Capítulo 9: ¿Todo termina?

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—Te amo, te amo, te amo, te amo—me dijo Mark, besándome la cabeza una y otra vez mientras íbamos de camino a nuestros lugares para poder ver a mi hermosa ídolo (Lorde) en vivo.
El lugar parecía uno de esos edificios en los que hacían conciertos de ópera. Pensé que sería un poco más alocado pero, a pesar de todo, creía que era mejor que fuera un lugar así ya que disfrutaría más de su hermosa voz y de la compañía de mi novio.
Comenzamos a ir en fila detrás de unas personas, todos estaban tan tranquilos, lo que me parecía bastante extraño. Como la fila iba lento, Mark pasó su brazo por mis hombros y comenzó a besar mi cabeza.
—Te quiero tanto—me dijo él al oído—. Eres lo mejor de mi vida.
Sonreí y seguí avanzando por la fila para poder encontrar nuestros lugares.

—Ven, no dejaré que te vayas a casa así de empapada—me dijo y los dos subimos al auto. Después del concierto había empezado a llover a cántaros y, como el estacionamiento no estaba cerca ni mucho menos el lugar en donde lo habíamos dejado, tuvimos que correr un buen rato bajo la lluvia para poder llegar al coche. Mark no llevaba chamarra y yo sólo llevaba un suéter así que cuando llegamos al coche los dos estábamos empapados hasta más no poder.
Cuando llegamos a casa de Mark, bajamos del coche y corrimos hasta la entrada de la casa. Él me dio el paso y después corrió por una toalla para secarme.
—¿Y tus padres?—dije, cuando lo vi volver.
—Salieron de viaje a unos asuntos de negocios. Ellos casi nunca están en casa, pero en fin, creo que es mejor para mí después de todo—sonrió, pero de repente comenzó a reír—. Te estás dejando horrible el cabello, deja te seco.
—Te comportas como nena—dije con sonrisa burlona y él sonrió aún más.
—Y a mucha honra—se puso frente a mí y me condujo a la sala de estar.
Me reí.
—Supongo que tienes hermanas.
Mark negó con la cabeza.
—Mamá luego me pedía que le secara el cabello mientras ella se pintaba las uñas. Creo que sólo pasaba eso cuando se le hacía tarde.
—¿Tarde para qué?—fruncí el ceño.
Él me miró un momento a los ojos y después apartó la vista, sin decir nada. Decidí que lo mejor era callarme.
—Deja de moverte—dijo.
—Estoy un poco nerviosa, prometí volver temprano—dije y me senté en el sillón.
Mark se sentó frente a mí en la mesa de centro de la sala y comenzó a secar mi cabeza nuevamente. Separé un poco mis piernas para que él se pudiera acercar, cosa que hizo y siguió secándome. Estábamos tan cerca que podía sentir su respiración en mis labios. Observé su rostro. Dios, era tan jodidamente perfecto; un mentón semi-cuadrado, ojos marrones, tez tímidamente bronceada, pelo castaño, pestañas largas, labios rosados, suaves...
Todo en él era perfecto.
—Mark...—dije en un susurro cuando me di cuenta de que él había dejado de secarme el pelo. ¡Me había visto cuando yo observaba su rostro!
Él sólo miraba mis labios temblorosos y mojados y en segundos, se acercó a mí y comenzó a besarme. Empezó como un beso lento y tierno, pero después comenzó a violentarse, al grado de que se me encimó un poco y soltó la toalla mojada de inmediato. Tomé su sudadera con mis puños y lo jalé más hacia mí separando más mis piernas para quitar todo espacio entre nosotros. Enredé mis piernas y mis brazos alrededor de su cuerpo y él me levantó para después comenzar a caminar escaleras arriba.
No supe cómo hizo para poder subir las escaleras sin ver y conmigo en brazos, pero cuando cerró la puerta de una patada me recostó sobre la cama y siguió besándome. Me aferré a él, lo que provocó que el soltara un gemido.
—Dios... Valer...—dijo entre jadeos, justo cuando empecé a sentir presión en un lado de mi cadera cuando él estaba encima de mí, pero lo interrumpí.
—Cállate—dije y volví a besarlo.
Se subió completamente a la cama junto conmigo y se quitó la sudadera junto con la camiseta con una sola mano dejando a simple vista su tan bien formado cuerpo. Me miró a los ojos, sus pupilas estaban dilatadas y el color de sus ojos se había oscurecido. Se volvió a abalanzar sobre mí cuidando de no aplastarme y yo lo jalé hacia mí con brazos y piernas alrededor de él. Comenzó a meter su mano por debajo de mi suéter, giré sobre la cama hasta quedar sobre él, me senté a horcajadas y me lo quité, quedándome en sujetador. Volví a besarlo y él dio media vuelta quedando de nuevo contra mí y el colchón. Aferré mis dedos a su cinturón, justo en el dobladillo de sus jeans y enterré las uñas cuando el comenzó a besarme el cuello y recorrerlo con la lengua.
—Ma...—iba a decir, pero un gemido me interrumpió cuando él mordió el lóbulo de mi oreja.
—Shh, tranquila—dijo en un susurro y levantó más mis piernas para que mis rodillas apretarán sus caderas.
Llevó sus manos al botón de mi pantalón, lo desabrochó y en cuestión de segundos ya estaba en mis tobillos, hasta que logró quitármelos totalmente. Forcejeé con la hebilla de su cinturón hasta que logré deshacerme de sus jeans. Metió los pulgares a cada lado de mis bragas y sentí morir cuando sentí su piel contra la mía.
—Espera...—farfullé.
Él me miró.
—¿Qué pasa? ¿Te estoy lastimando?—me dijo preocupado.
—No, no, son varias cosas—dije, y me tapé la cara con las manos.
—Tengo...
—Sí, ya sé que tienes—dije.
—¿Entonces?—sentí su frente contra mi pecho. Todavía respiraba con dificultad.
—Soy...
—Ah—dijo y rio un poquito—. Juro no lastimarte, pero si no estás lista no importa. Nunca te obligaría a nada—me dijo y sentí cómo clavaba su barbilla en mi clavícula.
Quité las manos de mi cara y levanté su rostro para volverlo a besar con desesperación.
Él sonrió contra mis labios cuando entendió lo que quería.

Mark seguía con los codos clavados a cada lado de la almohada. Respiraba con dificultad, yo estaba débil y me aferraba a su espalda, clavándole las uñas. Me besó y se movió para quedar a un lado de mí. Me envolvió con sus brazos y besó mi cabeza.
—Que Taylor no se entere—dije entre risitas.
Mark rio.
—No lo hará. Me mataría.
—Lo sé—dije y comencé a hacer nuditos con mi cabello.
—¿Estás bien?
—Sí.
—¿Te lastimé?
—No—levanté la cabeza y le sonreí.
—Te quiero tanto—me dijo—. Me muero si te vas—me abrazó más fuerte.
—No iré a ningún lado, no quiero ir.
—¿En serio?—sonaba como un niño chiquito diciéndole a su madre que le prometiera que volvería por él a la hora de salida de su primer día de clases.
—En serio—le dije.

Ayayayayay 7uu7
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