.
—¿Mary?
—¿Qué?—dijo indiferente.
—¿Estás...?
—¡Sí!—se paró de golpe—. ¡Sí estoy molesta! ¡Dios, era una perra, Crawford!—chilló, lo que provocó que todos escucharan y comenzaran a observar la discusión.
—¡Mary, cierra la maldita boca!
—¡No cerraré ni putas! ¡Ya estoy harta! ¡Yo quería a Charles y tú vas a zorrearle para que se enamore de ti!
—Yo no...
—¡No pienso hablar con una perra traidora!—dijo y se fue.
Me hice hacia atrás para dejar pasar a los corredores mirones.
Mi "mejor amiga" me había dicho todo eso, me había herido justo cuando me prometió que nunca lo haría. Un grumo de lágrimas se me vino encima pero traté de controlarlo, ya que nunca me había gustado que me vieran llorar en público. Me llevé las manos a las caderas y, en ese momento, sonó la chicharra que nos indicaba salir.
Fui al vestidor, me puse mi sudadera y fui por mi mochila. Cuando salí, Mark estaba recargado en el barandal fumando un cigarrillo. Traté de pasar sigilosamente para que no tuviera que topármelo y tener que explicarle que no quería estar con nadie pero fue inútil, apenas di un paso, él se volteó y me sonrió.
—Vali...
—Mark—dije en un suspiro.
Él frunció el ceño.
—¿Pasa algo? ¿Estás bien?—me tomó de los brazos, pero yo me solté—. ¿Qué te...?
—Ahora no, Mark—di media vuelta y comencé a caminar, pero lo escuché gritar mi nombre.
Las calientes lágrimas estaban saliendo a montones por mis mejillas, Mark seguía gritando mi nombre, así que sólo empecé a correr y correr hasta tomar el autobús y poder llorar en paz. Cuando pagué al conductor me senté en la parte de atrás y logré escuchar el leve sonido del grito de Mark al decir mi nombre. Eso cada vez me rompía más y más el corazón, mi estúpido corazón que no aguanta nada. Prendí mi celular y entré a mis cuentas de redes sociales, incluso a Ask*, y no fue porque me gustara que me molestaran e insultaran por ahí, sólo que la curiosidad me ganó y entré. Pero no debí hacerlo, me puse a llorar todavía peor al ver todo lo que habían escrito. Tenía muchas preguntas, o mejor dicho "insultos" en los que me decían cosas horribles porque había dormido con Mark. ¡No pude creerlo! ¿Es que acaso no se podía confiar en nadie? La única que sabía del tema era Mary, pero ella estaba cabreada conmigo, me insultó y al parecer ya no quería saber más de mí, así que intuí que ella había divulgado que yo había estado con Mark.
Me bajé del autobús y caminé a mi casa hecha una furia, lancé mi mochila a un lado y me paré en seco a ver mi celular. En un ataque de ira lo aventé y este se rompió en añicos contra la pared de ladrillo que estaba a lado de la casita del perro que me seguía, Michael.
Michael salió ladrando pero cuando me vio, se acercó y comenzó a hacer sus piruetas.
—¡AHORA NO, MICHAEL, NO!—le grité y volví a llorar como loca.
Michael se asustó y se alejó un poco de mí para echarse sobre el pasto y observarme desde ahí. Seguí sollozando, abrazándome a mí misma, sin nadie, entonces volteé a ver a Michael, que seguía observándome con una mezcla de tristeza y confusión.
—Michael...—apenas hablé—. Ven, amigo, perdón por haberte gritado—le hice señas para que viniera y le sonreí.
Él se paró de inmediato y corrió hacia mí para comenzar a lamerme la cara.
—¿Nunca te han traicionado?—le pregunté, con las cejas levantadas.
Michael estaba jadeando, pero cuando me escuchó se detuvo en seco y levantó las orejas.
—Supongo que no y espero que nunca lo hagan, porque esos hijos de puta se la verán conmigo si te hacen algo—Michael volvió a jadear.
Apenas esbocé una sonrisa.
—Gracias por protegerme y cuidarme, amigo—besé su oreja, rasqué su cabeza y me levanté para irme a casa.
Cuando cerré la puerta Vailer me recibió con piruetas, brinquitos y pataditas por toda la sala. Yo le sonreí y también le hice fiestas, lo cargué y subí con él a mi cuarto. Al entrar escuché que Lina estaba en el baño, pues había sonado la cadena del retrete. Me eché sobre la cama con Vailer encima de mí y comencé a jugar con él, agarrándole las patitas. La puerta del baño crujió y de ahí salió una pálida y flacucha Lina inflada del estómago.
—¡Jesús! ¿Qué te pasó?—me levanté de un brinco de la cama y corrí hasta ella para ayudarla a sentarse.
—Me siento muy mal—gimió—. No sé si es por la frustración o porque en verdad...
—¿No le has dicho nada a Dewey?
—¿Debería decírselo?—volteó a verme, con sus ojos cristalinos e inyectados en sangre.
—No—me puse en cuclillas y tomé sus manos—. Voy por la camioneta de Taran. Iremos al hospital.
—¿Y mis tíos?
—Les diré que vamos a salir un rato, sólo trata de que no te vean así de mal o no nos van a creer.—Okey.

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