Capítulo 3.2.

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El estúpido tintineo de la campanita fastidió mis oídos haciendo que me doliera más la cabeza. Mientras pasaba al establecimiento cerrando la puerta tras de mí, le mascullé un par de maldiciones al pequeño objeto de los tintineos sujetado a la puerta de madera pintada con un verde bandera bastante desgastado. Me acerqué a la barra sin mirar a nadie y mi dejé caer en el primer taburete de madera que vi. Crucé los brazos y puse los codos sobre la mesa esperando a Rose. Ella estaba tardando demasiado y no la veía por ninguna parte, ¿había ido a trabajar?
Comencé a patear la barra con los pies y bajé la cabeza haciendo una castaña cortina con mi cabello, ocultándome de todo ser que se me acercara.
—¡Hola!—dijo alguien bastante alegre, provocando que saltara y volviera a caer en el mismo taburete en el que estaba sentada.
Levanté la mirada y ahí vi a aquella morena. Ese día llevaba patines y el pelo negro recogido en una complicada coleta decorada con una cascada negra que se camuflageaba con su pelo lacio y largo. Su sonrisa me mostraba sus dientes y lo feliz que estaba ese día. Llevaba el mismo trapo mugroso de siempre con el que limpiaba la barra junto con un delantal color beige por el que se asomaba una blusa negra en conjunto con unos pantalones de mezclilla entubados.
—Hola—le dije sin importancia.
Ella frunció el ceño.
—¿Pasa algo? ¿Estás bien?
<Sí claro, Rose, estoy tan bien que vengo aquí a emborracharme para olvidarme de los problemas por culpa de mi estúpido primo que lastima a las mujeres. Quiero estar sola y no tratar de matarme en este mismo momento. Sí, estoy perfecta> Pensé, pero sólo acaricié la idea ya que no le diría nada de eso. No quería lastimarla.
—No, nada—dije azotando mi frente contra la fría y húmeda madera.
—Ajá, cuanto te creo—frunció los labios y brincó a un taburete que estaba frente al mío para poder sentarse.
Dejó el trapo.
—Anda, soy toda oídos. Aprovéchame porque me voy en poco tiempo—sonrió y me miró.
—Debe de gustarte mucho tu trabajo—levanté la cabeza.
Ella frunció el ceño.
—¿A qué te refieres?
—Me refiero a que escuchas los problemas de las personas y las aconsejas siempre. Ellas te tienen confianza y eso es genial.
Ella sonrió.
—A veces ni yo misma puedo dar buenos consejos. Aquí, cuando la gente entra, sus problemas se desvanecen... sólo por un tiempo—hizo una pausa—. Hay ocasiones en las que yo ni siquiera puedo con mis problemas y nadie me aconseja aquí, y aún así los ayudo. Pero, lo que sí sé, es que entre más jodida esté tu vida, mejor consejos darás—sonrió—. Una ley de la vida.
—Ojalá fuera así de fácil, que los problemas se escaparan entre tus dedos y así no saber nunca más de ellos—miré mis manos.
—Ojalá—hizo una pausa—. Venga, cuéntame.
—Yo... peleé con mi novio.
¡Vaya! Excelente mentira, Crawford. Ella enarcó ambas cejas.
—No sabía que tenías novio—se quedó quieta y agitó la cabeza—. ¿Por qué pelearon?
—Am... porque...—suspiré—. Olvídalo.
—Anda, dime—dijo y recargó sus codos sobre la mesa.
—Yo... voy a clases de música a tocar el piano. Hoy un chico nuevo entró y me pidió ayuda para presionar bien las cuerdas de la guitarra, por lo que me puse a enseñarle—hice una pausa—. Mi... mi novio me vio y se molestó por estar tan pegada a aquel chico—mordí mi labio inferior por dentro. <Excelente, Valerie, no pudiste formar una mentira más estúpida. Bravo> Mi conciencia me aplaudía, burlándose de mí.
Rose me miró por un momento.
—¿Es eso lo que en verdad te preocupa?
—Así es—dije, un poco insegura.
—Bueno—ella colocó las palmas de sus manos sobre la barra y volvió a mirarme—. Yo te recomendaría que dejaras que las cosas se calmaran por ahora porque, si ahorita mismo le llamas y tratas de explicarle, terminarán peor. Lo mejor es dejar pasar un rato y, cuando llegue el momento de hablar, le expliques las cosas tranquilamente y así lo solucionarán. Eso siempre funciona, Valerie, así que no tienes porqué preocuparte en absoluto—me sonrió.
—Vaya, ya veo por qué hay bastante clientela aquí. Excelente consejo. Gracias—le sonreí y tomé un vaso con un líquido transparente que ella me tendió al mismo tiempo que largó una carcajada por mi comentario.
—No es nada, Val, sólo hago mi trabajo. Aparte, es un consejo para una buena amiga.
Yo, en ese instante me sentí mal. Sentí feo porque ella me consideraba una buena amiga pero yo no podía contarle las cosas con confianza. Mordí mis labios y volví a recargar los codos sobre la mesa.
—Bueno... creo que hay algo más que contarte—la miré.
—¿A sí? ¿Y qué es?
—Bueno... Tengo un amigo muy cercano al que le gustó una de mis mejores amigas. A mi amiga también le gustó por lo que quedaron en una cita. Yo le advertí a mi amigo que no la lastimara y... lo hizo. Se metió con otra teniendo a mi amiga y eso no se me hizo justo. Inmediatamente me enojé con él. ¿Estuve bien?—la miré con un gesto de preocupación.
Ella tomó un poco de mi vaso y me miró.
—¿Hablas de Taylor, Sharon y la chica de ayer?—entrecerró los ojos.
¿Qué demonios? ¿Cómo sabía eso Rose? Inmediatamente fruncí el ceño en mi interior. No entendía, ¿quién se lo había dicho? ¿Por qué lo sabía?
—¿Qué? Cómo... ¿Cómo supiste?—dije volviendo a tomar. Estaba nerviosa.
Rose me quitó el vaso de las manos y me tendió uno mucho más pequeño, sacó una botella de alcohol y llenó el vasito antes de acercarlo a mí.
Lo tomé y lo pasé por mi garganta de un solo trago. ¡Ah, quemaba mucho!
—¿Que cómo lo supe? Querida... Hoy, cerca del mediodía, Taylor vino aquí casi llorando por tu ausencia y el desprecio de Sharon.
—A ver... ¿Cómo?—dije sacudiendo la cabeza.
Ella me tendió otro trago y me tomé.
—Escucha, Vali. Hoy Taylor vino y me contó todo. Necesitaba alguien con quién desahogarse y vino conmigo ya que tú, al parecer lo odiabas. Casi llora el pobrecillo—Rose tomó mis manos.
—Es que... yo no...
—Mira, Val, puede que no conozca del todo a Taylor, ni siquiera a ti, y me gustaría acercarme más, en serio. Pero por lo que me contó él el día de hoy sé, pude ver que tú y Sharon le importan y mucho, muchísimo. En realidad no quiso lastimarlas y mucho menos con Darby—apretó mis manos.
Yo quería llorar.
¡Me sentía una verdadera basura!
—Oh, cariño, no llores—dijo Rose sacudiendo la cabeza y rodeando la barra para abrazarme. Yo ni siquiera sabía que las lágrimas habían empezado a resbalar por mi cara. Me aferré a ella y escondí la cara en su cabello, llorando aún más.
Ella sólo sobaba mi espalda.
—¡Hey, Rose! ¡Ho...!—dijo una voz masculina detrás de nosotros.
Al instante nos separamos y nos encontramos con un chico bastante atractivo, alto, delgado, con una sonrisa impecable, de un pelo color rubio y piel bronceada.
—¿Están bien? No quise interrumpir—dijo preocupado.
—No te apures, amor—dijo Rose, sobándole la espalda y sonriéndole.
Me quedé boca abierta.
—Son... ustedes... pensé...—no podía ni hablar de lo sorprendida que estaba. Rose rio.
—Val, te quiero presentar a David, mi novio. David, ella es Valerie, una buena amiga y cliente.
—Mucho gusto—dijo David, tendiéndome la mano.
—El gusto es mío—le dije y le correspondí al saludo.

Rose nos dio de tomar a David y a mí, y cuando me empecé a sentir muy ebria me di cuenta de que iban a ser las nueve de la noche. ¡Tenía que volver a casa de inmediato!
Oculté lo mejor que pude mi estado de ebriedad y me despedí de Rose y su novio para después salir de ahí y emprender camino a mi casa.

Volví a casa alrededor de las nueve y media. Había pasado bastante tiempo en el bar conversando con Rose y David pero el camino a casa se me hizo eterno.
En verdad me sorprendí cuando ella dijo que eran novios, porque pensé que Rose se moría por Taylor, pero no era así. De todas maneras su noción me agradó y quedé de ir mañana en la tarde para ir a algún lugar los tres juntos.
Encadené a Betty y me tranquilicé al ver que Taylor había salido, ya que la camioneta de Taran ni ningún coche estaba. Estaría sola en casa.
Me tambaleé un poco y me sostuve con fuerza de una de las jardineras de la entrada.
—Avísame si tarado dueño viene... ¿Vale, Batty?—arrastré las palabras, pero luego la miré—. Ay, te quiero—abracé su volante y me dirigí a casa.

Cerré la puerta tras de mí y me tomé la cabeza con ambas manos. Noté que la luz de la sala, el pasillo y la cocina estaban prendidas, así que agarré un cojín para protegerme y revisé toda la casa, sólo para asegurarme de que Taylor o Taran no estaban ahí esperando a asustarme y matarme de un paro cardíaco. Dejé el cojín sobre el sillón y me fui a la cocina. Saqué un poco de jugo de uva y comencé a tomar, rogando porque el alcohol en mi sangre disminuyera. Después fui a la sala, tomé el control remoto y me despaturré en el sillón individual frente a la tele. La prendí y estaba mi programa favorito, Bob Esponja.
Pero no presté atención, estaba tan borracha que empecé a dormitar, porque no lograba quedarme dormida ya que estaba al pendiente si era que llegaba Taylor. Me sentía tan avergonzada que no creía tener los suficientes pantalones para pedirle perdón por lo que dije y menos sin estar en mis cinco sentidos.
Lo que me dijo Rose.... lo había lastimado justo cuando necesitaba mi ayuda por estar confundido.
Era de lo peor.

Seguí intentando prestarle atención al programa hasta que mi celular empezó a sonar. También aproveché para ver la hora. 9:56pm. Número desconocido... mm, parecía película de terror.
—¿Bueno?—dije, volviendo a descansar mi espalda en el respaldo del sillón.
—¿Vali?—dijo una nerviosa voz masculina del otro lado de la línea.
—Sí. ¿Quién habla?—fruncí el ceño.
—Mark—dijo con voz suave.
Para mi mala suerte, al escuchar su nombre me sentí el doble de borracha. Mi corazón empezó a golpear con violencia mi pecho de tan rápido y fuerte que latía. Tuve que tomar un poco de jugo para regular mi respiración y tratar de controlar las mariposas en mi estómago. ¡Caray! ¡Era fascinante lo que provocaba en mí! Reí y me mordí el labio inferior.
—Te reíste—dijo con ternura.
—¿Acaso me espías, Inglehart?
—No—largó con una carcajada.
—Okey. ¿Sucede algo?
—Sí, pero te escuchas rara, ¿estás bien?
—Claro, claro—intenté no arrastrar las palabras—. ¿Qué pasa?
—Dos cosas.
—¿Cuáles?
—Primera: ¿me ayudarás a estudiar para mi examen de estatal? Y segunda: el jueves es entrega de calificaciones finales y salimos temprano, así que preguntaba si tú y yo... y... todos, sí, todos, podemos ir a algún lugar a... divertirnos.
—¿Me esperas tantito?—dije, mientras trataba de regular mi respiración.
—Claro.
Yo dejé el celular en la mesita de cristal, le subí a la tele y me metí a la cocina a gritar, saltar, morir y volver a revivir. ¡No podía ser cierto! ¿Mark me había invitado a salir? Simplemente... simplemente ¡No lo puedo creer! ¡Debía estar soñando! ¡Sólo ocurría en mis sueños! ¡Era maravilloso, genial, estupendo! Creía que mi día malo, había resultado en algo bueno, maravilloso y fantástico.
Me tambaleé hasta la sala, le bajé a la tele y me volví a sentar tomando el celular.
—Listo—le dije.
—Okey. Am... ¿Me ayudarías a estudiar ahora?—dijo tímido—. El miércoles aplican mi examen.
—Am... pues... estoy un poquito ocupada—dije, tratando de evitar a toda costa no escucharme tan ebria como me sentía.
—Ah... ¿En serio? ¿Jueves por la noche?
—Sí—en ese momento Bob Esponja carcajeó junto con Patricio fuertemente y yo me maldije por dentro.
—Oh, ya veo. Creo que estás muy ocupada en Fondo de Bikini—rio.
—Cállate—dije, conteniendo la risa.
—Si quieres otro día estudiamos.
—Lo siento, no tuve un bueno día. No que no quiera ayudarte.
—No te preocupes pero, Valerie, ¿estás ebria?
—¡No, no, no! Qué estupidez—me reí.  —¿Segura?
—Sí, sólo te digo, no estoy muy bien.
—Está bie...
Dejé de escucharlo cuando vi, a través del ventanal, las luces amarillentas de la camioneta de Taran. ¡Mierda, era Taylor!
—Mark, lo siento. ¿Mañana seguimos? Tengo que irme—dije agitada.
—Oh, claro.
—Sale, cuídate—colgué.
Corrí para meter el jugo en el refrigerador y me fui tambaleando al final del pasillo para esconderme en la bodega donde guardamos los víveres.
Taylor abrió la puerta y oí que dejó las llaves sobre el plato de porcelana que descansaba en la mesita de mimbre a un lado de la puerta. Yo estaba a oscuras muerta de miedo, pero no podía salir, no quería enfrentarme a él ¡y menos estando tan ebria!

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