Capítulo 7.2.

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Como la wi-fi de mi instituto era gratuita y los estudiantes podíamos utilizarla cuando quisiéramos, decidí entrar a internet y ver mis redes sociales.
Abrí Ask:
Me gusta: 15. Respuestas: 0. Preguntas: 24.
<<Zorra>>
<<Maldita>>
<<Poco virgen>>
Cosas así. Decidí cerrarlo y mejor apagué el celular.
Escuché un par de pasos en la acera justo detrás de mí así que me giré y finalmente pude ver quién era.
Rider.
—¡Hola!—dijo, agitando la mano y sentándose a un lado de mí—. Supe que era tu cumpleaños. Felicidades—sonrió.
Le devolví la sonrisa, sólo que esta vez un poco cansada.
—Gracias, en serio, gracias, Rider.
—¿Estás bien?—levantó una ceja.
—Sí—sonreí.
—No es cierto.
—¿Qué?
—Valerie, vivo con cuatro mujeres así que sé perfectamente cuándo no están bien. Venga, ¿qué te pasa?
—No...—comencé a decir.
—Un chico.
—¿Cómo...?
—Mark.
Fruncí el ceño.
—Si no me dejas hablar, no veo cómo poder explicarte el por qué no estoy bien.
En su cara se dibujó una sonrisa torcida.
—Te dejo hablar.
—Gracias.
—¿Y?
—¡Rider!
Él rio.
—Bien, bien, te dejo hablar.
Tomé un cairel de mi pelo y dejé que se enrollara en mi dedo índice. Me había ondulado el pelo y más que nada lo había hecho porque a todo el mundo le gustaba mi largo cabello ondulado.
—Creo que estoy jodiendo las cosas.
Rider sonrió.
—Ya era hora de que te dieras cuenta.
—Rider...
—Mira, Valerie, no es por mala onda, pero nunca te han dicho que...
—¿Mark me joderá la vida para siempre?-—levanté ambas cejas y me giré para verlo.
Rider frunció el ceño.
—Aparte.
—¿Qué?
—Escucha, no quiero meterme porque sé que una relación es de dos y no de tres, no quiero ser un pinche chismoso, pero sólo te digo una cosa: Si no estás cómoda, entonces no lo hagas.
—¿Y si lo quiero?
—Te enfrentas a las consecuencias.
—Gran consejo—miré mis manos.
—El mejor—sonrió.
—¿Qué?
—Todavía estás muy a tiempo, Valerie, en serio—sacó su celular y miró la hora—. Son las cuatro. ¿Vendrán por ti o nos vamos juntos? —Vendrán por mí—sonreí sin separar los labios.
Él me sonrió.
—¿Nunca te ha pasado?—pregunté.
—¿Qué cosa?
—Que cuando apenas conoces a una persona no te esperas que se convierta en una de esas a las que les puedes confiar algo.
—¿Es porque nos acabamos de conocer?
—Algo así—apreté los labios.
Él suspiró.
—Creo que a veces necesitamos de una persona que no sea tu mejor amigo o uno de los mejores.
—¿Y cómo sabes que esa persona te va a apoyar y va a guardar tu secreto?
—Depende de ti, ¿no? Nosotros elegimos a las personas que queremos conocer, aparte, creo que en algún momento se podría dar que hasta una persona, por peor que te caiga, tendrá un poco de debilidad y se preguntará primero si estás bien antes de ir y preguntártelo a ti—me señaló con su dedo.
—Buen punto.

—Mierda—susurré.
Desde hace más de media cuadra, Michael, el perro de mi vecino Cock, me había estado siguiendo sin parar. Ya había intentado darle de comer e incluso asustarlo para que se fuera, pero nada funcionaba. Frustrada, me dejé caer en la banqueta de la última cuadra antes de llegar a mi casa y puse mi mochila a un lado. Michael se sentó a lado de mí y emitió un "guaf" un poco apagado.
—¿Tú tampoco has tenido un buen día?—le pregunté.
Michael me miró con sus enormes ojos e hizo con el hocico un chasquido extraño.
—Creo que no. Yo tampoco.
El perro no hizo nada.
—Ya somos dos—sonreí y alargué la mano para rascarle la cabeza. Michael se acercó un poco más y me lamió la mejilla.
—¡Eh! ¡Sin besos!—advertí.
Él se lamió la nariz.
—Venga, Michael, vamos a casa.

Cerré la puerta de un portazo y dejé las llaves sobre la mesita de mimbre. Mi papá estaba con Gus, uno de sus muy queridos amigos.
—Gus—saludé.
El hombre alto y moreno se giró y me sonrió.
—Valerie, estás preciosa.
—Gracias, tío—le dije y me acerqué para darle un pequeño abrazo—. No interrumpo, así que subiré a mi cuarto.
—Está bien, querida—dijo mi padre y me dio un beso en la mejilla.
Pasé por la cocina y escuché la voz de mi madre.
—¿Valerie?
—¿Si?
—¿Dónde está Taylor?
Puse los ojos en blanco.
—No me importa dónde esté ese inútil.
Comencé a subir las escaleras con mi mochila en la mano.
—Pelearon—escuché decir a Lina después de un pequeño silencio. Llegué a mi cuarto y me tiré sobre la cama.
Mi celular sonó. Era Mark.
—¿Bueno?—descolgué.
—¿Estás en casa?
—¿Supongo?
Sentí que sonrió.
—¿Cómo va tu día?
—Mal.
—¡Feliz cumpleaños, Vali!—dijo riendo.
—No te burles.
—Así han sido todos mis cumpleaños.
—Lo siento.
—No lo sientas.
—Okey.
—¿Estás bien?
—Sí.
—Valerie...
—Estoy bien.
—Estas de pocas palabras, enana.
—No es así, sólo que...
—Valerie...
—¿Qué?
—¿No te fuiste con Taylor hoy por la tarde?
—No.
—¿Cómo llegaste?
—Con Michael.
—¿Quién es Michael?
—Un perro.
—Dicen que te fuiste con Rider.
—No fue así, sólo pasó un rato conmigo en lo que esperaba a Taylor, pero como seguimos enojados supongo que se decidió por no pasar a recogerme así que yo me regresé a pie.
—¿Estuviste con Rider?
Fruncí el ceño.
—¿Tienes algún problema?
—¿Ah? Sí.
—¿Cuál?—fruncí aún más el ceño.
—Los chismes. Jesús, Valerie, sabes cómo son en el instituto.
—¿Y a ti de cuándo acá te importan los chismes?—dije seria.
—Desde que ando contigo.
—Oh. Tengo que irme.
—No te enojes.
—Bien—colgué.
—Eso sí que fue de telenovela—dijo Lina sonriendo, mientras entraba por la puerta de mi cuarto.
La miré con los ojos entrecerrados.
—Cierra la boca.

¡Perdón por la tardanza!, pasé momentos muy difíciles y hubo mucha depresión, uff, pero ya estoy de vuelta. Espero que les guste, se acerca lo mejor.
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Saludos.

365 días [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora