Capítulo 6: ¿Aquí en verdad hay amor?

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Taylor escrutó la cara cuando vio el enorme oso de peluche que tenía en la espalda. Comenzó a reír y me ayudó con él.
—¡Hey, cuidado con Felpy!—le dije ceñuda.
Él arrugó la frente.
—¿Felpy? ¿Qué es eso?
—El oso.
—¿Quién te lo dio?
Me mordí el labio para no sonreír, pero Taylor me conocía bastante bien como para saber a quién me estaba refiriendo exactamente.
—Te lo digo, Valerie, te vas a meter en una bronca buena y yo seré el pendejo que esté salvándote al final.
—Mejor deja de regañarme y dime qué vamos a hacer con Felpy.
—No sé—me dijo, mirando con enojo al oso—. Tendré que llamarle a Taran—dijo entre dientes.
Esperé a que hablara con mi hermano para que nos pudiera recoger en la camioneta porque en verdad, si nos íbamos en Betty, íbamos a ser Taylor y yo, o el oso solamente.
Me senté en el pasto y recargué mi espalda en el poste de color blanco que pertenecía a la cancha, Taylor se sentó frente a mí con las piernas cruzadas y me miró con una sonrisa.
—¿Qué?—le dije sonriendo.
—Alguien va a cumplir años la próxima semana.
Cierto, iba a ser mi cumpleaños y se me había olvidado por completo.
—¡Oh, cállate, Morgan!
—¿Por qué?—dijo riendo—. Val, cumplirás diecisiete.
—Lo sé, no vale la pena. Ya tuve mis quince—dije.
Él puso los ojos en blanco.
—Los cuales pasaste en Florida sin mí.
Sonreí ante su respuesta.
—Pero lo digo en serio. Vale la pena cumplir diecisiete. Cuando deja de emocionarte es después de los veinte, si no, dímelo a mí.
—Estás por cumplir veintiuno, así que cálmate.
—¿Qué quieres de cumpleaños?—me dijo, mientras hacía figuritas en la tierra con el dedo índice.
—Lo que quieras, sabes que no me importa mucho eso de los regalos.
Taylor entrecerró los ojos y sonrió.
—Valerie, tú eres la típica mujer que enloquece al cien por ciento por los regalos y las compras.
—No toda mujer lo hace—le dije frunciendo el ceño, pero sonriendo a la vez.
Él negó con la cabeza.
—Vas a tener que decirme.
—Nop.
Taylor frunció la boca.
—Bien. Entonces tendré que comprarte algún libro erótico. Esos que tanto te gustan.
No me pude contener más y le lancé un puño de tierra. Él chilló tapándose los ojos.
—¡Idiota! ¡Si no tuviera reflejos me dejas ciego!—gritó.
Comencé a reír.
—¡Tú eres el idiota porque me quieres comprar un libro que no es para mí!
—¡Ay ajá!—dijo irónico, volteándome a ver.
Entonces, todo se quedó en silencio.
—¿Valerie?
—¿Sí?
—En verdad lamento haberte mentido sobre lo de Lake, no quería lastimarte sabiendo que él te importaba, y bueno, que tú le importabas a él.
Ignoré su comentario por un ratito mientras veía cómo la camioneta de Taran se estacionaba justo al lado de Betty, que cargaba al enorme de Felpy. Me levanté de un salto y le tendí la mano a mi primo.
—No me importa. Pensaré que lo hiciste para protegerme.
—Lo hice.
—¿Qué más da?
—¿No se supone que deberías estar gritándome?—dijo con el ceño fruncido.
Sonreí y él tomó mi mano para levantarse e ir a la camioneta de Taran.

—Lina ha salido—dijo Taran, dejando a Felpy en el sillón y agitando las llaves de su camioneta—. Me voy, necesito ayudar en el área de químicos de la universidad.
—¿Con qué?—pregunté.
—Algo así como servicio servicio social. Taylor te explicará—dijo y cerró la puerta detrás de sí.
Fruncí los labios, miré a Felpy y me tiré sobre él, sintiendo su suave y esponjoso pelaje acariciar mis mejillas y mi nariz.
—Sigo sin poder creer que Mark te haya dado ese oso—dijo Taylor, mirando de forma recelosa a Felpy.
—Es un simple oso, Taylor.
—Un simple y estúpido oso—masculló—. ¿Valerie?
—¿Qué?
—Iré a cenar con Polly y Albert—guardó silencio—. ¿Quieres venir?
—Tengo cosas que hacer.
Volvió a guardar silencio.
—Después de lo de Sharon y lo del día de San Valentín casi no estoy contigo—hizo otra pausa—. Quiero estar contigo.
—No, sólo sientes que tienes que pasar tiempo conmigo para no sentirte culpable por lo de Lake—le dije, mirándolo.
El celeste de sus ojos se oscureció. Oh.
—Ya te dije que lo siento—dijo en voz baja.
—Y yo ya te dije que no me importa.
Taylor metió las manos en sus bolsillos.
—¿Quieres que te traiga algo?
—No.
—¿Quieres manejar a Betty?
¿Ah? ¡Si no iba a ir!
—Ya te dije que no iré.
—Quiero que vayas.
—No.
—¿Valerie?
—¿Taylor?—dije, mirándolo de forma cansada—. Te perdono. No te odio, no te odiaré, ya te dije que eres mi mejor amigo, la persona que más me importa. ¿Cómo puedo hacerte entender que me importas y que no me enojaría contigo por un chico que conozco desde hace como dos meses? Incluso si lo conociera de años.
Él me miró con una pequeña sonrisa.
—Entonces, ¿irás?
—Iré.
El seguro del candado de Betty me pellizcó el dedo. Me levanté de un salto y grité.
—¡Mierda!—sobé mi dedo.
—¿Qué sucede?—dijo Taylor, mientras se me acercaba.
—El estúpido candado me pellizcó el dedo. No importa.
Taylor miró por un segundo mi dedo y después lo apretó, provocando que yo chillara.
¡Ay! Él tomó mi codo y me condujo por el pequeño camino hecho de piedras que llevaba a la casa de los Henderson, la cual era adorable, con paredes blancas que parecían de porcelana y hermosas ventanas desde las que podías ver París si tú querías.
Subimos corriendo los tres escalones que nos separaban de la puerta blanca de entrada. Toqué el timbre y no tardó nada en aparecerse la adorable figura de mi tía Polly. Me saludó cariñosamente y, cuando vio a Taylor, se abalanzó sobre su cuello, colgándose de él. Él tardó un poco en responder al gesto cariñoso pero también la abrazó, levantándola del piso y dándole vueltas mientras ambos sonreían. Me giré hacia el salón principal donde estaba el comedor para poder darles su espacio, ¡la casa era hermosa! Cuando pasé al comedor me encontré a Albert leyendo el periódico en un extremo de la mesa rectangular de madera. Una jovencita rubia de cara aniñada salió de la cocina llevando una enorme bandeja con todos los platillos de la cena. Me sentí mal por ella, así que decidí acercarme para ayudar.
—¡Oh, Vale, déjala, ella puede sola!—dijo mi tía, mientras se sentaba a lado de su esposo.
Taylor rodó los ojos y me condujo del otro lado de la mesa, quedando frente a mi tía y Albert.
Miré a la chica que me dio una sonrisa tímida, le susurré un "lo siento" y me senté a lado de Taylor.
—Sólo quería ayudar—susurré.
Albert me miró por encima de sus lentes.
—Te ves hermosa, Valerie.
Le sonreí tímidamente ¿Yo hermosa? ¿cómo? Sólo llevaba un par de jeans y una blusa blanca totalmente simple y de cuello medio escotado.
—Gracias, Albert—le sonreí.
—¿Y Lina?—dijo él, mirándonos a Taylor y a mí.
—En una cita con su novio—dijo Taylor como si nada.
Me gire a verlo.
—Espera, ¿Lina está con Dewey?
Taylor se giró para verme. Él masticaba un poco de piña en almíbar y su mejilla bailaba de un lado a otro.
—Está con él. Pensé que te había dicho.
Torcí la boca en modo de disgusto y tomé los cubiertos.
—Gracias por invitarme.
—No tienes que agradecer, Vali—dijo Polly—. Sabes que esta será tu casa siempre que lo necesites.
Sonreí.
—¿No te cae bien Dewey?—dijo Albert, mientras también tomaba los cubiertos.
—No tanto, a veces...
—Le cae mal, al igual que a mí—dijo Taylor, interrumpiéndome y siguió comiendo.
—Odio a ese chico también—dijo Albert mirando a Taylor y ambos se sonrieron amistosamente. ¡Oh!
—¿Quién no?—dije, también en tono divertido.
—Basta—dijo Polly—. Coman.
Cuando terminamos de comer, la chica rubia de hace unas horas volvió a aparecer de forma tímida mientras recogía los platos. Cuando iba a recoger el mío, se lo quité y le dije que la ayudaría. Fuimos a la cocina con el mundo de platos sobre nuestros brazos y los dejamos con cuidado en el fregadero. Ella empezó a lavar y yo a secar.
—Tienes suerte—dijo ella con una sonrisa.
—¿Por qué?—fruncí el ceño.
—¿Por qué? Tu novio es guapísimo y sus padres te tratan como una princesa.
Exploté en una sonora carcajada.
—¡No ando con él!
Las cejas rubias de la chica se alzaron instintivamente.
—¿Qué?
—¡Es mi primo y ellos mis tíos!—sonreí.
—¡Oh!—dijo avergonzada—. ¡Lo siento! No creí...
—No te apures—le dije tranquila y seguimos con el trabajo de los platos.
Cuando terminamos, ella me dio las gracias y subió a lo que supuse era su habitación. Llegué al comedor y ahí seguían las tres personas que había dejado hace unos instantes. Albert se fue a platicar a la sala con Taylor y Polly me quiso llevar a su habitación.
Su cuarto era maravilloso, tenía un aspecto otoñal de lujo. Me hizo sentarme en la cama y ella se sentó con las piernas cruzadas frente a mí.
—¿Te puedo decir algo, Valerie?
—Lo que sea, tía—dije sonriendo.
Ella me tomó las manos.
—Gracias.
—¿Por qué?—fruncí el ceño.
—Porque... ni siquiera sé cómo decirlo. Es raro.
—¿Raro? ¿Por qué, tía?
—¿Taylor te dijo que fue a comer conmigo?
Asentí con la cabeza.
—Bien, ese día me contó muchas cosas pero la más importante fuiste tú.
Me desconcerté.
—¿A qué te refieres?
—Él me dijo que si no fuera por ti su vida sería horrible. Me contó que tiene novia, que tiene amigos y todo lo que quieras pero, que tú eres lo más importante. Aunque suene raro, me he dado cuenta que tú eres la única a la que él le hace caso, porque te respeta y te ama como no tienes una idea. Él me dijo que si no fuera por ti ahorita mismo ya habría matado a Albert y ni siquiera nos hablaría a Lina y a mí—hizo una pausa.
Sentí un nudo en la garganta.
—Eres su persona favorita en este mundo y lo más importante, su mejor amiga.
—Él significa exactamente lo mismo para mí—solté con voz delgada—. Sabes bien lo que Taylor es para mí.
Polly me sonrió y me abrazó con un gesto sumamente maternal. Besó mi pelo.
—Gracias.

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365 días [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora