Capítulo 3.5.

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—Me voy—canturreé en medio de la sala metiendo el celular a mi bolsa.
—¿A dónde vas, Vali?—dijo Taran, alborotando mi cabello.
—Al bar. Hoy iré a la feria con una amiga que trabaja allí—le sonreí.
—¿Con Rose?—Taylor asomó la cabeza por la puerta de la cocina, totalmente ceñudo.
—Sí—alargué, aún sonriente.
El frunció más el ceño y volvió a esconder la cabeza.
—¿A qué hora vuelves?—preguntaron Taran y Taylor al unísono.
—A más tardar a las nueve o diez.
—¿Llevarás a Betty?
—No creo, Taran. Tengo miedo de que la roben—fruncí los labios.
—Llévate a Liliano entonces—mi hermano frunció el ceño.
Fruncí el ceño.
—¿Liliano?
—Si Taylor puede ponerle nombre a su motocicleta, ¿por qué no ponerle nombre a mi camioneta?—se encogió de hombros.
Estallé en carcajadas.
—El novio de mi amiga nos recogerá. No te apures—dije antes de salir de casa.
Eran las siete de la tarde, así que decidí caminar hasta el bar. Cogí bien mi bolsa y comencé mi caminata a paso rápido. Mary y yo habíamos quedado en vernos en el bar. Le di las indicaciones exactas para que no se perdiera. Crucé la puerta del bar más radiante y feliz que nunca, tanto, que ni siquiera me molestó el tintineo cuando abrí. Le sonreí a todos y me senté de un brinco a un lado de David, que me saludó con un caluroso y amistoso abrazo. Después llegó Rose dejando su bolsa en la barra mientras le daba indicaciones a su ayudante, Francis, un chico de unos diecinueve años que siempre iba cargado de felicidad y sonrisas. Esperamos un rato a Mary, pero al parecer no llegaba, rogué porque no se hubiera perdido. Esperamos media hora y ella seguía sin aparecer. Ya harta, le llamé al celular y ella me respondió hecha la misma furia por haberse perdido. Le pedí que me describiera el lugar en donde se encontraba mientras subíamos al auto de David. Iba indicándole a David con detalle hasta que logramos ver la silueta de una Mary totalmente enojada. Subió al coche y cerró de un portazo. Lo bueno es que al momento se tranquilizó cuando vio la adorable cara de Rose. Los presenté y durante todo el camino estuvimos en una calurosa y amigable conversación. No tardamos mucho en llegar, aparcamos en un rincón y bajamos del coche totalmente maravillados por los colores y formas que tenían los juegos.
Tenía mucho que no venía a una feria, siempre las he amado, pero últimamente ni siquiera les había prestado atención.  Comenzamos a caminar cuando Rose me cogió del brazo e hizo que corriera junto con ella a un lugar lleno de algodones de azúcar. Compramos uno para cada quien y al acabarlo nos fuimos directo a los juegos.
Primero pasamos a una pequeña pero peligrosa montaña rusa. Mary se sentó conmigo y Rose con David. Después Mary y yo nos fuimos a la rueda de la fortuna ya que Mary y David se habían puesto cariñosos y quisieron entrar al túnel del amor. En la rueda de la fortuna platiqué bastante con mi mejor amiga acerca de lo ocurrido hoy. Me dio algunos consejos que me vinieron bastante bien. Mary era muy segura de sí misma y siempre defendía lo que quería. Eso era lo que más admiraba de ella, era una gran persona y muy especial para mí.
Después fuimos a los dragones, que eran grandes barcas que iban de un lado a otro sin parar. De ahí, nos fuimos a los puestos de destreza. Nos decidimos por uno que era apuntarles a unas cuantas personitas de cartón con una pistola de balines. Primero jugué con David, que me ganó en un solo abrir y cerrar de ojos. Nunca había sido buena para ese tipo de cosas así que no tenía de qué sorprenderme. Después jugué con Rose que igual me ganó, aun teniendo malísima puntería. Para la tercera, jugué con Mary y David me ayudó.
Esa vez, yo gané.
Después de seguir con los juegos de destreza otro algodón de azúcar y una montaña rusa más, fuimos a la casa de terror. Rose y David entraron primero y atrás Mary y yo. Las dos íbamos agarradas de la mano observando cada barbaridad que nos hacía dar un enorme salto de miedo. Todo estaba oscuro así que sólo podía distinguir la chaqueta fosforescente de Mary y oír los gritos de Rose. 
Salimos de ahí prácticamente corriendo como niñas totalmente aterradas. Excepto David, claro. Rose estaba pálida al igual que yo y Mary casi lloraba. Guau, nunca me había asustado así.
Por último fuimos a un pequeño restaurante de aspecto acapulqueño bastante agradable. Tomamos un par de malteadas y comimos postres mientras platicábamos. En algunas ocasiones Rose se comportaba conmigo como si fuera su mejor amiga de toda la vida; eso me agradaba, porque esperaba que algún día nuestra amistad llegara a ese punto.
Llegué a casa alrededor de las once. Rogué por que mamá no estuviera esperando en la cocina o en la sala como lo hacía con Taran y algunas veces con Taylor. Cerré la puerta con todo el cuidado del mundo y comencé a caminar a través de la oscuridad. Llegué a mi cuarto y la televisión estaba prendida en el canal de mascotas. Fruncí el ceño. Yo nunca veía ese canal. Dejé la televisión prendida para que me alumbrara en lo que me tumbaba en la cama y dejé mi bolsa en la mesita de noche. De repente noté un bulto del lado izquierdo de mi cama, me acerqué con cautela y vi que era Taylor en calzoncillos todo despaturrado durmiendo como oso.
Me quité los pantalones, la chaqueta, me puse la pijama y me tumbé a un lado de Taylor, apagando el televisor.

Sentí que alguien zarandeaba mi cuerpo con violencia. Me enrosqué cubriéndome más con las cobijas y me tapé hasta la cabeza. Volvieron a zarandearme pero esta vez aventé manotazos a esas manos que no me dejaban. 
—¡Maldita sea, Taran, déjanos dormir!—gritó Taylor levantándose de un brinco, provocándonos a mí y a mi hermano un susto de muerte.
—¿¡Quieres matarme de un maldito susto!?—también grité con una mano en mi pecho.
Volteé a ver a Taran que estaba con la espalda pegada a la puerta del closet, mirándonos detenidamente.
—¿Qué haces aquí, Taylor?—mi hermano frunció el ceño.
Taylor puso los ojos en blanco y volvió a acurrucarse de su lado de la cama.
Taran se giró a verme.
—No lo sé, Taran—levanté las manos, en símbolo de inocencia—. Cuando llegué a casa él estaba aquí.
—Qué bello, pero… señores, tengo que decirles que Lina anda reclamando a los cuatro vientos dónde se encuentran—dijo tranquilo y sobándose los brazos.
Taylor y yo no tardamos ni un segundo en pararnos de la cama y bajar corriendo las escaleras. Volteamos a ver a ambos lados hasta que vimos la melena negra de Lina.
Mi corazón latió con fuerza y una gran sonrisa se me dibujó en el rostro.
—¡Lina!—grité y corrí hasta ella.
—¡Vali!—también gritó, abriéndome los brazos.
—¿Cómo has estado?—dije tomándole las manos cuando terminó de saludar a su hermano.
—Bastante bien—dijo sonriente—. Por cierto, debo de hablar contigo de algo importante, Vali—me guiñó un ojo—. Venga, vamos a la cocina a desayunar y ahí te cuento. Tú también ven, Taylor—dijo ella, zarandeando las caderas conforme caminaba a la cocina.
Taylor y yo tomamos asiento frente a Lina mientras ella nos servía un par de “hot Cakes” a cada quién. Brincó a su asiento y comenzamos a comer.
—¿Cómo te fue ayer?—dijo Taylor, pasando el bocado.
—Oh, me fue fabuloso. Mary también fue. Créeme, David y Rose son muy buena onda—sonreí con alegría.
—¿Su novio?—dijo Taylor, con los labios pegados al bocado.
—Sí. ¿Lo conoces?
—Me ha hablado de él. Es un buen tipo.
—¿A dónde fueron, Vali?—preguntó Lina.
—A la feria. Fue impresionante. Una de las mejores noches de mi vida, sinceramente. Ellos son tan…—moví las manos sin saber qué decir—. Tan… geniales.
—Me alegra mucho—dijo Lina e hizo una pausa—. Ya los extrañaba bastante—miró a Taylor y suspiró—. Mamá te echa de menos.
—Luego hablaremos de eso, Li, ahora no—Taylor negó con la cabeza y apoyó un codo sobre la barra.
—¿Cómo te ha ido con el susodicho?—dijo Lina levantando y bajando las cejas con rapidez.
—El jueves tengo una cita con él—le sonreí—. Lo demás ya te lo contaré después, Li—le guiñé un ojo.
—Seguro terminaran siendo novios—dijo Taylor, antes de levantarse y poner el plato en el fregadero.
Me ruboricé y Lina sonrió con picardía.
—¡Uy!—dijo saltando en su asiento—. Ya quiero ver eso.
—Bueno ya—dije, sonriendo como boba—. ¿Cuánto tiempo te quedarás, Li?
—Unos días y ya—dijo haciendo un gesto con las manos—. Le pedí a mamá que me dejara más pero como ya sabes que el jueves es el casamiento, la ceremonia  y…
—¿Qué?—dijimos Taylor y yo, volteando a verla totalmente asombrados.
—Sí—dijo Lina, extrañada—. Por eso tu mamá salió temprano hoy, Vali. Polly le dará las invitaciones para este jueves—nos miró con recelo.
—¿Este jueves?—dije desanimada.
—Era tu cita con Mark, ¿cierto?—dijo Lina y sonrió tenuemente—. Sabes que haría lo imposible porque fueras a tu cita pero…
—No—la callé—. Mi familia es primero. Polly de seguro me querrá ahí.
—Eres la dama de honor—masculló, antes de huir al baño.
Oh, mierda. ¿¡Por qué me decía hasta ahorita!?

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