Capítulo 9.1.

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Abrí los ojos con lentitud e inmediatamente los cerré. El sol me había cegado. Me moví un poco sobre la cama y sentí los dedos de Mark sobre mi cadera. Me tensé. ¡Dios! ¡Dios, estuve con Mark y no en mi maldita casa! Me levanté con cuidado de no despertarlo y comencé a vestirme, no quería que se despertara y me convenciera de quedarme un rato más.
Tomé mi celular y mis llaves. ¡Mierda, 45 llamadas perdidas de Taylor! Salí de su casa de puntitas y en el jardín comencé a ponerme los zapatos. Llamé a Taylor.
—¡¿Dónde chingados estás?!—gritó del otro lado de la línea—. ¿Valerie? ¡VALERIE!
—¿QUÉ?—también grité—. ¡Mierda, Taylor, voy de camino a casa!
—¡Pero...!
Colgué, ya cuando llegara a casa tendría que soportar todo lo que me dijera.

Apenas cerré la puerta de la entrada, mi madre, mi padre, Taran, Taylor y Lina bajaron corriendo hacia la sala. Una ola de gritos se me vino encima, no entendí ninguna de las palabras que ellos dijeron, hasta que mi padre calló a todos.
—¿Dónde estabas? ¡Me preocupé!—dijo mi madre, con los ojos cristalinos.
—Estaba con Mary, mamá—mascullé—. Perdón.
—No, no, no, no—dijo Taran—. Llamamos a Mary y a Page y nos dijeron que no estabas ahí. ¿Dónde estabas Valerie?
Suspiré con frustración, quería salir de ahí a como diera lugar. Intenté correr pero Taylor me cargó y me pegó a la pared, después se alejó y me dejó en el mismo lugar en el que estaba hace unos minutos.
—¿Dónde estabas?—gruñó mi primo.
—Estaba... estaba... estaba con... con Mark—dije en un quejido.
Mi papá suspiró y se fue con un gesto de mano, como restándole importancia, mi mamá se quedó perpleja y Lina rio, pero Taylor y Taran estaban rojos.
—Yo... yo... yo mejor me voy a la mierda—dijo Taran antes de irse—. ¡Felicidades, Vali!
Me puse roja, Taylor tenía las manos en la nuca y la cabeza agachada.
—Dime que no es cierto—me dijo con trabajos.
—Sí es cierto—dije, mordiéndome el labio.
—Ya no es tu nenita, Tay—dijo Lina.
Taylor la fulminó con la mirada y salió de la casa muy enojado.
—Está encabronado—dijo Lina—. ¿Te fue bien?
—Ajá.
—¿Sí?
—Sí. ¿Y a ti?
Mi prima se mordió el labio, me jaló escaleras arriba y cuando llegamos a mi habitación, cerró con seguro.
—Estoy en problemas, Vali.
—¿Por qué?—me senté en la cama y la miré.
—Es que...—se rascó la cabeza y se cruzó de brazos—. Es que... no me ha bajado—se mordió el labio.
—¡NO!
—¡SÍ!
—¿QUÉ HICISTE, LINA?
—¡NADA, NADA!—levantó las manos para excusarse.
—¿ENTONCES?—dije exaltada.
—Hace.... hace unas semanas salí con Dewey y una cosa llevó a otra y...
—¡Lina, no! ¡Tienes catorce años! ¿Entiendes? ¡Catorce años!
—¡Y tú diecisiete!—jadeó, pero después estampó sus manos contra su cara.
—Lina...—me llevé las manos a la boca—. ¿Ya te hiciste alguna prueba?
Ella negó con la cabeza.
—No estoy segura, llevo como una semana.
—¡Una semana!
—¡Nadie lo sabe, así que si te lo cuento es porque necesito tu ayuda!
Me froté las manos contra la cara y tomé su brazo, la jalé por las escaleras y la sala hasta la puerta de entrada, donde se jaloneó y comenzó a gritarme.
—¡Lina, te callas, obedeces y me dejas ir por jugo de uva y una prueba!
—¿Jugo de uva?—dijo.
Entrecerré los ojos.

Lina tomó la novena botella de jugo de uva de un trago. Dejó caer el envase y se sobó la panza.
—¿Estás segura de que esto está bien?—me preguntó.
Le pegué en el estómago y ella chilló.
—¿QUÉ DIABLOS TE PASA, VALERIE?
—¡Me pasa mucho, Lina, mucho!
—Pero...—se calló—. ¡Quiero hacer pipí!
Corrí y cerré la puerta con seguro, le entregué a Lina la caja en la que estaba la prueba de embarazo. Ella voló hasta el baño y ahí estuvo durante casi media hora.
—Lina, Lina, Lina, Lina, Lina, Lina...—dije, mientras tocaba a la puerta del baño.
—¡YA VOY, CHINGA!—me gritó del otro lado.
—¡NIÑAS, POR DIOS!—gritó mi madre desde el primer piso.
—Lina, por favor, quiero saber qué está pasando con la prueba—recargué la frente en la puerta fría de madera.
En cuestión de segundos se abrió de golpe. La cara de Lina decía muchas cosas.
—¿Qué?
—¡No dio!
—¿Cómo que no dio?
—¡No aparece nada!
—¿Lo hiciste bien?
—¡Claro que lo hice bien, no soy idiota!
—¡Dámela!
Ella me tendió la mano con la prueba de embarazo y yo se le arrebaté. Unas líneas borrosas se asomaban por el lado izquierdo y otras por el lado derecho. ¡No decía nada, exactamente como Lina lo dijo!
—¡Lina!
—¡Tengo miedo, Vali! ¡Quiero vomitar!
—¡NO!
—¡SÍ!
Me llevé las manos a la cara, esto no podía estar pasando.
—¿Sabes qué?—dije, mirando la hora.
—¿Qué?
—Iremos al doctor.
—¿Mañana?
—¡No, Lina, cuando se pueda!
—¿Qué? ¡Y qué tal si sí estoy embarazada!—chilló, pero le tapé la boca de inmediato.
—¡Lina, cállate!
Ella dijo algo inteligible así que le quité la mano de la boca y la tomé por los brazos.
—Trataremos de ir lo más rápido posible, pero tranquilízate y no le digas nada a nadie, ¿okey?
—Okey.

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