Capítulo 30.

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Me volteé y caí al piso

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Me volteé y caí al piso. Me quejé y halé las frazadas hacía mí, para seguir durmiendo en el suelo. Escuché una risa burlona y abrí un ojo de mala gana. El rey imbécil estaba sentado en el sofá, leyendo un periódico, ¿qué no debe de esa en otra cosa?, ¿cómo gobernando el mundo vampiro?, por ejemplo.

Si me va a tener secuestrada que me deje en paz por lo menos.

Levanté mi cabeza de mala gana y lo miré, este me miró y sonrió.

-eres graciosa hasta cuando duermes.- Junté mis cejas mientras me levantaba con dolor en mi cuerpo. Sentí un frío considerable en toda mi piel y fue entonces que me dí cuenta que estaba semi desnuda. Y acordándome, me había quitado la ropa de mala gana anoche y de loca, me acosté así.

Sentí la mirada del rey en mi cuerpo, lo miré aburrida y este sólo se dignó a mirarme el rostro enojado que tenía

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Sentí la mirada del rey en mi cuerpo, lo miré aburrida y este sólo se dignó a mirarme el rostro enojado que tenía. Me restregué los ojos y camine hasta el baño dando un portazo. ¿Qué más da?, ya me vió en pelotas.

Me dí una ducha larga y me lavé el pelo. Salí en toalla y gracias a Dios el imbecil no estaba aquí, ví unas ropas que estaban encima de la cama, me acerqué a la susodicha, la miré y luego me la puse.

 Salí en toalla y gracias a Dios el imbecil no estaba aquí, ví unas ropas que estaban encima de la cama, me acerqué a la susodicha, la miré y luego me la puse

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Me senté en la cama y suspiré, mientras me hacía una trenza  de espiga gorda. Sentí que la puerta se abría y miré, el rey imbecil había entrado con una bandeja de desayuno en sus manos.

Me miró y caminó hacía mí.

-debes de comer algo.- lo puso a mi lado, miré el desayuno. Tenía hambre. Mucha hambre.

Se sentó en el sofá tanquilamente. Miré la comida nuevamente lanzandome a devorarla. Cerré los ojos mientras comía este platillo tan rico.

-termina. Ya es hora de que salgas de aquí.- abrí mis ojos quienes estaban cerrados al saborear la comida.

-¿Qué quieres?.-pregunté con molestia, este me ojeó.

-¿acaso no quieres salir de aquí un rato?, pensaba que te aburría, pero ya veo que no.- lo miré mal.

-claro que quiero salir de aquí y alejarme de ti. Eso quiero.- murmuré. Este sonrió.

-que pena que no se harán tus sueños realidad.- me miró con "pena". Y yo solo rodé los ojos con molestia. Imbécil.

Comí desesperada por el hambre que llevaba encima y lo terminé  todo, este me miraba tranquilamente esperando a que decidiera acabar.

-¿lista?.- preguntó. Yo asentí lentamente, no tenía más nada que hacer.

Me levanté de la cama y lo seguí. Las cosas del día aquél en que me quería escapar, divagaban en mis recuerdos al verlas con mayor claridad en la luz del día.

Pero algo me llamó la atención. El trasero del rey.

Era abultado, paradito, lo único bello que encontraba de él. -aquí está mi habitación.- entró por unas puertas grandes de caoba encerada, y entonces me tomé la libertad de ver yo también.

La habitación era hermosa. Amplía y tenía una vista fresca y hermosa a simple ojeada. Habían varias sirvientas limpiando, entretenidas en el aseo.

-cualquier cosa que necesites, estoy aquí siempre, a todas horas.- lo observé pero no dije nada. Salió por la puerta y caminamos por los pasillos, nos encontramos con la escaleras y no dudamos en bajarlas.

-¡personal!.- gritó, con voz fuerte y entonces, todo los sirvientes se acopilaron en una fila mirándolo.  Hicieron una reverencia y yo al ver tanta estupidez junta, reí con fuerza. Este me miró con mala cara. Tosí.

-perdón.- dije con una sombra de una sonrisa en mi rostro. Volteó a mirar a sus "súbditos".

-desde ahora en adelante, esta chica que ven a mi lado será la mujer de la casa.- yo casi me caigo para atrás, ¡¿qué?!. Me miró, lo miré. -no digas nada.- y mis labios se sellaron de nuevo. ¡URGGG!.

Esto no puede ser. ¡No quiero nada que ver con él!, al parecer esto es para largo.

-desde hoy la van a obedecer, tanto como cómo a mi, le brindarán sus servicios, pero nunca le permitan salir de este castillo. Sino, tendrán problemas conmigo.- Kenya me miró, yo junté mis cejas al no poder decir nada.

Todos asintieron.

Cada uno iba saliendo a seguir sus quehaceres diarios, mientras yo me quedaba tiesa en un lugar, molesta.

Me miró. Me acerqué a él y le dí una bofetada, pero ni se inmutó. Me miró y me agarró los brazos posesivamente obligándome a mirarlo. Gemi ante la fuerza que ejercía sus manos y me acercó  a él.

Y me besó. Yo no quería y por eso me negué, doblando mi cabeza, perdiendo el contacto de su boca con la mía. Me sacudió obligándome a mirarle.

-besame.- demandó, negué, pero era imposible. Había usado su cosa rara en mí, quería llorar. Me soltó dándome libertad, quería irme, pero mi cuerpo no me lo permitía.

Lloraré.

Mi cuerpo se acercó a el. Mi cara se acercaba a la suya, Dios, matame ahora mismo.

Nuestros labios rozaron y fue ahí cuando mi cuerpo cedió y lo besé. Quiero morir. Por favor, matenme.

El beso era rudo y posesivo, muy sensual también. Él besaba bien, no cabía duda de eso, pero, ¡urg!, ¿por qué me obliga a hacer cosas que no quiero?. Me separé por que ya había cumplido el propósito, sus ojos estaban cerrados todavía.

Los abrió para mirarme, aún estaba demasiado cerca de mí.

-oh Jo.- acarició mi mejilla. -si te hubiera conocido con tu otro cuerpo, también  me habría enamorado de ti. - Junté mis cejas, osea, what?. ¡¿Cómo que también?!, ¡¿CÓMO QUE TAMBIÉN?!.

Me mató y ahora viene a decirme esto. No, pero que cojones.

-me encantas. Me encanta tu forma de tratarme y ya ni siquiera me importa que te parezcas a mi antiguo amor, te veo y solo veo a Jo, mi dulce Jo.- lo miré confundida, quería hablar pero el bastardo no me dejaba.- dí algo.- me miró a los ojos.

-vete a la mierda, hijo de puta. ¿Qué?, ¿pensabas que todo era paz y tranquilidad?, pués no, tú me mataste. Mataste a mi familia. ¡Me destruiste completamente!, ¿y qué?, ¿ahora quieres que te ame?. Pero que guevón eres.- lo traté de rodear pero este se puso en mi camino. Lo miré enojada.- ¡quítate de mi camino imbécil!.- le grité rodeandolo. -¿Qué se cree este pendejo?.- cerré la puerta de la habitación en donde he estado todos estos días, de un portazo.

Iguales (Two Souls #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora