Hogar, dulce Hogar (ZiTao)

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"Porque no habrá luz que me ilumineSi te pierdo, bebéNo habrá cielos despejadosSi te pierdo, bebé Al igual que las nubes Mis ojos harán lo mismo si tú te alejas Todos los días lloverá"–Bruno Mars, It Will Rain

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"Porque no habrá luz que me ilumine
Si te pierdo, bebé
No habrá cielos despejados
Si te pierdo, bebé
Al igual que las nubes
Mis ojos harán lo mismo si tú te alejas
Todos los días lloverá"
–Bruno Mars, It Will Rain.

YiFan solo me veía confundido, con el ceño fruncido y los labios ligeramente separados formando una pequeña "O" de sorpresa.

Hubo un silencio de expectativa pura por mi parte, esperando la reacción que tendría YiFan.

Treinta segundos. Cuarenta. Un minuto, dos, tres. Cuatro horas, cinco, seis.

No estoy seguro del tiempo que pasé en silencio mirándolo fijamente, tratando de sacarle las palabras de la boca.

Hasta que finalmente se rió. Se rió como nunca antes lo había hecho, al menos no conmigo. Su carcajada resonó por toda la casa, creando un eco de tristeza rebotando en aquellas estrechas pero cómodas y hogareñas paredes.

YiFan se dobló mientras se agarraba el estómago, sin poder respirar correctamente.

¿Mi expresión?

Confusión, decepción... Aun no lo sé. Pero estoy seguro que una parte de mí se rompió en ese momento.

—¿Qué? —le pregunté serio, ahora apartado de su agarre que se había zafado por su rechazo. No respondió, así que decidí intentarlo de nuevo—. ¿¡Qué!? —grité esta vez un poco más fuerte, demandando una respuesta coherente por su parte.

—Ti-Tienes que estar bromeando. —Limpió una lágrima de su mejilla antes de que cayera a la cama.

No le respondí. Por el contrario, me limité a observarlo casi con asco, sin poder entender cómo el chico de mis sueños se había convertido en mi pesadilla viva en un abrir y cerrar de ojos.

—¿No estás bromeando? —dijo al estar mas calmado y ver mi expresión de odio y repulsión.

—No, pero creo que tú sí.

—Tao...

—YiFan, ¿soy una burla para ti?

—¿Qué? ¡No! —Finalmente había dejado de sonreír como estúpido.

—¿Quieres casarte conmigo?

—Tao, ya habíamos hablado de esto —replicó cansado.

—No, YiFan. No lo habíamos hecho. Tú creíste que lo hacíamos solo por el hecho de imaginarnos juntos en un futuro, pero nunca me preguntaste lo que en realidad quería yo. No puedes simplemente dar por sentado que todos alrededor tuyo creemos lo mismo que tú. Sólo te escuchas a ti mismo.

—Siempre te escucho, ZiTao —dijo con un deje de tristeza que por poco me ablanda—. Todas esas veces acostados en la cama, o mientras cocinabas, o...

—Pruébalo —lo interrumpí.

—¿Qué?

—Prueba que me escuchas. Prueba que no eres un egoísta de mierda. —Hice una pausa—. Prueba que me amas.

—ZiTao, yo...

—¿Lo ves? Ni siquiera estás dispuesto a decirme palabras inútiles. —Lo miré con ojos tristes por unos segundos, pero él no quiso decir nada entonces. No abrió la boca. No se esforzó para que me quedara—. Da igual. Las palabras se las lleva el viento, y por eso quiero que olvides lo que dije.

—¿Qué...?

—Olvida mi propuesta estúpida, olvida esta pelea... olvídalo todo. Si no quieres casarte conmigo, está bien. Entiendo que no sea correspondido. No puedo obligarte a amarme como yo te amo a ti, pero al menos pudiste decírmelo de otra manera.

Me levanté de la cama más calmado de lo que en realidad estaba para dirigirme a la habitación y coger la maleta que había cogido para escaparme con mi novio hacia ya lo que parecía una eternidad.

Después de salir de su estupefacción, YiFan por fin habló.

—¿Qué? No, Tao, espera, yo...

Él se levantó tras de mí y me agarró del brazo para voltearme y mirarlo a los ojos. Solté un cansado suspiro.

—¿Quieres casarte conmigo o no?

—Yo...

—Solo dilo.

—No, ZiTao. No quiero casarme contigo, pero... —Me solté de su agarre para seguir el camino que había cogido anteriormente. Cerré la puerta con seguro antes de que YiFan pudiese entrar para tener un momento a solas. Al parecer entendió mis deseos, así que me dejó en paz.

Agarré la maleta y me dispuse a meter toda mi ropa y mis ahorros mientras lágrimas caían furiosamente por mis mejillas, al tiempo en que me maldecía mentalmente una y otra vez, sin parar, cada vez con más furia.

Una vez hube terminado, me dispuse a salir lo más rápido que pude de ese pequeño lugar, evitando en lo posible encontrarme con ese hombre tan perfectamente imperfecto. Sin embargo, mientras abría la puerta una mano delicada pero fuerte se aferró a mí desde mi espalda, pasando después por mis brazos hasta rodearme el pecho y sentir el cálido aliento del que amaba tanto en mi sensible cuello.

Cerré los ojos al sentir su toque, incapaz de despegarme de sus brazos.

Definitivamente, Wu YiFan era mi droga personal, y esta vez estaba indispuesto a venderla. Pero el vicio ya me había hecho mucho daño.

Sin más palabras, su agarre se deshizo lentamente y yo pude alejarme del lugar que había sido mi cielo por tanto tiempo y se convertía de un momento a otro en mi infierno personal, con diablo personal y castigo personal.

No era muy tarde para dirigirme al aeropuerto y buscar vuelos prontos e improvisados a mi verdadero hogar.

Por suerte, habían unos dos e incluso tenía el dinero suficiente. Cuando llegase a China, llamaría al jefe y le explicaría todo. Seguiría trabajando para él. Era lo único que me mantenía en pie. Dinero fácil, vida fácil.

Tuve el tiempo suficiente para pensar con claridad en el avión. Era lo correcto... ¿O no? De todos modos ya me había ido, ya había dejado a YiFan. Podría volver en cualquier momento, por lo menos si mi orgullo no lo impedía. Porque sí, tenía la esperanza de que YiFan me hubiera seguido hasta el aeropuerto y me hubiera impedido irme. Me monté de último al avión, aun esperando por él. Quería mi propia escena de película. Y al esperarla con tantas ansias, se desvaneció en el viento, al igual que las palabras.

🚬🚬🚬

El taxi me dejó justo en frente de mi antiguo hogar. No había cambiado nada. Justo como lo había dejado unos años antes. Perfecto.

Timbré después de dudar unos segundos. Le había hecho tanto daño a mis padres al dejarlos solos, que ya no estaba seguro de si me recibirían. Sin embargo, un hijo siempre vuelve a su hogar.

—Hola, ma.

Crying OutDonde viven las historias. Descúbrelo ahora