Capítulo 3.3.

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—¿Hola?—hubo un silencio. Escuché crujir la pata del sillón individual, ¡justo donde había dejado el control remoto del televisor!
—¿Valerie?—demonios.
Traté de regular mi respiración pero me era imposible. Escuché que fue a la cocina y volvió a llamarme. Subió, bajó y fue recorriendo toda la casa abriendo y cerrando puertas con violencia. Sólo quedaba la bodega en la que estaba. Cerré con seguro silenciosamente y pegué mi espalda a un anaquel. Ay, estaba frío, muy frío.
Ahogué un grito y miré aterrada la puerta.
—¿Valerie? ¡Sé que estás en casa! ¡Sal ya!—dijo ya enojado.
Me aterré más. Mi primo y la furia no eran buena conminación. Mi pecho subía y bajaba con rapidez. Estaba asustada y tenía muchísimas ganas de hacer pipí.
De repente no se escuchó nada, absolutamente nada. El silencio se me hacía infinito, ¿qué estaba haciendo? Eché mi cabeza hacía atrás aún pegada al anaquel.
Entonces escuché que forcejeó con el picaporte. Me asuste aún más.
—¿Valerie?—tocó a la puerta.
No respondí.
—Sé que estás aquí. Nunca cerramos esta puerta con seguro. Sal ahora—yo seguía sin responder—. ¿Piensas que estoy molesto contigo? No lo estoy, estoy bien. Sal, por favor porque tenemos que hablar.
Seguí sin responder y todo quedó en silencio.
—Valerie…—alargó—. No me engañes. ¡Ahora sal de aquí!—elevó la voz.
No podía hablar. Todo se quedó en silencio. Él se había ido, pero aun así no me atreví a abrir. De repente, escuché que metía algo en la cerradura y finalmente abrió la puerta, permitiendo que nos viéramos cara a cara. 
Llevaba una cara de pocos amigos que se le notaba a millones de kilómetros. Su mirada estaba opacada por una capa oscura que no permitía ver con claridad el celeste de sus ojos. Vestía de negro y me miraba atentamente. No hizo nada, sólo se quedó ahí, sin hacer nada.
Tragó saliva.
—Llegaste—dije nerviosa y pasé un mechón de pelo atrás de mi oreja.
Me acerqué a él y lo rodeé pasando por el pasillo sin voltear a verlo. Estaba con un miedo que me comía viva, ya que no hacía nada, no gritaba, no se movía… ni siquiera pestañeaba. 
Seguí caminando sin voltear hasta que sentí que tomó mi cintura con ambas manos, me volteó con agilidad y me cargó en su hombro.
—¡Taylor, bájame!—comencé a golpear su espalda.
—No—dijo yendo a la cocina.
En ese instante las siluetas de mis padres y de mi hermano aparecieron frente a nosotros.
Mi padre frunció el ceño.
—¿Qué hacen?
—¡Papá, dile a Taylor que me baje!—chillé.
—¡Hasta que te dignas a aparecer, Taylor!—dijo mi madre molesta—. ¿Qué pasa aquí?
—Luego les explico—dijo mi primo, pero fue interrumpido por Taran.
—¡No! ¡Ahora nos vas a explicar! 
Taylor tensó la mandíbula y, aún conmigo en su hombro, subió las escaleras echó un rayo, ignorando los gritos de mis padres.
Recorrió el pasillo hasta llegar a su habitación, me tiró en la cama y se dirigió a la puerta para cerrarla. Yo me levanté tambaleante y lo empujé para abrir la puerta pero él me tomó por las muñecas alejándome de ahí.
—¡Quítate!
—Nop. Hasta que hablemos.
—¡Taylor, déjame!—volví a empujarlo pero fallé y me caí de nalgas.
Él frunció el ceño.
—Espera un momento.
Se agachó, me tomó de la cara y me olfateó.
—¿Estás ebria?
—¡No me toques!
Abrió los ojos con sorpresa.
—¡Por Dios, estás ebriaaaa!
Apreté los dientes.
—¡Déjame en paz!—volví a pararme pero él me empujó tirándome nuevamente, pero esta vez sobre el colchón.
Volví a incorporarme pero él me tomó de las muñecas.
Empecé a patear con fuerza azotando los tobillos con la cama
—¡Taylor!—grité.
—¡Joder, Vali!—me soltó para evitar mis golpes y pasó una mano por su cabello.
Por última vez volví a incorporarme para intentar huir, pero mi primo volvió a empujarme. Rechiné los dientes y estrujé la colcha con mis puños.
—Hasta estando borracha tienes fuerza.
—Déjame ir.
—Tenemos que hablar.
—¡No tengo nada que hablar contigo!
—Taylor, Valerie, ¿qué ocurre ahí?—escuchamos la voz de Taran.
—¡Largo de aquí!—dijo mi primo gritando fuertemente. Rápidamente se viró hacia mí—. ¿Qué hice? ¡Dime! ¿¡Qué demonios hice para que te enojaras conmigo de esta manera!?
—¡Lastimaste a mi amiga cuando prometiste no hacerlo!
—¡¿A tu amiga?! ¡¡Tú no eres ella! ¡Ella no es tu mejor amiga! ¡La conoces de días! ¡Díaaaas! ¿Me vas a dejar a mí por una chica que ni siquiera conoces lo suficiente? ¡No eres ella, no es tu puta vida, es la de ella!
—¡Taylor, cállate!—puse mis manos sobre mis orejas y agaché la cabeza intentando protegerme.
Taylor se arrodilló frente a mí, quitó mis manos.
—Valerie…—suspiró—. No quise hablarte así. Sólo que… no te entiendo. No es tu vida. No es tu mejor amiga. Parece que sufres más que ella—la capa oscura en sus ojos comenzaba a oscurecerse más—. ¿Por qué te afecta tanto?
—Porque me prometiste algo y no lo cumpliste. Siempre es lo mismo. Seguro ella dejará de hablarme.
Él guardó silencio por un momento.
—Lo lamento. Lamento haberte fallado, a ti y a Sharon y… haber utilizado a Darby y… Vicky… Dios, Vicky. Tenía tantas cosas en la cabeza. Me sentía pésimo—tragó saliva—. Yo no… perdóname, sólo perdóname.
Creo que más basura no me pude sentir. Taylor había sacado su lado débil. Ese lado que sólo había visto la vez que su padre murió y cuando peleó con Polly y Lina. Ni siquiera yo entendía el por qué me había afectado tanto que lastimara a Sharon. Él tenía razón, no era mi vida, no era mi problema, ella no era mi mejor amiga. No era nada a comparación de Taylor.
Me le quedé mirando por un momento y acto seguido lo abracé. No tenía nada que decir, ni siquiera sabía qué podía decir para arreglarlo. Sólo… se me ocurrió una sola cosa.
—Lo siento, Tay. Es mi culpa, tienes razón. Yo soy la que menos debe de meterse en estos asuntos—balbuceé contra su hombro.
Taylor se alejó de mí.
—¿Ahora podrías decirme cuánto bebiste?—preguntó ceñudo.
—Sólo fue un poco—hice una pausa—. Hoy… que te encontré con Vicky sentí..., así que huí junto con Betty al bar de Rose—hice otra pausa—. Ahí ella me contó que fuiste a contarle todo ya que cómo yo te odiaba, no tenías quién te consolara—lo miré a los ojos.
Taylor se sentó a mi lado.
—¿Te contó todo?
—Todo.
Hubo mucho silencio.
—Disculpa—masculló.
Le sonreí.
—Sí.

—¿Paso por ti a las doce?—dijo Taylor sacando su celular del bolsillo.
—Por octava vez no—le dije—. Eso es el jueves, Taylor. Hoy me recoges a la misma hora de todos los días.
—Vale—me sonrió y después suspiró—. ¡Dios! ¿Qué demonios haría sin ti?
Le sonreí y lo abracé.
—Cuídate, Morgan.
—Te quiero.
—Yo también te quiero—sobé su brazo y me dirigí al campus.
Mientras iba caminando alguien tapó mis ojos y me jaló hacía atrás. Yo sonreí. No sabía quién era  así que me puse a adivinar nombres al azar.
—¿Reny?—pregunté pero nadie respondió—. ¿Page?—nadie respondió—. ¿Demien?
—No—alargó una fingida voz masculina.
Entonces supe quién era.
—¡Mary!—sonreí y quité sus manos de mis ojos para girarme a verla y abrazarla—. ¿Por qué no viniste ayer?
—Mamá tuvo que salir con Francis ya que Andrew se metió en problemas—torció la boca.
—¿Tu hermano metido en problemas?—fruncí el ceño.
Ella se encogió de hombros y paso su corta y china melena hacía atrás.
—¿Qué hicieron ayer?—comenzó a caminar y yo la seguí.
—En sí, nada interesante. Sólo están por dar las calificaciones—tomé los tirantes de mi mochila y me puse a su lado.
—¿Ya las han entregado?
—No. Del lunes al martes las darán y el jueves será la entrega oficial de calificaciones.
—Oh, ya veo. ¿Harás algo este fin de semana?
—Sí. Lina vendrá el sábado y el domingo iré con mi abuela.
Mary me miró.
—Los rumores de que Taylor y tú pelearon llegaron a mí en cuanto llegué al instituto.
Puse los ojos en blanco.
—Ya arreglamos las cosas ayer. Me molesta que la gente sepa de mi vida.
—Eso te pasa por ser popular.
—Gracias, Mary, me sirve de mucho—dije irónica.
—No seas aguafiestas. ¿Vienes a cenar hoy a mi casa?
—No puedo, iré con unos amigos a la feria. ¿Quieres ir?
—Le preguntaré a mi madre—me sonrió—. Lo más seguro es que sí. Yo te llamo.
—Valerie—dijo una tenue voz masculina atrás de nosotras.
Nos giramos y Mary no tardo ni una milésima de segundo en poner mala cara.
—Hola, Joan—le sonreí con amabilidad.
—Yo me voy—dijo Mary ignorando a Joan.
Besó mi mejilla y se alejó jugando con sus chinos.
—¿Qué pasa?
—Ah…—alargó poniéndose un poco rojo—. Bueno… no sé cómo decir esto Valerie. Escucha…—estaba por decir algo pero la chicharra sonó.
No tarde en reaccionar para poder huir.
—Te veo luego, Joan—dije dándole un fugaz beso en la mejilla.
—Vali, ¿podemos platicar en el descanso?—dijo nervioso.
Asentí con la cabeza y me fui corriendo a clase de química.

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