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"Hileras de casas haciendo presión en mí Puedo sentir sus manos azules tocándome Todas estas cosas en su posición Todas estas cosas un día se tragarán todo Y se desvanece otra vez" –Radiohead, Street Spirit.
Antes de salir de la cafetería, el chico había agarrado su comida y la había metido a mi carro sin siquiera mi previa aprobación, metiéndose bocado por bocado lentamente a la boca, casi sabiendo que eso me enojaría un poco. Pero nunca le dije nada.
De vez en cuando volteaba a verlo, pero se limitaba a mirar por la ventana seriamente -al menos cuando terminó de comer-, tal vez pensando en las distintas maneras de matarme, tal vez no.
Su casa quedaba en uno de los barrios más peligrosos de la capital, a las afueras, al igual que el bar del que proveníamos.
—Gira a la izquierda —me dijo, haciendo así que me adentrase mucho más en ese barrio de mala muerte.
Había poca luz, y un par de personas se encontraban en la calle, con ropa desgastada y sucia, deambulando sin rumbo y probablemente sin hogar ni comida.
Nos dirigíamos hacia el lado más oscuro de la calle, el cual tenía farola pero no funcionaba quién sabe por qué.
Estábamos acercándonos lentamente hacia la casa más oscura de todas. La que más desolada, solitaria y peligrosa se veía.
—No vivirás en la última casa, ¿o sí? —pregunté esperando a que me respondiera con un rotundo no, que me dijera que todo era una broma, me llevara al barrio más lujoso de la ciudad y me presentara a su ostentosa y adinerada familia.
Sin embargo, se limitó a mirarme molesto una vez más, con un gesto que casi parecía decir: «Me rescataste de una pelea en un bar. ¿Qué esperabas? ¿Una bonita cabaña en la playa?».
Bien, tendría que mandarle algún mensaje de despedida a mis seres queridos antes de bajarme del carro.
—Aquí es —dijo una vez hube parqueado justo en frente de su pequeña casa. Me bajé un poco dubitativo, siguiendo al más bajo hacia el interior de su destartalado hogar.
Entramos en silencio. No veía gran cosa, pero podía escuchar el suelo de madera crujir bajo mis pies.
El chico intentó prender las luces, pero el interruptor no funcionó.
Un sonido me hizo sobresaltar un poco. Ni siquiera había sido fuerte, pero estaba solo en una casa con mi probable asesino y tenía la adrenalina al tope. Segundos después me di cuenta de que solo era alguien tocando a la puerta.
—Por esto es que te invité a mi casa. —El castaño estaba de brazos cruzados por lo que podía ver gracias a la poca luz de la luna que se filtraba por las ventanas, y supe que estaba molesto. Casi pude ver sus dientes rechinar con rabia.